Héctor Manuel Popoca Boone.
¿Alguien ha visto
a Vicente Suastegui Muñoz?
Hará un año atrás, durante lo más
intenso de la pandemia, el pronóstico de los especialistas era que por los
estragos y secuelas que estaba provocando, pasarían no menos de tres años para
recuperar lo perdido en los niveles de desarrollo humano que teníamos antes del
flagelo; una vez que estuviera controlado y reducido a una enfermedad endémica.
Los principales sectores de la actividad social que ya acusaban déficits
importantes eran y son todavía: la economía, seguridad pública, salud, y
educación.
A la fecha, no contamos con
suficientes indicadores cuantitativos, consistentes y confiables, tanto a nivel
nacional como estatal, que nos den cuenta de la magnitud precisa del desastre
en el ámbito de la educación. No obstante, existen una serie de encuestas y
cifras valorativas parciales que nos sirven como puntos de referencia para
acercarnos a la cruda realidad.
Antes del Covid-19, ya Guerrero
junto con Oaxaca y Chiapas, estaban ubicados en el sótano del país, en cuanto a
nivel educativo promedio de sus habitantes. Hoy, el territorio guerrerense,
está más abajo de las dos entidades anteriormente mencionadas. El nivel
educativo promedio de la población en el año 2020, era de 8.2 años de
escolaridad básica (Inegi); es decir, no más del segundo año de educación
secundaria. Con el cierre de escuelas a causa de la pandemia, algunos
especialistas del ramo, estiman que hemos retrocedido un año y medio de
escolaridad, situándonos en un nivel promedio no superior a 6.5 años de
escolaridad. Un poco más de la primaria completa, nada más.
Cifras de una encuesta valorativa de la deserción y calidad
de la educación básica pública en Guerrero en tiempos del Covid-19 (Ver Blog:
“educación y pandemia” de la revista “nexos”), arrojan que únicamente un
¡treinta por ciento! de los alumnos que tomaron clases vía Internet, asimilaron
medianamente los conocimientos impartidos a distancia. La población incorporada
a la educación básica en el año 2020 era de 907 mil 399 infantes y
púberes.
En otras palabras: durante los dos años que dura la
pandemia, el logro de aprendizajes adicionales es bajo en poco más de 635 mil
escolares de primaria-secundaria. Es importante hacer notar que, en diez años,
Guerrero apenas logró subir un grado en la escolaridad promedio de su
población, a pesar que la matriculación educativa alcanzó, en el año 2020,
niveles aceptables, a excepción del nivel preescolar.
Está incrementado nuestro rezago educativo y pasarán varios
años en recuperar lo perdido. Esa es la cruda realidad. No olvidemos que toda
educación escolarizada está concatenada y no podemos saltarnos los trancos tan
solo por decreto. Un pueblo que no mejora realmente su educación, sino que
retrocede con el tiempo, estará al borde de una catástrofe social; puesto que
será un pueblo sin futuro; un pueblo ciego, mudo, sordo, carente de consciencia
social. Será un pueblo “zombi”, sumamente manipulable.
Este relevante estrago en la
educación básica de Guerrero, seguramente hará retroceder nuestro índice de
desarrollo humano, donde además de tomar en cuenta el ingreso económico de la
familia se ponderan también las variables de educación y salud, entre
otras.
Abatir el rezago educativo que
tenemos acrecentado por el Covid-19 y el deterioro económico en Guerrero,
requiere de gran voluntad política, valor y resolución firme de los gobernantes.
Conlleva empezar a transformar de raíz nuestro sistema estatal de educación
pública: su infraestructura física deteriorada, saqueada y deficitaria; sus
recursos económicos insuficientes y mal distribuidos, rehabilitar y capacitar
mejor a buena parte de su personal que está amañado y en permanente posición
egoísta. Es imperativo erradicar las corruptelas y la simulación, enquistadas y
prohijadas burocráticamente. Revisar y actualizar los contenidos y métodos de
enseñanza para que estén acordes a las realidades y circunstancias nuevas
determinantes.
Esa labor de limpia integral de
nuestro sistema estatal de educación pública, de suyo polifacético y
multidimensional, deben hacerla, conjuntamente y en forma coordinada, los
gobernantes (federal, estatal y municipales); funcionarios y directivos; la
base magisterial; los sindicatos y los padres de familia. Todos. De lo
contrario seguiremos en el pantano de la mediocridad incrementada y de una
desigualdad social cada vez más profunda, con mayor anchura en la falta de
oportunidades para el desarrollo personal de todos los guerrerenses.
porelrescate@hotmail.com
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