viernes, 14 de octubre de 2011

Pasión inextinguible

Héctor Manuel Popoca Boone.
Para Jorge Salvador Aguilar Gómez, amigo entrañable.
¿Quién fue María Antonieta Rivas Mercado (MARM), para Fabianne Bradu? Ésta última quizás su biógrafa más brillante por profunda. Hurguémoslo en las reflexiones (con agregados del suscrito) que le suscitó la vida sobresaliente de esta mujer mexicana del primer tercio del siglo XX que dejó trazo inmortal en su paso terrenal.
La vida vale por la pasión que ponemos por vivirla. Si nuestro espíritu vale en vida es porque lo hacemos arder más intensamente que otros. ¡Que dicha ser inmolado por una pasión, cualesquiera que sea esta!
No importa que el destino nos haga tropezar y nos derrote una y otra vez, porque a veces, los derrotados tienen mayor dignidad y grandeza que los triunfadores. La pasión vital no debe extinguirse; permútese en otra más vivible que implique renovación para la distinción. Hacerlo con la levedad con la que se voltea la nueva hoja de un mismo libro. No es fácil, pero es posible.
De vez en vez nuestro destino deriva hacia una soledad con libertad sin restricciones. La acción conlleva la paga. El orgullo es fuerza y perdición a la vez. Se nos descontrola el timón a la hora de los desvalimientos. Necesitamos probarnos en solitario para renacer en colectivo.
¡Tengamos cuidado con mitificar a las personas a base de puras purezas! Es preferible conocerlas con todas sus contradicciones y vaivenes. En sus fortalezas y debilidades; en sus virtudes y vicios; en sus aciertos y errores. Parcializarlas, dejar en un escondrijo algunas de sus facetas personales es hasta cierto punto mutilarlas a conveniencia, sin permitir reintegrar y conocer las altas tensiones que les dieron forma y destino a sus vidas.
Tanto importa la sustancia misma de las personas como las motivaciones externas que tienen para actuar. Podemos ser personajes deslumbradores y poderosos pero no dejamos de preservarnos en nuestras componendas y mezquindades viles.
Nuestras flagelaciones siempre provendrán de las evidencias de nuestros desaciertos. Y no sabemos que nos duele más: las pérdidas o los errores que las provocan.
Cuando dos seres que se aman y se enamoran de la misma estética de un pueblo en lucha, los motivos y destinos de vida se funden en uno solo. Sincronizan a la perfección sus mentes, almas y cuerpos que se han unido en una misma ideología, afán social y trajín cotidiano.
El amor completo se juega por igual en el espíritu como en la carne. Resulta difícil e incómodo asentar el corazón en una persona y ayuntar el cuerpo en otra. La entrega física con sumo afecto es una ofrenda comprobatoria de la pureza y nobleza del deseo. De la confianza total.
Aferrarse a la acción y al trabajo tenaz es buena panacea contra lo vacuo. Hacer un “algo” para ser un “alguien” Una vocación por desempeñar implica subordinarse a un proceso de labor y disciplina que supone tiempo aplicado. No se puede querer ser sin el irse haciendo. Es la obstinación de vivir para trascender lo usual.
Y en ese frenesí se lucha contra la bestia negra de la depresión, donde uno se deja ver de nuevo en el hueco oscuro de su propia tumba y regresa al silabario de la vida para deletrear lentamente la flaca voluntad de seguir viviendo. De retomar los ánimos desperdigados que están a punto de extraviarse irremediablemente.
MARM fue manantial de amor puro que durante años había querido brotar sin encontrar un hombre lo bastante sediento de sus aguas. En el estruendo que provocan las olas encrespadas de una tormenta es requerida, más que nunca, un ancla firme.
Pensaba que no había podido suscitar ningún sentimiento lo suficientemente poderoso, para despertar la necesidad de su presencia y de su amor. Dejar de ser esencial para el otro, esa fue su tortura y condena de por vida.
Si nadie había sido capaz de un sacrificio por ella, podía colegirse que nadie le importaría que ella se sacrificara a sí misma. Para entrar en agonía plena hace falta pasar, previamente, por la felicidad y la desdicha.
Aceptó que su vida afectiva era el fracaso más grande e irremediable que pudo tener. Y lo atroz fue la desesperación aguda por quien tiene la sensación de que ya no puede modificar su destino.
Dos oraciones finales, una de MARM: “Me habré desligado de una envoltura mortal que ya no encierra una alma”; otra de Federico Nietzsche: “Vivir es una aventura”


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