La
trasformación social que requiere nuestro país para salir del hoyo negro en que
lo han embarrancado desde hace varias décadas la triada PRI-PAN-PRD, necesita
la presencia de tres condicionantes que los clásicos del estudio político han
identificado. A saber: 1) Que los de abajo estén verdaderamente hartos de los
de arriba. 2) Que los de arriba, con su desmedida voracidad, ya no puedan gobernar
a los de abajo. 3) Que haya un liderazgo social que encabece la inconformidad,
con carisma, arraigo y una visión de progreso hacia el futuro compartida por la
mayoría de los mexicanos.
Dichos
líderes deben de personificar el sentir mayoritario de la población, para que, a
un determinado llamado y en el momento oportuno, encabecen la movilización ciudadana
transformadora y hagan a un lado los fuertes obstáculos que los de arriba
habrán de interponer, para que no les sean arrebatados sus descomunales
privilegios.
Esos
hitos históricos que han sido verdaderos parteaguas en los destinos de México
han sido protagonizados por Miguel Hidalgo, José Ma. Morelos, Benito Juárez, Francisco
Madero, Lázaro Cárdenas, entre otros muchos más. No se explicarían sus gestas
sociales si no hubieran sido respaldadas por la población oprimida. Muchos de
esos dirigentes fueron tildados peyorativamente de caudillos arbitrarios, indios,
mesías déspotas, “Atila del sur” o sencillamente ilusos descocados.
Adolfo
Orive Bellinger (AOB) destacado maestro del cambio social que fue en la
Facultad de Economía de la UNAM, expresa qué no será fácil que se den esas
condiciones si no trabajan los dirigentes de los partidos de izquierda con gran
generosidad y con altura de miras patrióticas; anteponiendo siempre los
intereses supremos de la mayoría del pueblo de México.
Dice
AOB con sumo realismo: “Los
partidos de izquierda han dejado de serlo, al carecer
de ideología y convertirse en meras empresas de colocación, que escogen como
candidatos a quienes les garanticen mayores réditos políticos y económicos, por
medio de clientelas de votantes” Se duele de la fragmentación actual de la
izquierda mexicana. Denuncia que el objetivo de sus dirigentes nacionales no es
el servir a la gente, sino cómo servirse de la gente para lograr sus intereses
personales o de grupo político.
Se han vuelto empresas capitalistas, añade.
Porque los que poseen el registro del partido y/o dirigencias nacionales
sempiternas, acaban volviéndose en propietarios de facto. Y todos los
militantes, cuadros medios y dirigentes de comités de base, terminan siendo una
especie de trabajadores asalariados. La chamba de esos militantes es conseguir
votantes y formar clientelas para beneficiar, en última instancia, a tales
patrones.
“El hecho de que sean los dueños de un partido
explica que un dirigente o delegado pueda nombrar a su esposo (a), al hermano
(a) o a otro consanguíneo como sucesor (a), el político a la amante, los
funcionarios del partido a sus secretarias y empleados. Porque como en
cualquier empresa, el dueño nombra a la persona que le tiene toda la confianza
del mundo para que siga administrando los bienes en su favor”. De esa manera, los partidos de izquierda se han convertido
en un instrumento para hacer dinero y regodearse como buenos burgueses
políticos en los pasillos palaciegos, transportándose en autos costosos.
El error de la dirigencias partidarias ya
establecidas, continua AOB, es que traicionan fácilmente lo que está plasmado en
la declaración de principios y en el programa de acción de sus respectivos
documentos básicos, que mandatan estar permanentemente pendientes y vinculados
solidariamente con aquello que más le duele al pueblo.
PD1. Gran torpeza es tratar de aliarse con partidos
políticos que la ciudadanía está repudiando por ser corruptos y tener las manos
manchadas de sangre.
PD2. La última encuesta nacional del diario
Reforma indica que Morena puntea con 30 %; le sigue el PAN con 26 %; en tercer
lugar está el PRI con 14 %; y en cuarto lugar el PRD con 6 %. Como se ve, sigue
creciendo la ola política a favor de Andrés Manuel López Obrador, a pesar del
alud de difamaciones que, día a día, vierten contra él sus adversarios.
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