jueves, 19 de septiembre de 2013

Organizarse para ayudar.



Héctor Manuel Popoca Boone.
 
Los que hemos participado en labores de ayuda a la población víctima de desastres naturales (huracán Paulina y otros) tenemos presente cuestiones básicas para que el esfuerzo gubernamental sea lo más eficaz posible. Menciono algunas de ellas, esperando que sean de utilidad en la organización y funcionamiento de la ayuda en el gran percance que la tormenta tropical “Manuel” ocasionó en la vida y patrimonio de miles de guerrerenses. Por la magnitud e intensidad del fenómeno climatológico estimo que los trabajos de apoyo institucional se prolongarán más allá de seis meses.

I)                   La coordinación institucional fue muy estrecha porque trabajamos juntas aquellas dependencias, tanto federales como estatales, que teníamos afinidades funcionales, por ejemplo: La Sedesol federal con la Sedesol estatal, La Sagarpa con la Sdr; La Sedatu junto con Invisur; la SCT con la Sduop; la Conagua con la Capaseg, etc. Se reforzaba el equipo si el ayuntamiento respectivo tenía dependencias municipales similares en propósitos. Era valiosa la colaboración para actuar como un solo equipo de trabajo.
La conjunción de recursos materiales, económicos y humanos fue fundamental; así como el destierro de toda burocratización dejando a un lado las “reglas de operación” en virtud de que estábamos actuando en condiciones de emergencia ante un desastre natural de gran calibre.

II)                Una vez constituidos los grupos interinstitucionales de trabajo procedíamos a delimitar el campo de acción territorial para definir responsabilidades y logro de resultados en las tareas y en la entrega de apoyos a los damnificados. Los puntos de acción de primer nivel (los más cercanos a la población) fueron en lo rural: ejidos o bienes comunales, y en lo urbano: colonias o barrios.

III)             El segundo nivel de atención y coordinación más agregado lo conformaban varios puntos de atención y acción comunitaria colindantes de primer nivel, en donde se establecía una coordinación interinstitucional de zona. Ahí se establecía una bodega de acopio de apoyos de emergencia (agua, víveres, ropa, enseres domésticos, tanto gubernamentales como de aportaciones civiles, etc.), así como de herramientas e insumos para la rehabilitación primaria del patrimonio dañado, ya fueran viviendas o parcelas.

IV)             El tercer nivel de atención era de tipo zonal en donde se ubicaba un almacén regional de acopio de apoyos que se encargaba de abastecer a las bodegas del segundo nivel de atención, así como de llevar el control y registro de lo demandado, programado y entregado en la zona.

V)                El primer nivel de atención ciudadana estaba integrada por brigadas de técnicos de los tres órdenes de gobierno y autoridades comunitarias con el auxilio de ciudadanos escogidos para tal fin por la gente de la localidad en asamblea pública. Para evitar robos y mal uso de los apoyos recopilados, las bodegas de acopio eran resguardadas por elementos de la policía municipal, estatal y/o ciudadanos que tuvieron esa encomienda. En el tercer nivel de atención, los almacenes de acopio fueron cuidados por policías junto con funcionarios públicos, ya fueran federales y /o estatales. Hubo un cuarto nivel de atención donde se ubicaron los grandes almacenes sub estatales o regionales que estuvieron a cargo del ejército mexicano junto con mandos superiores de dependencias federales y estatales.

VI)             Para levantar el padrón de beneficiarios se le pedía a los líderes locales, así como a sus partidos políticos y organizaciones sociales, permitieran a las brigadas institucionales interactuar libre y directamente con la población damnificada sin intermediación de ninguna especie y que las listas de los beneficiarios se formaran a la luz pública en asambleas comunitarias o de colonos, a la vista y sanción de todos.

VII)          Los apoyos eran entregados en forma programada y escalonada según su naturaleza. Lo inmediato y urgente fue la distribución de agua, ropa, víveres y dotar de medicamentos de primeros auxilios y antibióticos a las casas de salud, así como el inicio de campañas contra plagas y enfermedades provocadas por agua y alimentos contaminados.  Después se entregaron los materiales, insumos y herramientas para apuntalar viviendas y parcelas. Posteriormente, se otorgaron apoyos económicos equivalentes al salario mínimo de un mes, por trabajos realizados y constatados para su propio beneficio de rehabilitación, a través del programa de empleo temporal.

VIII)       La entrega de auxilios fue en forma directa a cada uno de los beneficiarios y en el seno de asambleas públicas de pueblo. Quedó estrictamente prohibido todo intento de lucro político, económico o social por parte de organizaciones, líderes, funcionarios públicos o policías. A quienes intentaban hacerlo se les denunciaba públicamente y, en su caso, se les cesaba laboralmente, sin distinción de jerarquías. (Más de uno quiso hacerlo).

IX)             La honestidad, la focalización hacia los más perjudicados, la eficiencia y la eficacia en la aplicación de los programas de ayuda fueron claves para el éxito de los mismos.

X)                Condición indispensable para todo lo anterior fue darle prioridad a la restauración de la infraestructura básica de caminos, carreteras, puentes y medios de comunicación; así como servicios públicos de agua, alumbrado y seguridad pública.

La restauración de la vida “normal” de Guerrero tardará más en la medida en que no busquemos y contemos con la participación y la coordinación adecuada de la ciudadanía en las tareas de rescate. Ello es necesario dado el tamaño de los daños y porque solos, el gobierno, sencillamente no podemos.


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