Héctor Manuel Popoca Boone.
La amenaza del
presidente Trump de imponerle a México aranceles progresivos desde el 5 hasta
el 25 por ciento a las exportaciones que realizamos a su país, a partir del
próximo lunes, por resistirnos a reprimir a nuestros hermanos centroamericanos,
migrantes, que vienen huyendo de la hambruna y violencia que asola a sus países
de origen, es por demás inaudita y el intento de extorsión es insólito,
repudiable y deleznable a todas luces.
Nuestra balanza comercial de bienes y
servicios agroalimentarios con el mundo es favorable; esto es que, de 32 444
millones de dólares que arrojaron las exportaciones de México al resto de
mundo, nuestras importaciones fueron de 27 172 millones de dólares; resultando
positivo el saldo a nuestro favor en 5 268 millones de dólares en el 2018.
De las
exportaciones que México realizó en ese año de productos agroalimentarios para
Estados Unidos, estas tuvieron un valor de 26 598 millones de dólares; o sea
representaron el ¡82 por ciento! del total de nuestras exportaciones; por lo
que México entrará en un estado delicado, económicamente hablando, de
establecerse los aranceles. Considérese también que el no tener mayores
divisas, por el encarecimiento de las importaciones de gasolinas,
indefectiblemente la capacidad de compra en el exterior de granos básicos que
hacemos de EUA también se encarecerá a causa de la depreciación de nuestra
moneda frente al dólar, cosa que por lo demás ya se ha iniciado. Analistas auguran
severos efectos en nuestro crecimiento económico anual que iría de 0.3 por
ciento a -1.5 por ciento; es decir entraríamos en recesión de llegar al 25 % de
carga arancelaria.
De esta forma, en
lo económico, las medidas arancelarias se le revertirán a su promotor en virtud
que generarán desempleo en el campo mexicano y por consecuencia los jóvenes
ingresaran y engrosaran el ejercito de migrantes de reserva.
Con la amenaza del
presidente de EUA, ahora más que nunca, resalta la importancia de ser menos dependiente
en materia de alimentos con EUA y diversificar aún más nuestras exportaciones e
importaciones con el resto del mundo. De cumplirse el ominoso amago, el poder
adquisitivo de nuestra moneda se verá afectado. México dejará de recibir buen
monto de divisas y se depreciaría el peso mexicano volviendo inútil la firma
del tratado de libre comercio con EUA y Canadá.
El que les
respondamos con la misma moneda, con la imposición de aranceles a las
importaciones agropecuarias que realizamos de EUA causaran poca mella, puesto
que no tenemos una agricultura fuerte comparada a la del vecino del norte. Si
EUA importan hortalizas y frutas (alimentos no esenciales, pero de alta
rentabilidad económica) de México, las importaciones de productos del campo de
EUA a México si son vitales debido a que se trata de granos básicos, (principalmente
maíz amarillo y blanco) de los que somos deficitarios en un 45 por ciento de
nuestro consumo. En otras palabras, dependeríamos alimenticiamente en forma más
cara de nuestros vecinos norteamericanos y perderíamos soberanía alimentaria y
libertad en nuestro propio territorio (“tercer país seguro”) más de la que ya
perdimos con el régimen presidencial de Peña Nieto.
Este desafío nada
menor debe hacernos reflexionar para estar mejor preparados para los embates
del comercio mundial, así como de las presiones del Gobierno de Estados Unidos
en los intentos de doblegarnos y acatar comportamientos inadmisibles y
perjudiciales ya que vulneran nuestra soberanía nacional; la alimentaria en lo
particular.
Para el caso de
Guerrero, se deben empezar a visualizar programas compensatorios de tipo
comercial hacia el mercado interno para los productores cuyos productos
tradicionalmente se dirigen al mercado estadounidense como lo son: el mango, el
melón, la miel y el café. (No incluyo la marihuana, la heroína y el trasiego de
cocaína por razones obvias).
PD. En política
como en la música, hay que saber bien combinar los sonidos con los silencios.
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