Héctor Manuel
Popoca Boone.
Un lector me
cuestionó sobre mi aseveración de que el programa presidencial de la “Cruzada
contra el Hambre” corre el riesgo de tomarnos desprevenidos y no obtener los
resultados que todos ansiamos. A continuación explico algunos de los obstáculos
que habremos de superar.
Parto de ciertas
definiciones básicas: El hambre es provocada por la pobreza; y ésta por la
falta de ingresos económicos remuneradores que necesitan percibir las familias;
y la carencia de éstos emolumentos es consecuencia de que no hay empleos
estables y dignos para aquellos que están en edad de trabajar; Y estos no
existen mientras sigamos empeñados en un modelo de crecimiento económico que no
alienta la inversión productiva y a la vez, privilegia la concentración del
ingreso nacional en pocas manos a costa de la pobreza de la mayor parte de la
población.
Por lo tanto, el
hambre y la pobreza no se erradicarán tan solo con programas de protección
social. Sirven y son convenientes para menguar la primera y administrar la
segunda. Ambas dolencias sociales siguen creciendo en nuestro país, a pesar de
que también crece el gasto público en ese rubro.
En el nuevo
programa presidencial, el reto a superar es la descoordinación institucional
que se presenta en los tres niveles de administración pública (federal, estatal
y municipal). Es una mala inercia que se arrastra de antiguo, en donde cada
institución está acostumbrada a actuar bajo su cuenta y en base exclusivamente
a su campo de competencia y sus propias reglas de operación. Las instituciones
acusan el “Síndrome del Llanero Solitario”.
Falta un plan
integral de desarrollo regional que sea la guía rectora obligatoria que acuerpe
todos los esfuerzos gubernamentales y que sea concertada con los grupos sociales.
Hace mucho que la planificación dejó de ser un instrumento de gobierno con las nefastas
consecuencias que actualmente padecemos.
La coordinación con
visión estratégica es necesaria porque la pobreza, y por ende el hambre, están
sobre-determinados por una multiplicidad de factores que actúan en diferentes dimensiones,
ámbitos y en territorios con especificidades locales de gente, recursos
naturales, tecnologías, mercados, idiosincrasias, hábitos de trabajo y
alimenticios, entre otros.
La articulación
de esfuerzos regionales bajo una sola estrategia requiere además trasvases
interinstitucionales en por lo menos tres perspectivas: de sustentabilidad, de género
(mujeres) y de generaciones emergentes (jóvenes), que hoy están desvinculadas,
aisladas y sin prioridad programática.
Al no existir un
marco global que vincule empeños y recursos públicos y sociales se desvanecen
múltiples sinergias positivas que se pudieran generar. Es menester contar con
una institución líder –tanto federal como estatal- con fuerza conectiva y
articuladora del esfuerzo integral que se vaya a realizar.
Si bien es
cierto que el decreto presidencial encomienda a la Sedesol federal esa responsabilidad,
le tomara tiempo asumirla del todo, por el síndrome ya descrito y porque ningún
funcionario, a estas alturas de inicio del partido, desea roces y conflictos con
sus pares en los recién creados gabinetes de trabajo federal; y también con los
gobiernos estatales y municipales.
Si a lo anterior
se le suma la normatividad establecida (reglas de operación) “estandarizada a
nivel nacional” en la aplicación de cada programa y en cada dependencia, nos
encontramos que los desnutridos agraciados tendrán que sufrir el vía crucis de
una tramitología kafkiana que cuando lleguen los apoyos, habrán muerto de
inanición.
Permanece la
consigna en la tecnocracia de que si la realidad no se ajusta a la norma, lo
que debe cambiar es la realidad más nunca jamás las reglas de operación. A menos que los técnicos o funcionarios les auxilien en
eludirlas con una módica mochada de por medio.
En este tipo de
sobornos y corrupción se estima que de cada 100 pesos netos que deben de llegar
al beneficiario para algún proyecto, en realidad recibe 60 pesos, en términos
generales. Lo demás se queda para aceitar la gestión burocrática de
funcionarios y técnicos.
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