Héctor Manuel Popoca Boone.
Jehová
castigó a Sodoma y Gomorra por pecadoras. La naturaleza castigó a Acapulco. ¿Por
qué?
Saqueo, rapiña
o robo masivo colectivo, descarado, es la sustracción ilegal y forzada de
bienes patrimoniales ajenos, realizada en forma subrepticia o abierta por un grupo,
grande o pequeño, muchas veces en situaciones catastróficas extraordinarias,
donde no existe, coyunturalmente, autoridad institucional alguna que lo impida.
Se le denomina
cohesión social, al grado de compactación o aglutinamiento de un colectivo
social, que se manifiesta a través de conductas socializadas en común, para
lograr un determinado objetivo o propósito similar; ya sea en forma organizada
o no, planeada, inducida o espontanea.
Me llamó la
atención la presidenta municipal de Acapulco, Avelina López, cuando dijo que: “Saqueo
era cohesión social”. Se refería a la ladronería realizada en forma pública y
social, a raíz de los estragos materiales causados por el paso del huracán, OTIS,
en la tantas veces querida y sufrida ciudad de Acapulco.
A mi juicio,
quedó trunca su definición, por soslayar varios aspectos ineludibles en el acto
del saqueo o latrocinio colectivo protagonizado por un segmento de la
ciudadanía y también por vulgares delincuentes, simples u organizados, que arrasaron
con toda clase de mercancías, abarrotes, líquidos, ropa, aparatos
electrodomésticos y muebles, de casi todos los establecimientos comerciales,
grandes y pequeños, localizados a lo largo y ancho de las avenidas: Costera,
Cuauhtémoc, Zona Diamante, entre otras.
Ciertamente,
hubo cohesión social desorganizada hasta cierto punto, para realizarlo. Motivado
por la brutal desigualdad social imperante en Acapulco. Incubada y desarrollada
desde décadas atrás; y, por otro lado, debido a la memoria individual y
colectiva de los sufrimientos padecidos en desastres naturales anteriores de la
misma naturaleza, que dan por resultado inmediato la carencia de lo más básico
para subsistir: víveres, agua, techo y medicinas, fundamentalmente (recordemos
los meteoros: Paulina, Ingrid, Manuel, et al).
Otra cosa muy
distinta fue el auténtico vandalismo de la delincuencia organizada y común, que
participo en Il Saco di Acapulco. Realizado incluso con vehículos de
redilas preparados exprofeso para llevarse en grandes cantidades toda clase de bienes
para después revenderlos. La fuerza pública, como siempre, brilló por su
ausencia en esas horas interminables donde privó el desorden y orfandad de ley.
De tal suerte que lo vandálico en Guerrero, no es privativo de los estudiantes
normalistas de Ayotzinapa; si bien ellos lo hacen con frecuencia.
En el puerto
habitan o vacacionan familias de tres estratos sociales claramente
diferenciados: 1) Pocas familias poseedoras de gran riqueza material, cuyas mansiones
y condominios de lujo, para su descanso y solaz, están ubicadas cuasi
amuralladas, en las zonas de las Las Brisas, Zona Diamante o en la Costera
Dorada, por ejemplo; 2) Una importante clase media asentada en colonias
populares de la planicie costera y 3) Una inmensa mayoría (setenta y cinco por
ciento) de familias que sobreviven, en situación de pobreza o extrema pobreza, localizadas
en algunos polígonos urbanos del anfiteatro; así como de Renacimiento, La
Zapata, La Sabana, Llano Largo, entre otras. De acuerdo a los últimos datos
oficiales del INEGI y CONEVAL, en esos polígonos están ubicados varias de las
colonias urbanas de extrema pobreza del país.
La cohesión
social para el saqueo proviene fundamentalmente de la extrema precariedad
material y también por el resentimiento social, históricamente acumulado, que, en
un plano estructural, es sostenido y consolidado por la aguda injusticia social;
propia de una sociedad individualista, egoísta y deshumanizada, donde el único
fetiche valido es el dinero y la motivación principal la obtención de la máxima
ganancia económica; generalmente expoliando al prójimo o depredando la
naturaleza.
Es así como
las ancestrales carencias materiales vitales, encarnadas en la necesidad límite
de alimentos, agua o cobijo de las familias pobres, las empujan a proceder de
esa manera, al saberse impotentes para su acceso, ante el colapso del empleo formal
e informal en una economía que gira principalmente en torno a una sola
actividad económica: el turismo; súbitamente truncado por el magno y
catastrófico huracán OTIS.
El huracán
vino a remover en forma brusca las costras sociales y salieron a relucir los
forúnculos purulentos contenidos dentro de ellas. De los que siempre sabíamos
que estaban ahí latentes y acumulando putrefacción constante que nadie de los
que han detentado el poder político y económico han hecho lo mínimo para
aminorarla y reducirla a su casi nula expresión, con sus excepciones de rigor.
Dicho lo anterior,
de ninguna manera justifico el saqueo, pero lo entiendo. Máxime cuando, además,
hay inexistencia de autoridad institucional que lo frene o desmotive, por el
contrario, por conducta omisa, corrupta e impune, lo alecciona permanentemente.
Es imperativo
recomponer a fondo el tejido social semi destruido. Necesario es cambiarlo por
uno más justo y equitativo; transformando de raíz los estilos de gobernar y
diversificando la economía estatal con mayor equidad. De lo contrario, la
desgracia social perene seguirá siendo nuestro distintivo.
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compartir/ Es la llave para abrir/ Un tesoro de verdad:/ El amor y la amistad.
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grande de verdad (Guillermo Pino)
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