Héctor Manuel Popoca Boone.
Bien para Guerrero tuvo el
encuentro del presidente electo de la República, López Obrador, con el
gobernador del estado, Astudillo Flores. Hubo un mayor conocimiento personal
mutuo, en un marco de respeto y de reconocimiento a la jerarquía institucional
que nuestra democracia federal les otorga a cada cual.
De buenos gobernantes fue
anteponer los intereses superiores de Guerrero, a sus diferencias en el estilo
de gobernar. La mayoría de los mexicanos demandamos nuevas formas de usar el
poder; es decir, de cómo ponerlo al servicio y beneficio de todos; y no de unos
pocos.
Es un imperativo popular,
exigido democráticamente. Hay aceptación e intención del presidente de la
república y del gobernador estatal para responder a las expectativas sociales
por los cambios y transformaciones demandadas por los mexicanos en general y
los guerrerenses en particular.
“Primero los pobres.”
“Nadie por fuera o por encima de la ley.” “No robar. No mentir. No traicionar.”
De consignas de campaña política se convertirán en normas para la acción
gubernamental federal, que regirán en los próximos seis años. El gobierno
estatal, así como el gobierno municipal de Acapulco, encabezado por Adela Román
Ocampo, consintieron allanarse a los mismos para el cambio en el ejercicio de
gobierno.
En otras palabras, la
semana pasada en Acapulco, los tres gobernantes declararon públicamente sumar
esfuerzos para elaborar la agenda del cambio y concretar las acciones conjuntas
para realizarlo. De esa conjunción de intencionalidades políticas, el mayor
beneficiario será Guerrero.
No será fácil, porque
afloraran las resistencias de aquellos beneficiarios de lo que hasta ahora se
trata de transformar de manera trascendental. No será sencillo, porque habrá
vicios de poder enquistados antaño que representan serios obstáculos, como lo
son; la deshonestidad, la impunidad, el desapego social, el usufrutuo del poder
visto como un fin para el beneficio personal o de grupo y no como un medio para
lograr el bienestar social. Se opondrán todas las viejas formas de ejercer el
poder público que nos han llevado al empantanamiento y a la degradación de la
convivencia pacífica en las últimas tres décadas.
Enrique Peña Nieto en el
plano nacional, Javier Duarte en Veracruz y Evodio Velásquez en Acapulco, son
prístinos ejemplos de lo aquí asentado. Por eso, no será del todo inmediato el
desprenderse de erróneos y enraizados hábitos que permean el ejercicio de
gobernar, como lo son: la simulación, la farsa, la mendacidad, la ineptitud, la
omisión premeditada, el cinismo, la hipocresía o la frivolidad entre otro tipo
de excesos.
La primera oposición
política soterrada será la de los políticos conservadores. Aquellos que quieren
que se preserve el statu quo
gubernamental del cual se han inflado y enriquecido sin medida. Como buenos
zorros fingirán cambiar para que todo permanezca igual, a pesar de los malos
resultados institucionales a lo largo de las tres últimas décadas y que están a
la vista de todos: inseguridad, pobreza, falta de empleos, ingobernabilidades
regionales, despojo de territorios y recursos naturales, además del malestar
generalizado de la ciudadanía por el estado actual de las cosas.
A lo anterior hay que
agregar una mayor desigualdad e injusticia social, endeudamiento público y
desgobierno regionalizado. Por eso son urgentes los cambios para las
transformaciones estructurales que reviertan esos perniciosos y agravados
resultados que han clausurado los senderos para logar bienestar social, paz y
certidumbre colectiva en el futuro.
Por último, pero no
menos importante es la actuación de los “amigos organizados” que representan
también otro fuerte obstáculo para la gobernabilidad, para la paz, y la
cohesión social, tanto a nivel estatal como nacional.
PD. No obstante que
no hay mella en la inversión y el empleo, en los últimos tres años no se ha
podido cumplir con la principal consigna gubernamental: orden y paz.
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