sábado, 5 de octubre de 2013

Los retos del Estado de Guerrero.



Héctor Manuel Popoca Boone.
Este estado sureño es por naturaleza y por destino histórico, un pueblo de mujeres y hombres de temple y tenacidad. Las circunstancias adversas que ha padecido y padece son una sarta intermitente de pesares (unas de origen natural, otras de naturaleza humana) en donde se ha forjado como el acero para enfrentarlas.

Su recurrente destino trágico se ha labrado, en primer lugar, por su orografía montañosa y agreste que cubre la mayoría de su extensión territorial, atravesada por la Sierra Madre del Sur. Simbólicamente era acertado como Manuel Altamirano describía a Guerrero cuando estaba en Europa: “Tome una hoja de papel, arrúguela bien y vuélvala a extender, así es la superficie de mi estado”. 

La comunicación terrestre se vuelve lenta y dificultosa en su travesía. En temporada de lluvias muchos de los caminos rurales quedan destrozados por las avenidas de aguas y derrumbes. De vez en vez, con las grandes avenidas de agua sus puentes no quedan inmunes a su debilitamiento y resquebrajadura. No con ello se eximen en la actualidad la mala construcción de algunos de ellos y de ciertas carreteras. La eterna reparación de los derrumbes en la Autopista del Sol la convierten en la obra más emblemática de la deficiencia ingenieril.

En segundo lugar, tenemos a los meteoros que, dada su ubicación geográfica, convierten a esta entidad federativa como receptáculo para su devastadora presencia. Muchas veces imborrable y trágica. Han sido los telúricos (sismos y terremotos) y los eólicos-hídricos (huracanes y tormentas tropicales), los que año con año hacen acto de presencia, en diferente grado, con variado impacto de daños en tamaño e intensidad.

Las placas tectónicas -grandes bloques terrestres que se mueven unos con respecto a otros- son las principales causas generadoras de sismicidad de altos grados en la escala de Richter (de 7 o más) que han derribado casas, edificios, quebrantado carreteras y puentes en esta zona de subducción del Pacífico Mexicano. Se sabe que desde hace 20 años -más como rumor que con certeza- se está esperando un sismo que podría tener una magnitud de 8 o más grados.

En tercer lugar están los eventos hídricos, ya el servicio Meteorológico Nacional al inicio de esta temporada estimó que en la cuenca del Océano Pacífico, habría catorce ciclones con nombre, de los cuales cuatro serían huracanes intensos, cuatro moderados y seis tormentas tropicales. Según los meteorólogos era  un pronóstico normal aunque "los los más peligrosos serían en agosto y septiembre".

Lo que pasó en Guerrero, a mediados de septiembre, fue un inesperado e insólito fenómeno de encuentro-colisión entre el huracán “Ingrid”, proveniente del Golfo, y la Tormenta Tropical “Manuel”, originada en el Océano Pacifico.

Si una depresión tropical se consolida con lluvias intermitentes y sus vientos sostenidos en más de un minuto alcanzan por lo menos 62 kilómetros por hora, se llama tormenta tropical. Eso fue lo que aconteció con “Manuel”. Y si las velocidades del viento sostenido aumentan a más de 110 kilómetros por hora, con lluvias torrenciales se llama ciclón o huracán tropical. Eso fue lo que se presentó con “Ingrid” Hicieron un coctel de alcances insospechados.

De lo anterior se deduce que los más predecibles meteoros son los provocados por la conjunción de agua y viento en las zonas de depresión tropical, aún cuando su rumbo resulta difícil hasta cierto punto de hacerlo por lo errático de su comportamiento. Por cuanto a los movimientos telúricos nuestros conocimientos científicos aún no alcanzan a tener un mínimo de predictibilidad en tiempo razonable, tanto en su presencia como en su intensidad.

En cuarto lugar están los desastres originados por causas humanas cimentadas en la desidia, avaricia, engaño y corrupción. Pero como se me acabó el espacio, de esas pesadillas hablaré en otra ocasión.

PD. Saber prevenir, en lo humanamente posible, es saber minimizar los impactos de los  desastres naturales. Lo único que podemos hacer es aprender a convivir con estos fenómenos puesto que la mayoría de ellos se generan en los estados del sur, sobre todo en Guerrero y Oaxaca.







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