Héctor Manuel
Popoca Boone.
La
desconfianza, incredulidad y enojo cunden cuando no se habla con la verdad. La
sospecha se enraíza hondo tratándose de la justicia pendiente en un agravio
grande a la sociedad como lo fue la desaparición forzada de 43 jóvenes y de otros
asesinados. El engaño o la mentira permanente suscitan rabia, rencor y odio
cuando se descubren y se exacerban a medida que pasa el tiempo, máxime cuando se
constata su práctica reiterada.
Eso y no otra
cosa es lo que les está sucediendo a los familiares de los vástagos victimados que
han contado con la solidaridad de pobladores, profesores, organizaciones
sociales y líderes mundiales. La masacre de Iguala permea el acontecer
internacional. Y la crítica para el Estado mexicano es acerba.
Grave error
fue tratar de cerrar y dar por concluida informalmente la averiguación con la
salida del gobernador Aguirre Rivero, la captura del presidente municipal de
Iguala y de su esposa, de algunos de los jefes del cártel “Guerreros Unidos” y el
encierro grupal de la dupla asesina sicarios-policías municipales.
Destacada
falla es que después de casi tres meses permanezca una explicación inaceptable
por inconclusa e incompleta de los hechos criminales, en donde 43 muchachos desaparecen
como si hubieran sido abducidos. Es insatisfactorio, insuficiente e inverosímil
que no se sepa nada de ellos.
Comprometido
silencio es el de las instancias oficiales que no han dado cuenta de lo que la
sociedad ya sabe por otros medios de investigación, con inferencias
especializadas divulgadas o de simple y discreta información ciudadana: la
desatención e inacción de instituciones oficiales en los ámbitos del gobierno
estatal y federal que debieron haber evitado la matanza y no lo hicieron; o
peor aún, su posible complicidad adosada de encubrimiento de un partido
político.
Con estos
faltantes relevantes es imposible estar en sosiego y en actitud de superar un
dolor que se profundiza cada vez más por desesperación del tiempo transcurrido.
De una vez por todas clamemos a las autoridades federales ¡Digan la verdad! Todavía hay responsables que identificar y
responsabilidades que aplicar. Que informen bien los del gobierno federal donde
se encuentran los normalistas desaparecidos si es que ya lo saben y no lo
proceden por otorgar impunidad oficiosa.
Lo peor sería
imitar el ocultamiento, inevitablemente temporal, de la conducta criminal de
instituciones oficiales, como ocurrió en la masacre de Tlatelolco en 1968, donde
al paso del tiempo se descubrió que parte de los tiradores embozados que provocaron
el inicio de la balacera indiscriminada fueron policías federales, a la par de
soldados del batallón militar “Olimpia” y elementos del Estado Mayor
Presidencial.
Mientras se
siga informando oficialmente verdades a medias y mentiras interesadas, la
crisis política, económica y social en que se encuentra inmerso México y
Guerrero no se superará. Es no entender que las 43 desapariciones forzadas de
Iguala representan la cúspide de las miles acumuladas en el país durante los
últimos años. Que las personas asesinadas en Iguala son el grito ciudadano ¡Ya
basta! por las centenas de miles que han ocurrido en el ámbito nacional.
En un
conflicto social donde no hay información y dialogo honesto, sereno y
propositivo aparecerá indefectiblemente la fuerza ensordecedora de los que la
detentan en forma institucional. Se impondrá la posición del más fuerte a costa
de las razones o exigencias de los débiles que serán reprimidos. ¡Evitémoslo!
Lo cierto es
que no sabemos dialogar porque casi nunca hemos dialogado privilegiando los
intereses de la justicia en la sociedad y en el país por encima de nuestros intereses
personales o de grupo. ¡Todos exijamos justicia pronta, para que todos
disfrutemos de una paz, digna y enaltecedora!
PD1. Es
correcta la apreciación política de que Rubén Figueroa Alcocer fue el asesor de
cabecera de Zeferino Torreblanca Galindo para muchas cosas y la estela de
criminalidad que cargan en forma impune los acompañará de por vida.
PD2. Si la
enfermería es actividad artesanal, la mía será ser un simple tinterillo.
h.popoca.b@gmail.com
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