Héctor Manuel
Popoca Boone.
Decepción. Grande fue mi frustración con el programa
presidencial “Cruzada contra el Hambre” porque lo consideraba una honesta y
verdadera opción para combatir la pobreza urbana y rural. Entré en dudas al
enterarme de que uno de los patrocinadores privados del programa era la
embotelladora ¡Coca-cola! cuya aportación a la desnutrición funcional del
mexicano es de antología. Es como si una compañía cigarrera respaldara una
cruzada contra el cáncer pulmonar.
Poco después
tome conocimiento de que en Veracruz, en las vísperas de las elecciones locales,
funcionarios de la Sedesol federal y políticos del PRI, pretendían usar dicho
programa y sus recursos para la cooptación de votos electorales. No salía de mi
asombro ante tal aberración, cuando me percaté que los delegados federales de
esa secretaría lejos de ser profesionales del desarrollo regional o
especialistas en la lucha contra la pobreza eran ¡operadores políticos del PRI!
Es decir, personas peritas en el uso de los programas institucionales y del
erario público para fines de clientelismo político.
Renovada quedó
mi decepción ante la información del despilfarro de recursos económicos que
hizo la Sedesol para promocionarlo mediante la organización de un concierto
musical para recaudar alimentos destinados a las zonas de miseria de México cuyo
costo ascendió alrededor de 20 millones de pesos y lo captado en alimentos
básicos al final de cuentas tuvo un valor de 20 veces menos.
No me reponía
de mi depresión, cuando supe que los comedores comunitarios que se establecerían
en las localidades rurales y colonias populares correrían por cuenta de ¡El
ejército mexicano! O sea, ¿una parte del programa se militarizaba?
Con este
inicio chueco del programa, concluyo que como gobiernos civiles no nada más no
podemos todavía otorgarles seguridad pública a los ciudadanos y enfrentar a la
delincuencia organizada, sino tampoco combatir la pobreza. La resultante es que
cunde el desánimo en los técnicos de las distintas instituciones al trabajar
con gran descoordinación y que junto a la carencia de una estrategia común e
integral para instrumentar el programa de marras, da lugar a que cada cual hace
lo que puede en forma individual y un tanto en forma anárquica al no contar en
los hechos con un real liderazgo que aglutine el esfuerzo institucional en
torno a un verdadero plan estratégico de desarrollo micro-regional.
Desnacionalización. Hace cinco años, el actual coordinador de los
diputados federales priistas, Manlio Favio Beltrones -que a la sazón era
coordinador de la fracción parlamentaria del PRI en el Senado- expresó
públicamente lo siguiente: “Estas iniciativas (de privatización del petróleo de
Felipe Calderón y el PAN) plantean que las refinerías, los ductos y los
almacenajes los hagan la iniciativa privada. Nosotros plantearíamos que no. Que
los siga haciendo el Estado Mexicano. Debemos de regresar la confianza a los
mexicanos de que podemos hacer las cosas; no podemos seguir poniendo en duda la
capacidad del Estado Mexicano para poder hacer cosas; cosas que beneficien a
los mexicanos. Nos damos por vencidos ya, con esas iniciativas. Que los mexicanos
no servimos para ello (administrar nuestro petróleo). O por lo menos los
mexicanos que formamos parte del Estado. A lo mejor pensamos que los únicos que
sirven, son los que sirven a la iniciativa privada”
Ahora este
personaje político es uno de los principales promotores de la privatización del
petróleo mexicano. Posiblemente sea por las comisiones que por venta los del
PRI han de obtener o por pago de facturas de campaña presidencial. ¡Vaya usted
a saber!
PD1. Torpemente,
un grupo de policías comunitarios impide la salida de un grupo de soldados de
un pueblo. La reacción del gobierno es encarcelar y desarmar a una parte de
ellos sin el debido proceso. ¿Y la delincuencia organizada?... riéndose.
PD2. Expresemos
nuestro repudio a la privatización del petróleo mexicano en la consulta pública
que se realizará mañana en Guerrero y en la concentración del 8 de septiembre
en el zócalo del DF.