Héctor Manuel Popoca Boone.
No es posible exhortar a una mayor participación y
responsabilidad ciudadana, cuando los gobiernos conducen con engaños el combate
a la pandemia y ésta queda fuera de control. En Guerrero, la infestación es
demasiada y no pronto frenable; ya que la estrategia implementada no fue del
todo correcta. Hubo obcecación del gobierno estatal en abrir apresuradamente
las actividades económicas no esenciales, cuando el Covid-19 y sus efectos
letales aumentaban.
El gobernador y dos de sus
principales colaboradores, el Secretario General de Gobierno y el Secretario
Estatal de Salud, son los responsables desde el punto de vista formal y
político del combate y control de la pandemia. Solo ellos, a manera de
triunvirato, firman los decretos estatales oficiales, publicados en el Diario
Oficial del Gobierno del Estado, por medio de los cuales, se dan a conocer e
implantan las medidas sanitarias epidemiológicas.
Como
mandatarios gubernamentales, en los hechos, han priorizado la protección del
capital económico por encima de la salvaguarda del ser humano; provocando así,
exceso de pérdida de vidas; sobre todo de aquellos que tienen como único
patrimonio, su mano de obra laboral formal o informal. De tal suerte que el
haber permitido, dentro de la pandemia al alza, continuar con las actividades
económicas no esenciales a más de la mitad de su capacidad, en vez de
contenerlas al 30 %, ha traído como consecuencia potenciar contagios y muertes.
Reprobable
es también que, contando el gobierno estatal con la información más fidedigna
de la virulencia, la manipule, omita y sesgue su divulgación, con expresiones
edulcorantes, con el fin de respaldar decisiones tomadas por el triunvirato,
que a la postre han resultado contraproducentes.
Hagamos
memoria: A principios del mes de julio pasado se transitó del color rojo al naranja;
porque estábamos -nos dijeron- en la frontera entre ambas tonalidades y que
valía la pena darle un pequeño respiro a la economía no esencial, abriéndola en
30 % de su capacidad de ocupación y aforo. Lo que no dijeron fue que traíamos a
cuestas, como antecedente, una grave crisis hospitalaria.
Posteriormente,
el tránsito al color amarillo, fue dado a saber -en forma sorpresiva e
intempestiva- en los primeros días del mes de septiembre; permitiendo la
liberación económica a un 60 %; a sabiendas por todos que teníamos, en los
principales centros urbanos, un preocupante crecimiento de la pandemia. Este
mayor destrabe de las actividades económicas y sociales, trajo como efecto
lógico, una mayor dinámica en el crecimiento de los contagios y fallecimientos;
lo que ocasionó una urgente recomendación federal de retornar al semáforo
naranja, a más tardar, los primeros días de septiembre. Esa sugerencia se acató,
pero no se cumplió.
El
triunvirato gubernamental actuó bajo los cánones del gatopardismo, es
decir, fingió vestir de nueva cuenta de color naranja a Guerrero. La realidad es
que nos mantuvieron bajo el ropaje de color amarelo. La apertura
económica sigue en un 60-50 % y no en un 30 % a lo más, como lo marca la
normatividad sanitaria federal. Por ende, permanece un fuerte relajamiento
social, desatado a partir del puente largo vacacional pasado.
Vamos
de mal en peor. Ahora Guerrero ocupa el 1° lugar nacional en la tendencia de defunciones,
el 4°, en ocupación hospitalaria y en déficit de recuperaciones, el 6°, en el
número de hospitalizados. Estamos por arriba de la media nacional en los
índices de letalidad, positividad y de pandemia activa. Al gobierno estatal se
le empieza a desbordar la pandemia y, con razón, clama por un mayor auxilio de
las fuerzas armadas para controlarla.
PD.
El gobernador de Guerrero dijo: “Nosotros no somos responsables que la pandemia
haya llegado… pero si somos todos, el presidente de la República, los
gobernadores y presidentes municipales, responsables de la conducción de la
misma” (El Sur/4 de agosto del 2020).
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