Héctor Manuel Popoca Boone.
Ante un gobierno
desbordado por la violencia, la pacificación podrá lograrse reconociendo las
limitaciones y posibilidades que tienen las partes involucradas, en el fenómeno
de suyo polifacético, pluridimensional y de multiniveles; además de la
aceptación inicial que solo se saldrá adelante de este criminal e indefinido impasse, con acciones efectivas e
inmediatas de todos, convenidas en la mesa de los encuentros, diálogos y con la
derivada agenda de trabajo.
Son tres los protagonistas
principales en la actual tragedia mexicana: el Estado, el pueblo y la
delincuencia organizada. Imprescindible es la toma de consciencia que sin la
participación de alguna de ellas continuará la degradación social que padecemos
en forma creciente. Máxime, al saber que nadie hasta ahora ha triunfado en este
combate diario, donde fallecen miles de jóvenes en forma deshumanizada y
pueblos enteros sufren desplazamiento interno forzado.
Para iniciar
la pacificación entendida como proceso y responsabilidad de todos, menester es
reconocerse, para posibilitar el encuentro y el diálogo; reafirmar la voluntad
de conocer la verdad total por todos y por encima de todo; tener certeza de la
magnitud y naturaleza de los delitos y del número de las víctimas y victimarios;
establecer los juicios correspondientes para definir las culpabilidades de los
transgresores de la ley; emitir las sentencias judiciales correspondientes,
junto con los reparos necesarios y la garantía de no repetición. Después,
aplicar la justicia transicional bajo la aprobación de las víctimas y la
indispensable contrición de los victimarios de bajo perfil, que pudieran ser
sujetos de una amnistía casuística y dar pie a un pacto social de avenimiento
gradual hacia la paz
.
Tomemos en cuenta, a guisa
de ejemplo que, en lo más álgido de la guerra entre Vietnam y Estados Unidos, los
contendientes sostuvieron diálogos secretos, para sopesar las posibilidades del
cese de las hostilidades armadas. Mismas que dieron como resultado el retiro
paulatino del cuerpo armado norteamericano.
La pérdida de la paz y la
incrementada delincuencia se han agravado a lo largo de los años y la violencia
se ha enseñoreado en todo México; padeciéndola principalmente la población
pobre como si fuera su pan de cada día, ante un Estado mexicano infiltrado y abúlico.
Existe una real crisis de seguridad pública a nivel nacional. La violación contumaz
de todos los derechos humanos, en esta auténtica guerra de baja intensidad, corroe
cualquier proceso de reconstrucción de la paz nacional y el alcance de la misma
sería a mediano plazo.
Es imprescindible que el
empeño se acompañe de seis tareas fundamentales, a saber: 1. Lograr un
auténtico Estado de derecho, sin contubernios de ninguna especie, por ningún
poder o nivel de gobierno, donde todos respeten los derechos humanos de todos
como cimera de todo. 2. Prevalencia de la justicia, imparcial, permanente y
expedita, ante todo tipo de agravios a la población. 3. Un gobierno honesto,
capaz y con fuerte compromiso social, que otorgue y garantice seguridad, libertad
y paz para un desarrollo humano armónico dentro de la legalidad. 4. Una
democracia participativa, plural, no mercantilizada, con cero partidocracias
corruptas y con ciudadanía interactuante con el Estado. 5. La construcción de
una economía social, solidaria e incluyente, entretejida desde abajo, generadora
de empleos e inversión, que desemboque en un desarrollo integral y sustentable.
6. Una educación y cultura (principios y valores) para la paz con toma de
consciencia ciudadana, responsable y creativa, libre de temores, extorciones y
secuestros.
La diversidad de los
frentes de atención, lleva a que las acciones se emprendan de forma integral,
coordinada, unísona y permanente; sabedores que, hoy por hoy, el gobierno por
sí solo quedó impotente, para construir un orden social justo con paz duradera.
PD. Con su refrendo
público a la falsa “verdad histórica”, en el caso de los 43, Enrique Peña Nieto
no es merecedor de perdón alguno del pueblo mexicano.