Héctor Manuel Popoca
Bonne.
¿Alguien ha visto a
Vicente Suastegui Muñoz?
Visité un Hospital General, perteneciente al sistema estatal de salud
pública en Guerrero. Su nombre y ubicación, así como los responsables de su funcionamiento,
no importa mucho señalarlos, puesto que la mayoría de las unidades médicas de
ese nivel adolecen de similares carencias y vicios, en mayor o menor grado,
salvo los de nueva creación que no son muchos a la fecha.
Reseño en forma sistémica y sucinta sus faltantes y problemas para que las
autoridades correspondientes establezcan las medidas de mejora y brinden a la
mayoría del pueblo pobre de Guerrero, un mejor servicio hospitalario. De cada
diez habitantes, seis se ubican en la pobreza.
La verdadera transformación depende de la voluntad política que muestren en
los hechos y no solo en los dichos nuestros gobernantes (federal y estatal),
directores del sector, médicos, enfermeras, técnicos especializados,
trabajadores de base y líderes sindicales. Su misión institucional es ofertar un
servicio de salud pública que redunde en un efectivo acceso y tratamiento gratuito,
para la pronta recuperación y preservación de la salud de los seres humanos,
que es el objetivo final del nosocomio.
Estructura. –Esta varía dependiendo del deterioro físico del inmueble y su equipamiento;
pero en términos generales, la mayoría adolecen de obsolescencias, desgastes y
carencias importantes. Hay falta de mantenimiento, de instrumental médico,
medicinas, equipos sanitarios auxiliares, insumos y consumibles básicos, así
como de limpieza en general. Eso acontece en todas las áreas del hospital; no
se diga de ambulancias para traslados de urgencia de enfermos graves.
Como todo depende de una proveeduría central que surte a los hospitales
regionales, en mucho depende contar con una buena logística de inventarios y
abastecimientos, para no convertirse en un embudo real de estrechos
surtimientos, que redundan en una mala calidad del servicio público de salud.
Recursos humanos. -La contratación de personal sanitario debe ser
capacitado y certificado, previa pruebas de competencia y habilidades para las
delicadas actividades de prevención, curación, sanación y recuperación de la
salud del ser humano. O sea, que las plazas hospitalarias no sean sujetas a
venta ni se hereden; ni los puestos medios los designen los mandos superiores por
decisiones personales, políticas, de amistad, compadrazgo o nepotismo. De no
ser así, nunca se lograrán los mínimos de transparencia, honestidad, laboriosidad,
responsabilidad, eficiencia y eficacia personal.
Los actuales espacios de labores presentan hacinamiento que entorpecen los
trabajos y se vuelven incómodos e insalubres. Hay exceso de personal
administrativo. Resulta que, en términos salariales, a igual carga de trabajo o
responsabilidad, desigual salario. Los especialistas ganan como
médicos y éstos como practicantes; los químicos cómo auxiliares de laboratorio
y la mayoría de las enfermeras cómo auxiliares de enfermería. Algunos integrantes del personal médico,
enfermeras y personal paramédico basificados, rehúyen el atender casos de Covid-19;
resguardándose en áreas de menor riesgo. ¡Uf!
Los líderes sindicales practican su encomienda como botín político y
económico. ¡En plena pandemia impedían contratar médicos en puestos que
quedaban vacantes si no era con su retardada venia! Al igual que en el sector de
la educación, la venta de plazas o por herencia familiar es cosa común. Agréguele
a lo anterior que, muchos pacientes y sus familiares que acuden al hospital, se
quejan del mal trato, despótico e indiferente, que sufren de una parte del
personal sanitario para quienes son tan solo números y no seres humanos; sobre
todo si son indígenas y/o menesterosos. No existe calidez humana.
Procedimientos. -Por supuesto que hay reglamentos internos, manuales para
hacer las cosas y protocolos sanitarios de obligada observancia, aun cuando no todos
están actualizados y no son cumplidos a cabalidad. Si los responsables
directivos son omisos en acatarlos, mayormente será el personal que está bajo
sus órdenes.
Al interior del hospital general existe corrupción y latrocinio, en
diversos grados, con impunidad total: se han robado ¡equipos electrocardiográficos
y de ultrasonido! Y no hay denuncia ministerial de por medio. Prevalece el
famoso “saqueo tipo hormiga” de medicinas caras, material médico-curativo; también
operan “los moches” para una atención más personalizada. No hay auditorias
federales; solo eventuales y superficiales supervisiones de carácter estatal, totalmente
omisas. Con motivo de la pandemia del Covid-19, los vicios, falsedades e
ilícitos al interior de los hospitales generales quedaron totalmente al desnudo.
Los familiares del enfermo saben de antemano que tienen que llevar los
medicamentos y artículos de curación que se les indique, ya que en el hospital
no hay en existencia. La simulación, las mentiras, el engaño y la deshonestidad
están al orden del día. Y nadie dice o hace algo para evitarlo.
Finanzas. -Los presupuestos gubernamentales para sostener la necesaria operación
del hospital general, están para llorar y para desesperarse, por ser insuficientes.
Agravada está la situación, con el desastre financiero que el gobierno estatal
pasado dejó. Eso desmoraliza en mucho al personal que cuida la salud humana y que
hace lo que puede, con lo que tiene.
Pacientes. -Es el pueblo pobre de la región; que es ajeno a la protección
del seguro social, gubernamental o privada. Representa poco más del 60 por
ciento de los habitantes guerrerenses, caracterizados por su marginación y
exclusión social. Incluso, muchos no entran a los hospitales públicos, por
desconfianza y temor a no salir. Lo condensan en la frase: “De morir, mejor que
sea en la calidez de mi hogar y familia; y no en solitario, en un cuarto
colectivo de hospital”.
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