¡No a la militarización! (recuento histórico)
Héctor Manuel Popoca Boone.
¿Alguien ha visto a Vicente
Suastegui Muñoz?
I.- A
propósito del proceso de militarización acelerada de la vida civil en México,
me acordé que mañana, 11 de septiembre, se cumplirán 49 años del cruento golpe
militar perpetrado por las fuerzas armadas y “carabineros” de la República de Chile,
para destruir el sistema gubernamental democrático que tenía ese país; cuyo
presidente constitucional era el Dr. Salvador Allende. Los golpistas instauraron
una dictadura militar, que duró apoltronada en el poder 17 años (1973-1990); el
sacrificio social fue de 40 mil personas
victimadas, tres mil asesinatos y 200 mil auto exiliados o forzados
Chile
era de los pocos países de América Latina que gozaba de una democracia que ya
duraba 50 años, que le otorgaba estabilidad institucional y un regular
desarrollo socioeconómico. Además, sus fuerzas armadas tenían un reconocido prestigio
profesional, constitucional, de respeto a las leyes y a la voluntad ciudadana (democráticamente
determinada) y nula intervención en la vida política de la nación. Las fuerzas
armadas estaban circunscritas a su primigenia función constitucional: defender
la soberanía nacional y proteger la vida de todos los chilenos.
Con el
golpe de Estado, los militares rompieron el mandato constitucional; suprimiendo
las libertades de acción, expresión, representación política y el respeto a
todos los derechos humanos; reencauzando a la vez, el crecimiento económico mediante
una estructura económica concentradora del ingreso nacional en pocas manos; generando
una mayor pobreza en muchos habitantes; ensanchando así, la desigualdad social al
dejar al libre mercado, sin mayor regulación la economía, la educación, la salud
y en general el bienestar de la población.
Con honrosas
excepciones como la de los Generales, René Schneider y Carlos Prats, entre
otros, los militares encabezados por el General Augusto Pinochet, esgrimieron
como causas para tomar en forma violenta el poder, la supuesta incapacidad del
gobierno democrático-socialista de la “Unidad Popular” para brindar la adecuada
gobernanza al país.
Los Generales
golpistas estuvieron apoyados, en todo momento, por el gobierno de Estados
Unidos (Nixon, Kissinger y otros) en particular por el Departamento de Estado,
la CIA y la fuerza naval estadounidense. Además, recibieron financiamiento
soterrado de las corporaciones transnacionales que fueron afectadas por la
nacionalización de los recursos naturales, energéticos y empresas consideradas estratégicas
para fortalecer la soberanía nacional y el desarrollo económico más justo del
país andino. La dictadura chilena pronto adquirió gran desprestigio y
aislamiento internacional, hasta que fue abolida por un plebiscito nacional
realizado en 1990.
II.- En la historia
de México tenemos experiencias tristes y amargas con las dictaduras militares. Donde
altos mandos se doblegaron ante el goce que da el poder, el dinero, el dominio
territorial y la total impunidad. Ejemplos son: Agustín de Iturbide, Antonio
López de Santa Ana, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y como caudillos
dictatoriales, (sentados o supervisando la silla presidencial), Carranza,
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. La transición a gobiernos
presidenciales civilistas se dio al finalizar el régimen del General, Manuel
Ávila Camacho. Los militares se retiraron a sus cuarteles, no sin reticencias; ni
antes de cometer asesinatos entre ellos mismos, en la lucha interna por el
poder nacional.
Como consumados
represores de movimientos sociales en tiempos de paz en la última centuria, han
sobresalido, como protagonistas directos o encubridores, los Generales: Agustín
Olachea y Carlos Cornejo (Movimiento campesino de Rubén Jaramillo y del movimiento
obrero de Demetrio Vallejo y Valentín Campa); Acosta Chaparro y Quiroz Hermosillo
(Narcotráfico y La Guerra sucia); Marcelino García Barragán y Gutiérrez Oropeza
(Tlatelolco, 1968); Corona del Rosal y Diaz Escobar (Jueves de Corpus, 1971), Carrillo
Olea (narcotráfico), Jesús Gutiérrez Rebollo (narcotráfico), Salvador Cienfuegos y Alejandro Saavedra Hernández (Narcotráfico
y Ayotzinapa).
En una
ocasión, en el año de 1971, cuando denuncie públicamente que el coronel a cargo
del Cuartel militar de Ciudad Altamirano, estaba coludido con narcotraficantes
de la Sierra de Ajuchitlán, como responsables de la desaparición forzada de Rufino
Santoyo, líder campesino opositor a la siembra de estupefacientes en los ejidos
sierreños. Serio y enfático el finado ex gobernador, Alejandro Cervantes Delgado
(ACD), me recordó que no confundiera al Ejercito Mexicano como institución al
servicio de la nación; con aquellos pocos malos elementos que pudieran formar
parte del mismo.
La
militarización de un país en tiempos de paz, se da cuando un gobierno civil,
por ineptitud, abdica de las funciones y responsabilidades constitucionales asignadas;
trasladándolas a instituciones no civiles que, de acuerdo a los preceptos
constitucionales, no les fueron encomendadas. Imprudencia e insensatez es darle
al poder militar lo que es propio del poder civil; porque lo militar termina
engulléndose a todo lo civil, con todas las consecuencias emparejadas. En
política, el que es miope en el presente, será ciego en el futuro. Al tiempo.
PD1. Desde el día 2 del presente mes, por
“instrucciones superiores”, las fuerzas navales toman directamente el mando de
la seguridad pública en Zihuatanejo. ¡Uf!
PD2. Como Gobernador Moral de
Guerrero, recibo con sumo beneplácito la noticia de que, a Hilario Mesino
Acosta, diversas organizaciones sociales de Guerrero le hayan conferido la
presea civil: “Sentimientos de la Nación”, por su lucha permanente a favor de
las mejores causas de los campesinos de los municipios de Atoyac y Coyuca de Benítez.
porelrescate@hotmail.com
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