Héctor Manuel Popoca Boone
Desconozco si el presidente
de la república se inspiró en la lamentable realidad de Guerrero para lanzar
sus lapidarias y nada retóricas frases contra la corrupción y la inmunidad,
vertidas el pasado sábado 1 de diciembre del año en curso. Pero
vergonzantemente nos quedó el saco a la medida.
Una de las características
distintivas de los gobiernos de Guerrero -en esta terminal época neoliberal- ha
sido la corrupción y la impunidad, como “la principal función del poder público”;
extendida a tal grado que “el sistema en su conjunto ha operado para ejercer
esas prácticas” corrosivas del tejido social. Los gobiernos estatales y
municipales, emanados del PRI como del PRD, las usaron para hacerse del poder y
enriquecerse a costa de un pueblo que se crece en medio de la aguda pobreza y la
extrema desigualdad social.
El presidente de la república,
López Obrador, dijo enfáticamente: “El gobierno ya no será un simple
facilitador del saqueo, ni será un comité al servicio de una minoría rapaz” Quizás
estaba pensando en la empresa minera extranjera que actualmente explota uno de
los más ricos yacimientos nacionales de oro, localizado en el fundo “Media Luna”
en la zona de Mezcala. Cuyos concesionarios suelen venir a México, de vez en
vez, a jalarle las orejas al gobierno federal y estatal cuando considera que no
están defendiendo adecuadamente sus intereses patronales.
Recordemos que, en Guerrero,
en las páginas de la ignominia, quedó plasmado el impune saqueo legalizado que
sucesivos gobiernos federales y estatales realizaron de las tierras ejidales de
lo que hoy es “La Zona Diamante”. Fue a través de PROTUR (la fraccionadora
oficial-estatal) que, incluso, regaló terrenos de alta densidad económica a connotados
políticos priistas de nivel nacional; convirtiéndose así en una gran fuente de
corrupción de los gobernantes en turno. No se diga del desarrollo turístico de
Ixtapa-Zihuatanejo, por medio de la inmobiliaria oficial-federal: FONATUR.
Ahora pretenden seguir
haciéndolo con la venta de los terrenos que quedan de la expropiación por causa
de interés público (¡Club de golf!) del ejido de Icacos, en la Zona Dorada de
Acapulco, realizada hace décadas atrás. Todas esas extensiones territoriales,
con gran vocación turística, fueron adquiridas mediante la indemnización a sus
antiguos usufructuarios rurales a precios de cuentas de cristal para luego,
construida la infraestructura básica de fraccionamiento, revenderlas a precio de
oro.
El presidente, López Obrador,
afirmó que el gobierno federal recuperará su papel que le corresponde en la
disminución de la desigualdad social; calificando de inhumano utilizar al
gobierno para defender intereses particulares y desvanecerlo cuando se trata de
proteger a las mayorías. Al respecto, si
hay una ciudad donde es patente, con mayor claridad, los mayores contrastes
sociales, alentados por los gobiernos corruptos neoliberales del PRI-PAN y PRD,
es, sin lugar a duda: Acapulco.
Vale en todo lo que cabe esta
otra consideración presidencial: “Nada ha dañado más a México que la
deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el
influyentísmo”.
Los sureños debemos
aprovechar esta oportunidad histórica que se nos abre para empezar a emanciparnos
de la pobreza y la desigualdad social, a través de la “regeneración verdadera y
radical de la vida pública” de Guerrero. Será imperdonable -nuestros hijos y
nietos nos lo recriminarían acremente- no limpiar de raíz el ejercicio de la
administración pública, en todos los órdenes gubernamentales.
En fin, en México terminó la
era de 36 años de duración de neoliberalismo económico, donde predominó “la más
inmunda corrupción pública y privada”. Por supuesto que habremos de
enfrentarnos con la clase política conservadora de viejo cuño. No hay que pecar
de ingenuos, todavía son muchos los corruptos y están en todas partes.
Defenderán con viejas y nuevas artimañas sus intereses inconfesables, pero
recordemos que “solo el pueblo, salva al pueblo”.
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