Héctor Manuel Popoca Boone.
Algunos de los principales partidos políticos
contemporáneos en México han conquistado el poder gubernamental a través de la imperfecta
democracia electoral que tenemos (mercantilizada y cuasi mafiosa). También han
sufrido hacia su interior variados resquebrajamientos, divisiones, fragmentaciones
y desprendimientos; producto de no haber podido resolver correctamente sus
diferencias y “contradicciones no antagónicas en el seno de ellos” (Mao),
en la lucha interna por el poder partidario y, luego, en la arena externa de
los procesos electorales; para colocar a sus militantes y simpatizantes en candidaturas
de puestos de elección popular o incorporarlos a la administración pública en
los diferentes niveles de gobierno.
El antecedente más importante de este fenómeno
político corrosivo, cada vez más recurrente, fue el desprendimiento de la
llamada “Corriente Democrática” del Partido Revolucionario Institucional;
encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y otros conspicuos priistas a
mediados de los 80´s del siglo pasado.
El PRI fue hegemónico mucho tiempo en el plano
electoral y duró 70 años enquistado en el poder presidencial nacional. A él se
le deben la paternidad de la mayor parte de las mañas electorales
antidemocráticas que hoy brillan en nuestras lides electorales. Principalmente
la compra directa o indirecta de candidaturas en los partidos y del voto
ciudadano en los comicios.
El desprendimiento político priista dio origen, poco
después, a un nuevo organismo partidario, integrado junto con otros entes denominado:
Partido de la Revolución Democrática (PRD); a la manera de una confederación de
agrupamientos políticos; el que, por sus enfrentamientos internos, no pudo
conquistar el poder presidencial; dando paso al surgimiento de su seno al
Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en el año 2012. Este movimiento
político, para incorporarse a la lid electoral, conformó hacia su interior un
partido político, que lleva la misma denominación; sumando a otros militantes tránsfugas
de otros partidos políticos y de otros ciudadanos simpatizantes con ideologías
variopintas de centro-izquierda.
Después de un interregno de dos mandatos federales
presidenciales sucesivos del Partido Acción Nacional (PAN) 2000-2006 y
2006-2012 (que fueron de perfil geométrico centro derecha) que no pudieron mantenerse
en el poder y tuvieron que devolverlo al PRI y este último perderlo en el año
2018.
MORENA triunfó en la contienda electoral federal
presidencial de ese año; encabezando la la presidencia de la República su
candidato, el muy polémico político, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El
caudillismo presidencial, sin tapujos, de AMLO y las ambiciones de poder, por
el poder mismo, de los dirigentes morenistas, de los miembros del gabinete presidencial
y simpatizantes respectivos, afloraron a poco de arribar al poder en los tres
niveles de gobierno; acentuándose las actuaciones facciosas; de pocos
escrúpulos; de un pragmatismo y eclecticismo sin parangón; con mucha falta de
respeto a la legalidad estatutaria; así como de la prevalencia del oportunismo,
los intereses particulares los familiares.
Eso ha provocado cuarteaduras a la estructura de
MORENA que, de no atenderse bien, sobre todo en este período del proceso
electoral, terminaran por perder votos electorales; fragmentándolo o
consolidando hacia su interior una federación de “tribus políticas” a semejanza
del otrora poderoso PRD. Súmele a eso, los malos estilos de gobernar exhibidos,
ahí donde han ejercido el poder gubernamental.
Es precisamente en los procesos electorales (federal,
estatales y municipales), donde se agudizan más las desviaciones del
utilitarismo pragmático, las “concertacesiones o acuerdos en lo oscurito” y de las
conveniencias nepotistas o individuales, que sustituyen a las conductas
transparentes y congruentes con los principios, valores y programas de acción
partidaria; mismos que quedan arrumbados tan solo como testimonios documentales,
en el marco de un espectro de colores de identidad política externa y no como
guiones doctrinarios para la “praxis política” cotidiana.
De esta manera, se reproduce velozmente la
politiquería con sus respectivos flujos del “ir y venir” de los politicastros, denominados
también dentro de la jerga política como “chapulines”, “trapecistas” o
“chaqueteros”. Por tanto, en nuestro sistema político electoral el dinero y no
la ideología se convierte, por una parte, en el instrumento por excelencia para
la amalgama y la adhesión y por la otra parte, como esencial recurso para el
acceso al poder.
Para triunfar en nuestra imperante “democracia de
mercaderes” lo decisivo es la compra monetaria o concesionada: en primer término,
de las candidaturas y después, con la compra del voto del ciudadano elector en
cualquier forma legal o ilegal que esté a nuestro alcance. “Dime cuánto dinero
tienes o puedes conseguir y te diré hasta donde puedes llegar; apostando y
participando en la prostituida concertacesión política electoral, donde
es rentable y redituable invertir dinero. De donde provenga. Lo que afortunadamente
no se ha perdido todavía es la posibilidad de la alternancia en el poder en una
forma pacífica, pero a un costo económico y de poder territorial en manos de la
delincuencia muy alto.
Total, lo más importante es que no pasa nada ante la
ilegalidad e ilegitimidad cometidas por la mayoría de los actores de la
política electoral mexicana. El cinismo, la hipocresía, lo falsario y la traición
son ya partes inherentes de nuestro acendrado “Sistema Estatal de Corrupción e
Impunidad. S.A. de C.V.” (Continuará).
porelrescate@outlook.com
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