Héctor Manuel Popoca Boone.
Derivado de la pandemia, Acapulco vive una situación cada vez más crítica. En
su medio urbano y rural se ubica el epicentro estatal de contagio del Covid-19.
Alrededor de 1,100 personas fallecidas y 10,000 contagios acumulados a la fecha,
más los no registrados, dan cuenta de la elevada infestación y mortandad que
padece. Acapulco debió estar, desde tiempo atrás, con las actividades
económicas y sociales limitadas al 30 por ciento; tal y como lo señala el
semáforo naranja federal. El gobierno estatal declinó hacerlo así y protegió a
los negocios económicos, a sus dueños y a los empleos formales, más que a las
vidas humanas en general.
Mediante “el gran engaño” al pueblo, han permanecido abiertas las
actividades económicas y sociales en 50 por ciento, en términos generales, como
si estuviéramos en semáforo amarillo. Hacerlo así, ha traído como consecuencia
un fuerte repunte de contagios y decesos; potencializados por el turismo
nacional que, desde el Valle de México, llegó masivamente y sin mayores
precauciones. Por lo tanto, el crecimiento del Covid-19 ha tomado visos de
estar descontrolado; y de seguir así, para diciembre, Acapulco será un pandemónium
letal para habitantes y turistas.
La decisión de permitir o no, mayor o menor actividad económica y social; en
nuestro principal centro turístico cuya dinámica gira en torno a esa actividad,
fue de suyo grave y difícil. Ya que nunca se pensó en una estrategia real que,
por una parte, contuviera los contagios y por la otra, permitiera la defensa de
la subsistencia popular. Habría que escoger, por la estrategia que provocara
las menos muertes y contagios posibles; pero lamentablemente no resultó como lo
deseado por las autoridades del nivel estatal y municipal.
Algunas acciones o inacciones gubernamentales han dejado mucho que desear; y
a veces, han sido de una insensatez enorme. Por ejemplo: es toda una estulticia
no dedicar a la protección de la salud y la economía popular de miles de acapulqueños,
los 50.4 millones de pesos que el ayuntamiento insanamente autorizó destinar,
de inmediato, a la construcción de un ostentoso paso elevado vehicular, que no
es obra esencial en estos tiempos de pandemia en crecimiento. Por otro lado,
los prometidos centros estratégicos cuarentenarios hospitalarios, para tratar a
la gente contagiada en forma temprana (y evitar mayores contagios familiares),
no han entrado todavía en operación.
Esas cosas, no se deben a la falta de consciencia ciudadana; más bien a la
falta de responsabilidad y honestidad gubernamental. Otras acciones inmediatas
han sido sugeridas a las máximas autoridades sanitarias del estado, pero
lamentablemente las han ignorado; como las contenidas en mis artículos de
opinión, publicados en “El Sur” del 10 y 17 de octubre próximo pasado.
De tal suerte que, en una entrevista sostenida por internet con Sonidos
del Pensamiento y Revista “a”, mencionaba
que para Guerrero en general y para Acapulco en lo particular, es necesario pugnar
por tener nuevos gobiernos y estilos de gobernar, libres de farsas, engaños,
hipocresías y moches, que gangrenan seriamente la credibilidad ciudadana
en los gobernantes. Y éstos ven disminuidas así, sus capacidades de
convocatoria a la activa participación ciudadana.
También expuse que semejantes desafíos económicos, como los de salud,
educación, desigualdad y seguridad, que se han agudizado por la pandemia,
requerirán de un gobierno eficiente, eficaz, honrado, diestro y con profundo
compromiso social; considerando que no habrá suficiente dinero en las arcas
públicas. Ni propio, ni de la federación. Por lo que la austeridad y la
prioridad social, obligaran a “hacer más con menos”, junto con una mayor
participación ciudadana. Claro está que los gobernantes y sus respectivos gobiernos
deben ser ínclitos ejemplos en materia de convicciones, laboriosidad,
honestidad, integridad, congruencia y transparencia.
La salud y la economía en Acapulco ya están seriamente lesionadas; y aún no
contamos con la vacuna para poder iniciar, integralmente, la recuperación de
todo lo perdido. De acuerdo a la opinión de economistas y sociólogos
especializados, no será posible hacerlo en menos de cuatro años. Mucho trabajo,
carencias y lágrimas, nos depara el mañana. Esa es la cruda realidad, pero los
guerrerenses siempre han salido airosos de las adversidades que enfrentan.
PD. Una o varias candidaturas independientes para gobernador (sin recursos
y organización propia electoral), simbolizarán el hartazgo de buena parte de la
ciudadanía a la partidocracia y democracia mercantilizada, carente de ideales y
divorciada de los genuinos intereses del pueblo.
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