Héctor Manuel Popoca Boone.
Recientemente afirmé que
usufructuar el poder permanentemente acaba por idiotizar a quien lo detenta.
Personaje emblemático de esta sentencia fue el último “Sha” de Irán. Famoso por
su desbordamiento abusivo del poder, derivado de ser dueño de vidas y haciendas,
pero sobre todo del petróleo de su país.
A finales de 1973 dio a
conocer a su empobrecido pueblo que, gracias a los precios elevados alcanzados
por el petróleo en los mercados mundiales, su país -que tiene una de las más
voluminosas reservas mundiales- recibiría miles de dólares cuadruplicados, es
decir, si sus exportaciones de petróleo representaban entradas por 5 mil
millones de dólares anuales, luego fueron de 20 mil millones. De la noche a la
mañana. Riqueza nacional a la libre disposición del dictador Mohammed Reza
Pahlevi (1919-1980), último monarca de Irán.
Para administrar dicha
abundancia el Sha crea para su pueblo (hambriento, harapiento y analfabeta) la
consiga imperial: “Bienestar para todos”, que supuestamente los habría de
colocar entre los cinco países más desarrollados del mundo, en un lapso de diez
años. Así, empezó el desenfreno y el despilfarro, el desvarío y el despropósito
en la aplicación del gran excedente económico generado por el petróleo y el
gas.
Comenzó a importar grandes
cantidades de equipo militar y armamento, aviones y barcos, misiles, todos con
la mejor tecnología que le brindaba el mercado mundial de armas. Lo mismo hizo
con plantas de energía nuclear, de electricidad, fundiciones de acero, así como
todo tipo de factorías con los insumos necesarios para su operación.
Empiezan a presentarse “cuellos
de botella” imprevistos. Llegaban de continuo, barcos repletos de maquinarias y
mercancías de Europa, Rusia y Estados Unidos. Pero no había ningún puerto de cabotaje
de altura. Los buques permanecían varados en el mar varios meses antes de tener
turno para descargarlas.
Una vez depositadas en
tierra firme no había bodegas en tamaño y número suficiente para almacenarlas.
Millones de toneladas de mercancías permanecieron desparramadas al aire libre
donde el calor y el viento del desierto pronto las volvieron inservibles. Los
productos rescatados no se podían trasladar. El Sha no estaba informado que su
nación carecía de suficientes carreteras. Solo había caminos de terracería. Él
vivía en su burbuja palaciega, junto con su corte imperial y gerifaltes. Alejado
totalmente de la realidad cotidiana de su pueblo.
En forma febril se
construyeron las indispensables carreteras, por compañías constructoras extranjeras
que les vendían también toda clase de camiones de carga. No fue óbice la
carencia de adiestrados choferes. El poderoso Sha fletaba aviones chárter para
llevar conductores surcoreanos, que, al poco tiempo prefirieron regresar a su
país ante la falta de mecánicos que les dieran mantenimiento a los camiones, y por
el agobio que les generaban los niveles de calor prevalecientes. Los grandes y
pesados camiones quedaron inutilizados a la vera de las vías terrestres recién
construidas.
Cuando por fin llegaron
las fábricas a los lugares indicados para ensamblarlas y echarlas andar, salió
a relucir que no había suficientes ingenieros y técnicos iraníes para tal
cometido. Cosa que, por supuesto, no sabía el Sha. Sus ministros y cortesanos
le mostraban datos inflados sobre lo que realmente tenía el país. Para colmo,
no había los suficientes institutos tecnológicos y universidades que formaran
una juventud calificada para tal finalidad. Buena parte de las fábricas compradas
quedaron arrumbadas. Hubo de contratar una multiplicidad de profesionales y
técnicos de diferentes nacionalidades con altos sueldos, que provocaron
sentimientos de inferioridad y humillación a los propios iraníes. (Continuará)
*-“El Sha o la desmesura del poder”- (Ryszard
Kapuscínski).
PD1. En México fueron
descubiertos rentables mantos petrolíferos en áreas ya concesionadas a la empresa:
“Sierra, Oil & Gas”, de la familia de Carlos Salinas de Gortari. Gracias a
la antipatriótica triada compuesta por PRI-PAN-PRD.
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