Puntual
cumplimiento del pacto.
Héctor Manuel Popoca Boone.
Soy escéptico en la consecución total del Pacto por
México. Fue firmado por la partidocracia que se ha distanciado del pueblo. Este
tipo de pactos siempre contienen arreglos discretos, en función de los
intereses partidistas particulares alrededor del poder.
Los puntos que contiene el Pacto son de buena
hechura y en principio estoy de acuerdo en casi todo. El problema reside no en
el qué hacer, sino en el cómo conseguirlo y la voluntad política para cumplirlo en los
hechos.
Sabido es que en nuestro país los gobernantes al
principio de sus gobiernos prometen mucho, pero luego cumplen poco. Afirman en
público, lo que en privado niegan. Desde que tengo memoria vivencial, desde
Díaz Ordaz hasta Felipe Calderón, en sus discursos de toma de posesión señalaron
los muy buenos propósitos que tendrían durante su mandato, pero en la práctica escamotearon
sigilosamente, y en diverso grado, el cumplimiento de ellos. Principalmente los
que causan lesión a los intereses de los barones del dinero y de la política.
Los antecedentes del Pacto no son halagüeños. Hace
apenas 72 días, el PRI y el PAN, al alimón y con la aceptación tácita del
presidente electo, aprobaron una ley laboral que deprecia en mucho el ya de por
si salario bajo de los trabajadores y permite seguir manteniendo a sus
organizaciones gremiales bajo el yugo de las mafias sindicales. De cómo mal
gobernar México, mellizamente esos dos partidos lo han estado haciendo durante
25 años. Cincuenta y cuatro millones de pobres lo testimonian. La inseguridad
pública nacional imparable lo constata.
Los acuerdos pactados para establecer una sociedad
de derechos y libertades, para la seguridad y el crecimiento económico,
requieren que una parte significativa de la riqueza nacional y el excedente
económico generado se destinen a dichos fines. Pero eso no es posible porque
los detentan, acrecentadamente, unos cuantos. Poco se dice sobre una nueva y
más equitativa distribución del ingreso que merme la brutal desigualdad social
y abata significativamente el desempleo imperante.
La firma del pacto no esperó prudentemente la
presentación, en lo específico, de las propuestas sobre las reformas
energética, fiscal, de telecomunicaciones y otras, posibles favorecedoras de
los poderosos. Si van a tener la misma impronta que la laboral ¡Sálvese quien
pueda!
En palabras de David Ibarra Muñoz, economista de
prestigio nacional y ex secretario de hacienda y crédito público: “México no
tiene aún la suficiente consolidación y madurez institucional, como tampoco
cuenta de mecanismos conexos que den unidad sistémica a las estrategias
económicas con las tácticas sociales y políticas.”
Hay indicios empíricos que señalan sesgos
antidemocráticos en las elecciones pasadas. Hay razonada incredulidad social en
la intención de tener una sana democracia consolidada, el real combate a la
corrupción, la vigencia de la transparencia y la rendición de cuentas públicas,
por ejemplo. Luego entonces, el pacto puede resultar pantalla justificadora de
un ansia de legitimación popular.
No hay peor intento que aquel que no se intenta. Por
México, no queda de otra más que otorgar apoyo crítico y conceder el beneficio
de la duda al presidente de la república, pero también el beneficio de la
pronta vergüenza al PRD para que públicamente se retracte si no hay puntual
cumplimiento del pacto. De otra forma será comparsa del régimen priista. La
firma del pacto más que un acto de trascendencia nacional puede derivar en un
vodevil, donde el partido chamaqueado
sea el PRD.
PD1. Estimado Luis Walton, ¿por qué desconoces a
López Obrador cuando aparentabas ser su sombra protectora y fuiste beneficiario
de los votos de sus seguidores? ¿Por qué tan solo notificaste y no denunciaste
las irregularidades hacendarias encontradas de quien recibiste la presidencia
municipal de Acapulco?
PD2. Las plazas magisteriales que se heredan y la
inamovilidad de su adscripción, más que ser conquistas
sindicales son perversidades laborales que tienen postrado el nivel académico
de la ya de por si burocratizada educación en Guerrero. ¡Uff!
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