Héctor Manuel Popoca Boone.
Lo dicho por el presidente municipal de Acapulco,
sobre la conveniencia de establecer un fascista “toque de queda” en la principal
ciudad y puerto turístico de Guerrero, fue una desmesura de la que afortunadamente
se retractó. No así su decir, sobre la balacera acaecida a un lado de donde
estaba el gobernador electo cenando con su esposa. A saber, “fue un hecho
aislado”. Dicha declaración refleja lo
distanciado que pueden estar algunos gobernantes de la realidad social en que
actúan.
Quedó incompleta la convocatoria del primer edil,
Evodio Velásquez, para realizar una cruzada contra la violencia y la
delincuencia. Fue hecha a las organizaciones civiles pudientes, sin invitar a
la “prole”. Es decir, hubo ausencia en la reunión inicial de dirigentes
sociales que habitan o trabajan en las colonias populares y en los cinturones
de miseria suburbanos, donde con mayor crudeza e intensidad se da el dominio
sangriento de los sicarios. No debemos apostar a fortalecer una sociedad
segmentada y discriminativa, sobre todo en época de crisis.
Desde cualquier punto de vista, lamentables fueron
los hechos violentos que atestiguo el Gobernador electo, Héctor Astudillo
Flores, la infausta noche del pasado 17 de octubre. Como bien lo dice él, "Viví de manera directa lo que mucha
gente de Guerrero ha padecido…” Menester
es tener en cuenta este tipo de experiencias cotidianas de los
ciudadanos. La cavilación sobre ese suceso, en el marco de la crisis por la que
pasamos, habrá de permear todas las acciones de su equipo de trabajo, tendientes
a conquistar una verdadera seguridad pública, una imparcial y expedita
procuración de justicia y un irrestricto respeto a los derechos humanos.
Fue tremendo el desafío de la delincuencia organizada
a los aparatos policíacos y militares, que tienen a su cargo el patrullaje de
la avenida turística más concurrida de Acapulco. La violencia imperante y las
guaridas de sicarios en colonias como: La Laja, Progreso, Jardín, El Coloso, El
Cayaco, La Zapata, Renacimiento, etc., impelen a conjeturar que volverá a
ocurrir este fenómeno criminal en un futuro próximo, de seguir las cosas como
están.
La ciudadanía guerrerense está inerme y lo que no
haga por sí misma, complementaria y coordinadamente con el gobierno, no tendrá
la eficacia esperada para el logro permanente de una paz ciudadana. Véase si no,
en la fuga del Chapo Guzmán. Quedó evidenciado que las estructuras
gubernamentales fueron infiltradas hasta en los altos niveles de las autoridades
federales.
No es inútil insistir, como lo declara el espacio colectivo
social, Guerrero es primero (GP), que
desde la ciudadanía debe fincarse, a través de un verdadero diálogo sin
imposiciones, la búsqueda de respuestas y alternativas, pacíficas y no
revanchistas; echando mano de procesos que no sean verticales ni autoritarios,
que respeten la pluralidad de ideas y propuestas, para que éstas sean
incluyentes y proactivas, buscando siempre la colaboración solidaria de
terceros, que generen las condiciones y circunstancias propicias para el
progreso social, la democracia y la paz duradera. Hoy más que nunca debemos escucharnos
y reconocernos, manifiesta GP. Necesitamos ampliar los horizontes de cada
persona y de cada organización civil. Aperturar las agendas y proyectos
particulares, para encontrarnos en la elaboración de una agenda consensuada y precisa
en la que podamos hacer causa común ante la cotidiana violación de los derechos
humanos, el colapso del sistema de justicia, la corrupción y la impunidad.
Flagelos sociales que son crónicos y estructurales en Guerrero.
Empecemos sin dilación con las perentorias
transformaciones de fondo que necesita Guerrero, al exigir toda la verdad de lo
acontecido en Iguala el 26-27 de septiembre del 2014 y el castigo ejemplar a
todos los responsables de todos los niveles. La inmediata liberación de Nestora
Salgado y demás luchadores sociales encarcelados injustificadamente. Demandemos
la pronta identificación y castigo a los asesinos de Norma Mesino, Antonio Vivar Díaz, entre varios más.
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