Héctor Manuel Popoca Boone.
¿Alguien ha visto a Vicente
Suastegui Muñoz?
Es lugar común y notoriamente sabido que, en toda gesta de transformación
social a la par se requiere iniciar un proceso de transformación individual. Es
condición indispensable para un cambio social trascendente, -ya sea de tipo
estructural o no- el que sus protagonistas principales lo pregonen con su propio
ejemplo de cambio individual. Así lo han enseñado y demostrado en su hazaña de
vida, los grandes redentores sociales que han dejado huella perenne a lo largo
de la historia universal y nacional. La liberación social, por tanto, empieza
por la liberación personal para no caer después en la anquilosis despótica.
Los cambios y transformaciones para la liberación de todo aquello que nos
oprime o subyuga en lo colectivo, necesariamente pasa por la liberación de nuestra
mente; de la toma de conciencia ciudadana del medio circundante donde actuamos;
percatándonos cómo esa realidad determina nuestra conducta social y sobre
determina nuestra forma de pensar y concebir las cosas y las situaciones
coyunturales que nos rodean.
Las transformaciones no las podemos motivar con solo creencias absolutistas,
moldes mentales ya conformados, ideologías dominadoras o dogmas preestablecidos,
que en sus diferentes expresiones han sido precisamente los que nos han configurado
para vivir y desarrollarnos dentro de un status quo predeterminado. No del todo
satisfactorio ni suficiente para una legítima ambición de superación personal
en el contexto del devenir social.
La liberación mental individual para transformar una situación dada, pasa
por todo un proceso reeducativo y formativo. Como componente principal de un programa
pedagógico de gran envergadura que debe desarrollarse en el seno del pueblo. Cuyo
eje principal es concebir al individuo como sujeto activo de su propio destino
y no meramente como objeto pasivo de un futuro ya diseñado por otros. De lo que
se trata es darle visibilidad corpórea al nuevo ser humano que pretendemos.
Pensar en una transformación colectiva requiere situarse en el campo de la
búsqueda de la verdad y en el redescubrimiento de la libertad. En la
reafirmación, en los hechos, de sólidos principios y valores inclaudicables;
como son la honestidad, la justicia, la ética, lo moral, la igualdad, etc.
Las creencias encasilladas, los prejuicios, los dogmas y las consignas
únicas son de poca utilidad por no tener sólida consistencia y por ser más
emocionales que racionales. Por lo que su vigencia es eventual; puesto que el ser
fanático, creyente incondicional o mero seguidor fiel de líderes supremos o
iluminados del momento, impiden la verdadera y profunda reflexión que impulse las
motivaciones para la transformación de nuestros comportamientos en el ámbito de
las relaciones políticas, económicas y sociales.
Muchos de esos mandatos son enarbolados y preconcebidos en el contexto de
un maniqueísmo castrante, dictatoriales las más de las veces; donde todo lo que
no es blanco es negro y todo aquel que no está conmigo es mi enemigo; sin
percatarse que la vida es todo un arco iris pletórico de matices, por donde el
ser humano transita como un permanente Sísifo en búsqueda de su bienestar y su
felicidad. De tal forma que los cimientos son diversos, y variados los terrenos
donde están fincados.
La pluralidad y la relatividad es lo prevaleciente. El consenso y el disenso
están en la naturaleza humana. En el bien conjugar, democráticamente, esa perenne
dicotomía, reside la posibilidad de que la humanidad pueda desenvolverse
civilizadamente dentro de una paz duradera.
Todo lo dicho anteriormente, con sus particularidades personales, nos lo indican
lúcidos pensadores de todo el mundo, de variados tiempos y circunstancias; como
lo han sido el brasileño, Paulo Freyre; el español, Fernando Savater; los
alemanes: Rosa Luxemburgo, Herman Hesse, Erich Fromm e Iván Ilich; el Obispo, Sergio
Méndez Arceo; la egipcia, Hipatia; la francesa, Simone de Beauvoir, el hindú,
Jiddu Krishnamurti; por decir algunos que me vienen a la memoria.
PD1. El gobierno desastroso de Héctor Astudillo Flores y su “maestro
incómodo”, no avanzo en su encomienda de atender alertas por violencia de
género. Así lo afirmó la directora de Prevención de la Violencia Contra las
Mujeres, del gobierno federal. Esperemos que el actual gobierno estatal cambie
esa ruta de fracaso.
PD2. Es de reconocerse la oportuna intervención de la Gobernadora del
Estado, Evelyn Salgado Pineda -y de su grupo de negociadores políticos-, en el
grave conflicto de seguridad pública, afortunadamente contenido, en la
comunidad de Quechultenango.
porelrescate@hotmail.com
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