viernes, 15 de junio de 2012

Huamuxtitlán

Héctor Manuel Popoca Boone.
La rebelión popular no se da únicamente en el ámbito de lo macro social. En mayor número de veces, se presenta en el contorno de lo local. (El pueblo de Huamuxtitlán se armó de lo que pudo para parar en seco a secuestradores que, desde hace años, tenían asolada a la ciudadanía y actuaban con total desparpajo y aceptación tácita de las autoridades municipales).
El estallido social se da cuando la gente toma las riendas de su propio destino sin mayor marco legal que norme su actuación. Antes, dicho marco ha sido vilipendiado y violado por otros, en especial la autoridad encargada de preservarlo. Los lugareños toman justicia por sus propias manos como última instancia para su supervivencia social. (En el caso que nos ocupa, los rufianes, la autoridad y la policía municipal y los mal afamados ministeriales, todos juntos, tuvieron que poner pies en polvorosa para evitar su linchamiento).
Los ciudadanos dejan a un lado la parálisis, la frustración resignada, la tristeza anímica, para imponerse como una fuerza social reivindicativa no exenta de desbordamientos. El pueblo entra en acción como un único protagonista moral.
El hecho se consuma a partir de la afrenta que por pertinaz no es menos dolorosa. Es la insubordinación social ante la injusticia social reiterada con total impunidad. (Los malhechores incluso tenían secuestrada a una menor de edad en las propias instalaciones policiales)
Estamos ante un temor, incredulidad y angustia que se transforman en coraje e indignación; en ira que pasa a dominar a la razón y a la prudencia. Es el desgobierno declarado que antecede a la ingobernabilidad manifiesta. (Tlachinollan, como organización social, pasa de ser amenazada a ser invocada como intermediaria de auxilio institucional).
Insisto: la injusticia en lo local es escandalosa. Lleva en la mayoría de los casos complicidad gubernamental descarada o la indiferencia oficial ante los actos delincuenciales; que se suceden una y otra vez, a la vista de todos. (La presidencia municipal invariablemente reportaba que en su comunidad nunca pasaba nada y que todo estaba tranquilo).
La impunidad provocó impotencia social y fue consubstancial al agravio cometido. Se presentó en forma permanente y reiterada. Sin ella no se explica lo hondo del desgarramiento de la urdimbre social. Son rupturas en lo colectivo acompañadas con cinismo y desdén de la misma autoridad establecida. Por definición el delito queda en el olvido y el delincuente protegido.
La respuesta límite es el impulso emocional que conlleva a una acción comunitaria que suprime el orden establecido por violación flagrante de los encargados oficiales de velar por los derechos humanos.
El levantamiento popular, así sea en lo micro-social, es la última instancia de defensa de la dignidad comunitaria en lo general y de lo ciudadano en particular. Vulnerada, ya no existe asidero para llevar una vida gregaria y civilizada.
Lo acontecido en esa cabecera municipal es botón de muestra del hartazgo ciudadano de un pueblo en vilo por el florecimiento de lo delictivo y el pudrimiento de lo legal. De la incompetencia de la autoridad gubernamental y de la eficacia de los malandrines para burlarse de las leyes y de la seguridad pública de los ciudadanos. Intermitentemente.
¡No dejarse! En esta expresión el pueblo de Huamuxtitlán condensó en un par de días la rabia contenida ante tantas arbitrariedades de los policías, de los delincuentes, de la violencia, el secuestro y la impunidad fríamente calculados en la mar de extorciones y ante una aparente marginalidad comunal.
El impacto social de la explosión ciudadana de Huamuxtitlán radicó en el vigor con que exhibió el anacronismo del gobierno municipal. Fue la irritación social convertida en furia civil, desde el momento en que no se les dio la gana seguir arrodillados ante tanto atropello. Así ha empezado la otra y nueva historia de esa localidad.
Después de estos eventos otro tipo de ciudadanía se avizora en esta cañada. Como lo es en buena parte de la Montaña y Costa Chica a partir de la existencia de la ya ejemplar policía comunitaria.

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