Como si no
tuviéramos suficientes problemas en Guerrero, con los sucesos lamentables del
martes pasado (encuentro violento entre maestros y policías antimotines en
Acapulco), hemos echado más gasolina al fuego, que ya nos tatema por su
descontrol. Bastaba una pequeña chispa para que la pradera empezara a arder.
Sucedió así y ahora nos preguntamos, ¿cómo la apagamos? O si en realidad,
pretendemos atizarla más.
¿Quiénes fueron
los culpables de esa confrontación?, ¿el gobierno o los maestros? La verdad -mi
verdad- es que hemos tenido responsabilidad ambas partes. Los maestros, fueron
responsables por avivar la hoguera, más allá de lo razonable. La gendarmería,
al usar la fuerza bruta, para contener el enojo magisterial.
Los maestros han
ejercido reiteradamente presiones indebidas para la solución “a modo” de sus
demandas, algunas de ellas improcedentes y que llaman conquistas laborables
históricas de su corrupta lucha sindical. El gobierno, tiene responsabilidad
por la demora en las respuestas puntuales, que no son suficientes, claras, ni a
tiempo; desesperando con su tardanza, al ya de por sí exacerbado magisterio.
Los maestros,
tienen culpa por llevar a cabo sus acciones y presiones, hasta el punto que
lesionan, una y otra vez, a gente común y sencilla, como son los burócratas,
los pequeños y medianos empresarios, periodistas, simples trabajadores o
pasajeros, que no la deben y por tanto, no debían de temer y pasar por ninguna
vejación.
Los del gobierno
también tenemos culpa, por ser la causa última de los malestares magisteriales,
al crear irresponsablemente miles de plazas, sin el debido sustento
presupuestal, autorizadas desde hace muchos años por los gobernantes y dirigentes
sindicales en turno, con propósitos de lucro o de índole política.
Tienen
responsabilidad los maestros de la Ceteg y del Suspeg, al montar
incorrectamente su manifestación sobre una exigencia que ya es de carácter
mundial como lo es, aplicar justicia plena, sin impunidad alguna, a los
responsables, directos e indirectos de la masacre de Iguala. Peor nos irá si
persistimos en seguir diciendo verdades a medias a la ciudadanía del país y del
mundo sobre los jóvenes con forzada desaparición.
También los del
gobierno, no hemos cumplido con el deber de ejecutar la debida sanción a los
presuntos culpables, por omisión e indolencia, localizados en el gobierno
federal y estatal, para tan solo quedarnos varados en el nivel del gobierno
municipal. Otra vez la maldita impunidad.
En mayor o menor
grado, el Estado mexicano y los maestros adscritos al MPG hemos sido culpables
de la situación de zozobra permanente en que tenemos inmersos a los
guerrerenses. Estamos empecinados en vencer más que en convencer. Y a la
fuerza, como decía mi abuela: “ni me bajo las bragas, ni me subo las enaguas”
Los normalistas
y maestros han tenido comportamientos reprobables, por acciones vandálicas, que
han lastimado a la ciudadanía con mucha impunidad; también los del gobierno,
por su accionar injusto, apático y negligente, en torno a la masacre de Iguala
y al impuntual pago quincenal de las plazas cuestionadas.
Hay que recalcar
que Acapulco, es una ciudad de alrededor de un millón de habitantes, que viven,
directa o indirectamente, del turismo nacional.
Es una estupidez, tratar de paralizar el funcionamiento del aeropuerto y de las
carreteras, porque eso genera el ahorcamiento económico de buena parte de las
familias que integran ese millón de habitantes. En Chilpancingo, la economía comercial
está a punto del colapso.
De seguir así
las cosas y con más muertes y violaciones que pueden ser evitables, seguiremos
viviendo en un Estado de chueco y no de derecho. Continuaremos dañando mucho a
Guerrero.
PD1. En manifestaciones
públicas donde hay probabilidad de violencia, no se vale y es repudiable, llevar
y poner de parapeto a los niños.
PD2. El PRI y el
PRD no merecen gobernar Guerrero. Ya demostraron que están teñidos de sangre,
ahogados en corrupción, resguardados por la impunidad, doblegados por el narco
y con una sobrada ineptitud para sacar de la pobreza y de la inseguridad pública
a este noble y sufrido pueblo.