Héctor Manuel
Popoca Boone.
La humanidad y sus civilizaciones no se
pueden explicar sin su ligazón con los principales componentes de su ingesta
alimenticia cotidiana. El pueblo chino y el japonés están indisolublemente
ligados al cultivo del arroz; los pueblos originarios de Mesoamérica y de
Sudamérica no se explican sin el maíz, los de Europa y Medio Oriente, al
cultivo del trigo.
Así, las principales gramíneas: maíz,
frijol, arroz y trigo, son los pilares nutricionales que la naturaleza vegetal
le ha ofrecido a los pueblos para su sostenibilidad y desenvolvimiento a lo
largo del tiempo. De tal suerte que su no cultivo prolongado trae como
consecuencia la extinción de civilizaciones, tal y como aconteció con la
esplendorosa civilización de los mayas en la época prehispánica.
Siempre, el poseer, producir y acumular
granos básicos ha representado una fuente de poder y dominio para doblegar a
pueblos carentes o insuficientes de ellos que, por ello, tratan de ser
autosuficientes y superavitarios para zafarse de ese gran yugo. No hay peor
dependencia que la del estómago. No hay mayor subordinación económica, social y
política que la provocada por el hambre. De tal suerte que la historia de
muchas invasiones de pueblos o naciones por otros tantos son explicadas por la
ambición de apropiarse de terrenos y planicies con alto potencial agrícola. De
ahí surge el llamado “Food Power”
Hoy
en día, la autosuficiencia y la soberanía alimentaria representan la preservación
y el desarrollo libre y soberano de los pueblos ante el embate de una economía
globalizada, voraz y depredadora. Una economía agrícola intensiva que genera un
alto grado de mutaciones transgénicas que provocan dependencia de muchos productores
rurales y naciones con las grandes corporaciones transnacionales como “Monsanto,
Asgrow o Pioneer” Se trata de un tema de soberanía y seguridad nacional.
A
partir de la incorporación de México a La Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económico (OCDE) que nos obligó a retirar toda clase de
subsidios y de apoyos institucionales al campo, así como la suscripción del
Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, (TLCAN) que nos forzó a abrir
indiscriminadamente nuestras fronteras a productos agropecuarios; trajo como
consecuencia una baja importante de la rentabilidad agrícola y, por tanto, una
disminución drástica de la producción de granos básicos; dando como resultado
la importación de alimentos desde otros países de casi la mitad de los granos
básicos promedio que consumimos los mexicanos, en medio de un campo abandonado
y en muchos de los casos convertido en un páramo. Esa es una de las grandes
calamidades resultantes de 36 años de neoliberalismo económico dominante en
nuestro país.
Hoy
nos toca dentro del contexto de la cuarta transformación del país impulsada por
el presidente, López Obrador, fortalecer nuestra dignidad nacional al tratar de
recuperar en 5 años lo que perdimos en tres décadas y media. Esto es, el reto
es reducir al mínimo sino es que desaparecer por completo la importación de
granos básicos que realiza actualmente México. En Guerrero gracias a nuestra
frontera agrícola no utilizada por completo, nuestros sistemas de riego con
capacidad desaprovechada y nuestra baja productividad por hectárea en el
cultivo de las gramíneas, podemos incrementar sustancialmente nuestra
producción quinquenal en alrededor de un 50% como mínimo, como aporte de estas
tierras del sur a la hazaña nacional de recuperar la independencia alimentaria del
pueblo mexicano.
PD.
Al conferirme el Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural del gobierno
federal, Víctor M. Villalobos Arámbula, la responsabilidad de poner en marcha
el Programa Presidencial de Fertilizante 2019, en el Estado de Guerrero; y para
no ser juez y parte, he presentado mi renuncia como Secretario Técnico del
Movimiento Nacional Campesino, Plan de Ayala, Siglo XXI-Guerrero. Desde esta nueva
posición asignada, serviré en lo humanamente posible a todos los campesinos e
indígenas guerrerenses.
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