Héctor Manuel
Popoca Boone.
Nueva Izquierda,
tribu política del PRD, apodada “los chuchos” -comandada en Guerrero, entre otros, por el diputado
Sebastián de la Rosa y la perversa secretaria estatal de la mujer y señora del
glamour siniestro, Rosario Herrera-, siempre ha defendido políticamente, y en
todo momento, al hoy prófugo presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca Velásquez.
El diputado
Sebastián de la Rosa, además de cargar a cuestas su desafortunada declaración pública
de otorgarle “todo el respaldo político de su grupo” al gobernante municipal
malogrado; también lo apoyó en una ocasión crítica anterior. El reportaje
periodístico de aquel entonces daba cuenta de lo que dijo en una reunión
política: “Llamó a los actores políticos a no utilizar el asesinato del
dirigente de Unidad Popular, Arturo Hernández Cardona, con fines políticos para
afectar al presidente municipal (de Iguala) o al partido (PRD)”, pidiendo
públicamente que “no se politizara el asunto”
Eso último lo
expresó una vez conocido, por la opinión pública, el testimonio notariado de Nicolás
Mendoza Villa, sobreviviente del grupo donde fue torturado y asesinado el
dirigente campesino de la región que destacaba en la gestoría para conseguir
fertilizante para sus agremiados. La testimonial denuncia explícitamente que el
autor intelectual y material del crimen fue el principal edil igualteco.
Sobre la masacre
de Iguala, el diputado federal mencionado, comentó también que “la
responsabilidad de la policía municipal está bajo el Mando Único que depende
del gobierno del estado encabezado por Ángel Aguirre Rivero, por lo que es
responsable directo de estos hechos.”
Desnuda queda
así, en la peor aberración criminal que como nunca antes había acontecido en
Guerrero, la complicidad de una tribu perredista proclive a vender protección
política a gobernantes para que estos actúen con toda impunidad. Afloró en este
caso, la vinculación política estrecha entre el presidente municipal que se dio
a la fuga y la tribu de los “chuchos”; teniendo como brazo ejecutor a la
policía municipal y al sicariato regional.
De este
inacabado repaso y de subsiguientes acontecimientos, se pueden hacer varias
reflexiones: Por principio de cuentas, un antecedente importante fue la falta
oportuna de investigación del gobierno estatal y federal de un crimen anterior,
descrito en un testimonio notariado, en donde se denuncia al presidente
municipal de Iguala como la persona que mató al líder campesino, Arturo
Hernández Cardona, en el mes de marzo del año en curso.Si se hubiera efectuado
en forma expedita la debida indagatoria judicial, quizás no hubiera ocurrido la
masacre de Iguala, durante el 26-27 de septiembre pasado.
También existen fuertes
indicios que hubo un compromiso y una coordinación para la acción, entre el
presidente municipal (ahora requerido
por la ley), su estructura policiaca municipal y el presunto grupo de la
delincuencia organizada denominado Guerreros
Unidos. Este último, actuando en la región norte del estado, con total
impunidad a lo largo de varios años.
Según testigos presenciales,
el presidente municipal, intocable y ahora ilocalizable, también alardeaba cuando
despachaba en su oficina, de su financiación a la campaña electoral del actual
gobernador; y lo mismo decía ser uno de los soportes financieros de la tribu
local “chuchinesca”. Por eso siempre, esta tribu salía en su apoyo público, automáticamente.
Existieron
reacciones tardías de los dos órdenes de gobierno (federal y estatal), por
estar discutiendo acerca de quién de ellos debía investigar la masacre; lo que
provocó una fuerte llamada de atención presidencial al gobierno estatal, para que
investigara prontamente las 6 ejecuciones extrajudiciales y los 25 heridos de
bala.
Al transcurrir
semanas sin saber nada de las 43 o más desapariciones forzadas, el gobierno
federal atrajo las investigaciones de la masacre, con la instrucción
presidencial de hacer una profunda investigación para
esclarecer los hechos y aplicar la ley contra los responsables para que no haya
“el más mínimo resquicio para la impunidad”. “Tope donde tope”
PD. En los contubernios de la narco
política priva la consigna: “Todos para uno, uno para todos” Ah, también el que
dice: “El que entra,… ya no sale”.
h.popoca.b@gmail.com
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