Héctor Manuel
Popoca Boone.
En el principio,
el poder nació de un acuerdo entre los seres humanos con vocación gregaria, al
sub-sumir sus voluntades delegándolas en un jefe para el supuesto beneficio
común, en torno a algo que los unifique, pero a la vez que posibilite concretar
el acatamiento social a ese empeño. Es una vinculación de arriba hacia abajo. El
ámbito del poder es de tipo relacional, vertical y colectivo.
El poder brota
con el peso de la dominación. Con la violencia en potencia, consentida y contenida,
soportada en reglas de comportamiento legalizadas y acatadas por todos con la
persuasión que dan los medios de fuerza institucionalizados.
La
institucionalidad hace posible la existencia de una impunidad que garantiza inmunidad.
La dureza institucional se usa para hacer valer el poder mismo en pos del
fortalecimiento y defensa de posiciones populares, o bien, de propiedades e
intereses particulares. Los más peligrosos y costosos factores de inestabilidad
de una sociedad son la concentración del poder, político y económico, en unas
cuantas manos en beneficio de esas manos.
El poder
adquiere una dinámica propia, como si lo único que importara fuera el poder por
el poder mismo. El poder ha arribado al campo de la auto-justificación, es
decir, a la posibilidad de consumar arbitrariedades sin avergonzarse ante los
gobernados justamente porque ha conquistado una naturaleza y jerarquía propia, un
ritual y una dinámica específica, una fisiología peculiar donde el servicio a
lo popular queda en su mínima expresión.
El poder provoca
placer y se convierte en vicio. El poder excita. Quiere uno más y más y se
quiere repetir al máximo posible una vez conocido y disfrutado. El poder es el
mejor afrodisiaco -lo confesaba Kissinger- pues su usuario se siente galán, seguro
de sí mismo, prepotente, perdonavidas, generoso, dadivoso, inteligente y gran
estratega.
Buena parte de
los políticos mediante el poder se creen reyecitos que todo lo consiguen o
doblegan (por la fuerza o la talega) y,
por tanto, obnubilados quedan con el uso de él. Lo adictivo radica en no
perderlo a lo largo del tiempo. Por eso todas las relaciones sociales tejidas a
su alrededor son utilitarias. El que busca más poder, más radicalmente limita
su cercanía con el pueblo. La pérdida del lenguaje y del contacto con la
realidad son solo las dos caras de la misma lejanía.
La mayoría de
los políticos de hoy son los grandes distorsionadores de la realidad. Son talentosos
para el disimulo. Tratan de volver verosímil lo inverosímil. La verdad debe ser
como ellos quieren que sea. Tarde o temprano, sin embargo, la realidad se
impone y la verdad ficticia emanada del poder se desvanece.
El poder no
funciona sin teatralidad, de ahí la capacidad histriónica que demuestran los
profesionales del poder. Es, en mucho, imagen, impresión y apariencia. Importa
más parecer que ser. Si falla la escenografía y el actor, el poder erosionado
va quedando. Está en la naturaleza misma de su práctica la necesidad de fingir.
Poder es hacer creer.
En el afán de
más poder, los grupos políticos facciosos se asemejan mucho a los grupos
mafiosos. Obediencia, sumisión, pertenencia, incondicionalidad y falta de
escrúpulos. Lo dialectico es que el poder es apóstata por naturaleza (abandonar
un grupo -o a una persona- para entrar en otro renegando del primero). Las
amistades son eventuales y el puñal asoma entre las ropas.
PD1. Artículo
elaborado después de la lectura del libro: “La invención del poder” de Federico
Campbell.
PD2. “Todos para
uno y uno para todos”. Rubén Figueroa Alcocer (en su juego dentro del PRD),
auxiliado por David Jiménez Rumbo, quiere retomar el poder estatal postulando a
Armando Ríos Piter ¡Bonita triada!
PD3. ¿Pues no
que la CRAC actúa sólo en el ámbito de la seguridad y justicia comunitaria
indígena? Involucrarse activamente en otro tipo de luchas sociales es deslegitimar
su existencia y finalidad.
PD4. Vuelvo a
insistir: Formulemos un pacto de reconciliación estatal, con compromisos
realistas de transformación en la educación pública, seguridad popular, justicia
y combate real a la pobreza estatal.
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