Héctor Manuel Popoca Boone.
La democracia en México
es de las más costosas del mundo. Son miles de millones de pesos del erario
público y de otras fuentes poco definidas que se destinan a fondear nuestro
sistema electoral. Tanto a nivel nacional como en cada uno de los estados de la
república. Los gobernantes, la clase política y sus partidos están empeñados en
mantenerla corrupta, ilegítima, simuladora, delincuencial, fraudulenta,
tergiversadora, inverosímil y muy a modo de quienes gobiernan. Es una
democracia tronchada, de pe a pa.
El ilícito
financiamiento poco claro a campañas electorales viene de tiempo atrás. Cuando
en 1993 el ex secretario de Hacienda, Ortiz Mena, cito en su domicilio
particular en la ciudad de México, a los más pudientes hombres del país con la
finalidad de hacer “el pase de charola” y así apoquinar mínimamente una decena de millones de dólares cada uno de
ellos, para reforzar la candidatura de Luís Donaldo Colosio que fue asesinado y
sustituido luego por Ernesto Zedillo. En aquel entonces asistieron, entre otros
magnates, Carlos Slim, Miguel Alemán, Emilio Azcárraga, Garza Sada y Roberto
Hernández, que gustosos dieron el dinero porque también veían amenazados sus negocios,
concesiones y canonjías que los gobiernos priistas les facilitaban
generosamente. Carlos Cabal Peniche fue otro de los donantes.
Quedaba al desnudo, en palabras
de Bernardo Barranco, el uso del poder político para beneficios económicos y
del poder económico para fines políticos. Casi en todas las campañas
presidenciales salen a flote financiamientos clandestinos de grandes
empresarios y de poderosos dirigentes sindicales (PEMEXGATE) a favor del
candidato que más les conviene para preservar y acrecentar sus grandes
negocios. Hoy en día esos financiamientos ilegales se han ampliado a la esfera
de empresas transnacionales. En efecto, ya no son únicamente Televisa, Gutsa,
ICA, Grupo Higa, Coppel, quienes patrocinan al PRI y su candidato. Ya entraron
en la escena del financiamiento a sotto
voce, Obedrecht, Iberdrola, OHL y, por supuesto, empresas extranjeras
mineras y petroleras.
Cuando Andrés Manuel
López Obrador (AMLO) cuestionó públicamente la viabilidad financiera, técnica y
de sustentabilidad del nuevo aeropuerto de la CDMX, puso el dedo en la llaga de
uno de los principales negocios multimillonarios del actual sexenio. A tal
punto, que salió a la palestra pública el potentado Carlos Slim a defenderlo a
raja tabla. Pingue negocio que se está construyendo como inversión privada,
utilizando parte del dinero de las afores; es decir, de los ahorros para su
vejez de los trabajadores mexicanos. Guardadas las proporciones, la magna
transa, junto con su desarrollo inmobiliario adyacente, es equiparable al Fobaproa donde el gobierno federal del
PRI convirtió en deuda pública (que todavía estamos pagando todo el pueblo), la
deuda privada de los banqueros que después se dieron el lujo de revender la
mayoría de los bancos saneados a corporaciones extranjeras.
Los torrentes de millones
de pesos recibidos por algunos candidatos presidenciables (señaladamente el PRI),
se canalizan fundamentalmente a comprar y coaccionar el voto ciudadano.
Sobretodo el de los electores pobres. Es el aprovechamiento electoral inicuo de
la pobreza que sufre la mayoría de la población mexicana. También parte de ese
dinero se orienta a corromper políticos opositores, operadores y grupos
organizados de acción electoral, así como de funcionarios y representantes de
casilla y sección comicial.
Es muy probable que
Carlos Slim junto con Carlos Salinas de Gortari y otros cófrades de la mafia en
el poder, inyecten ingentes cantidades de dinero a las presentes elecciones con
el único afán de frenar por medio de la corrupción y las malas artes lo que ya
es un devenir inevitable: El triunfo de AMLO.
PD. Cuando se te vienen encima varios montoneros a
golpearte al mismo tiempo, lo mejor es que te encierres en tu caparazón como
hacen las tortugas; hasta que se cansen de intentarlo. Después, sal a
madrearlos, uno a uno, en tu terreno, no en el de ellos. (Manual de la Tortuga
Ninja).