Héctor Manuel Popoca
Boone.
Cada vez más, nos
acercamos a una situación económica complicada. Como aquellas que amargamente
sufrimos con anterioridad, al presentarse indicadores inequívocos como lo son: el
incremento de la inflación, la devaluación del peso, el aumento de las tasas de
interés y la fuga de capitales. El alza del precio de las gasolinas y de las
tarifas de luz, con sus respectivos efectos colaterales en los precios de los
demás artículos de consumo básico, han causado una seria y amplia irritación
social.
El fortalecimiento del
federalismo fracasó cuando, en términos generales, los gobernantes de las
entidades federativas no respondieron con probidad a la transferencia de
recursos y facultades que detentaba el gobierno federal. El proceso de
descentralización y desconcentración hacia los estados trajo consigo casos escandalosos
de rapiña del erario público.
En la actualidad, el rol
que juega nuestra planta productiva nacional en el contexto de nuestra economía
no es relevante. No tenemos bajo control los hilos principales de nuestra actual
estructura productiva ni de nuestro crecimiento y desarrollo, económico y
social. Nos enfrentamos a una realidad donde los mercados internos ya no se
encuentran abastecidos por productos nacionales, sino en gran parte por
artículos de importación o ensamblados a nivel local por corporaciones
transnacionales. Empezamos a tener una economía de carácter
financiera-especulativa con la consecuente variabilidad de las tasas de interés
bancarias y salidas abruptas de divisas. Por otra parte, nuestro sector
industrial se ha deformado al producir manufacturas que contienen muchos
insumos importados que convierten nuestras factorías en dependientes de
unidades productoras de herramientas, refacciones y maquinaria provenientes de
otros países.
Otra vez hemos llegado a
límites peligrosos en la cuantía de nuestra deuda pública. Ahora está el
agravante de la carencia de suficientes ingresos económicos para hacer frente a
las amortizaciones en el corto y largo plazo. Ya no tenemos las facturas que por
concepto de venta de petróleo dejábamos en garantía para obtener nuevos
préstamos internacionales y no recortar presupuestos para programas
institucionales de protección social y de combate a la pobreza.
Persisten trabas
estructurales que nos impiden tener buenos resultados para la estabilidad,
crecimiento y bienestar de la mayoría de las familias mexicanas. A la fuerte desigualdad
y pobreza social de antiguo, se añade ahora la inseguridad pública, las
intensas violencias de todo tipo y las corrupciones e impunidades institucionales
correlativas y agravadas.
Con el tiempo se ha
alejado el derecho que tenemos todos a vivir en la medianía material, así como
el respeto a todos nuestros derechos humanos. Ahora cohabitamos con el monstruo
delincuencial de las mil cabezas en varias zonas del país. Engendrado por el
negocio de los estupefacientes, que han contado con la cobertura institucional requerida
para su fuerte expansión.
Seguimos contando con
demandas populares ingentes aun no satisfechas: la vigencia de un auténtico
estado de derecho, la imparcialidad en la procuración y administración de
justicia expedita y eficaz, la carencia de empleo para las generaciones emergentes,
la cesantía, los bajos salarios, los déficits de vivienda, la escaza calidad y garantía
de educación para todos nuestros jóvenes, la deficiente cobertura en salud
popular y el abandono del campo como abastecedor de básicos alimenticios que
nos den un mínimo de soberanía alimentaria.
Los estratégicos pilares
energéticos para el sano desarrollo de nuestra economía nacional (petróleo,
gas, agua, minería, electricidad) los hemos estando perdiendo en forma
paulatina. Las concesiones en su mayoría han sido acaparadas por grandes
corporaciones extranjeras debido a las cuantiosas inversiones y tecnologías de
punta requeridas.
PD. Ante el rápido
ascenso de la pre candidatura de López Obrador, tratan de impedirlo publicando
sus supuestos calcetines sucios unos cuantos hijos de p… Diría Pablo Neruda.
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