A poco más de un año como gobierno federal, el
régimen priista de Peña Nieto, ha marcado su impronta anti pueblo y anti nación.
En el plano político resalta la intención del PRI y el Presidente de continuar
en el poder más allá de este sexenio; volviendo a conducir a México bajo el
vetusto estilo presidencialista, pero ahora más retrógrado y a la vez remozado.
¡Ay de aquel que ose chistar o no guardar la debida disciplina partidaria porque
puede quedar descartada su carrera política!
Hay un rápido proceso de re-centralización y
concentración del poder, bajo la égida del Presidente de la República,
apoyándose en el secretario de gobernación como real jefe del gabinete. La
secretaría de Gobernación ha sido fortalecida de nuevo al poner bajo su control
todos los hilos de la seguridad pública, de la central de información política,
del control de las agendas político-electorales, de la regulación de las
telecomunicaciones, de la vinculación con los gobernadores, con las fuerzas
armadas y con la relativa subordinación de los otros poderes de la federación.
El Presidente asume de nueva cuenta su papel de jefe
máximo del PRI. Las principales decisiones partidarias tendrán que pasar por su
venia, palomear la lista de los que serán candidatos a las gubernaturas
estatales, a las curules federales y a las presidencias municipales de las más
importantes ciudades del territorio nacional.
La presidencia está retomando todos los hilos más
relevantes de la política, de la política económica, de los programas de
protección social y de las relaciones exteriores del país; disminuyendo la
transferencia de presupuestos públicos a los gobiernos estatales y municipales;
debilitando con ello al federalismo al tomar las riendas del desarrollo regional
y estatal. Ahí donde se presenten rasgos fuertes de ingobernabilidad (Michoacán,
Tamaulipas…) el presidente está dispuesto a enviar comisionados estatales que
serán en la práctica los verdaderos gobernantes.
A nivel estatal, las delegaciones federales de las
diversas instituciones fungirán como centros de operación política, donde se
canalizan desde ya los recursos económicos, servicios y programas, preferentemente
para conseguir el respaldo de ciudadanos a las candidaturas priistas en épocas
electorales.
En el plano de la política económica, el presidente,
el PRI-PAN y parte del PRD (éste último en el papel del tonto útil) se proponen
fortalecer y consolidar el neoliberalismo que ha prevalecido en el país por más
de 25 años y cuyo resultado ha sido mayor pobreza y escasos empleos generados, sobre
todo para los jóvenes. Ahora, el formato económico neoliberal ha sido profundizado
con las reformas legislativas de tipo fiscal, energética y educativa, entre
otras, que el grupo en el poder ha impuesto a la nación gracias a una exitosa estrategia
político-legislativa blitzkrieg (relámpago).
Bajo el priismo monolítico proseguirá el adelgazamiento
y desmantelamiento de lo que queda del estado mexicano como rector de la
economía. Como lo hizo el PAN en su momento, el PRI seguirá favoreciendo a la
gran empresa nacional y trasnacional a costa del pueblo y de los pequeños y
medianos negocios. La economía nacional seguirá estancada y a la vez altamente
concentradora del excedente económico, producido con claro carácter extractivista
por unos cuantos potentados, de adentro y de afuera.
Con Luis Videgaray al frente de la Secretaría de
Hacienda, estoy seguro que continuará la orientación de la economía nacional
hacia los mercados internacionales y no al mercado interior; debilitando los
círculos virtuosos del ganar-ganar en la cadena del valor agregado; sobre todo
al mantener los salarios bajos a los trabajadores y precios altos en los bienes
y servicios para la población (la gasolina y los pasajes, por ejemplo).
La bancarrota del campo mexicano seguirá. Solamente
pervivirá como rentable la agricultura de riego orientada preferentemente a la
exportación, en detrimento de la mayoritaria agricultura de temporal.
PD. El PRI al que aspiraba Luis Donaldo Colosio ha
quedado debidamente sepultado para siempre.
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