Héctor Manuel Popoca Boone.
1. En
el último debate televisivo de los candidatos a la gubernatura estatal, cuestión
vergonzosa fue la saña con que el macho, Jorge Camacho, del PAN, embistió
verbalmente, una y otra vez, a Beatriz Mojica (sin hacerle mella alguna en su
fortaleza como fémina) y exhibió, una vez más, su desprecio a la mujer en
general. ¡Ah! Pero no tocó ni con el pétalo de una rosa al candidato del PRI.
2. Voto
útil o voto digno. El primero es netamente oportunista y convenenciero, sin
ideología, sin ideal que perseguir o principios que defender y sostener. No
refleja mayor cosa, tan solo coloca al elector como ente utilitario, a la
sombra y a la vera de los partidos políticos. El voto útil que ha sido convocado,
en las presentes circunstancias, representa más de lo mismo por los mismos de
siempre. No expresa reflexión para el verdadero cambio social, tan solo es la
disyuntiva de apoyar al malo y no al peor. En otras palabras, es la
cosificación de nuestra libre determinación electoral.
3. El
voto digno, da identidad y es plenamente axiológico. Manifiesta congruencia
entre lo que se aspira y se hace para conquistarlo, en el presente o en el
mañana. Exhibe ideales, principios y valores permanentes e indeclinables. No
importa que se gane o pierda. Hay definición, compromiso y responsabilidad. Da
confianza. Da credibilidad. Deja huella. Para eso es el juego democrático. Para
permanecer en la pluralidad y contrarrestar la partidocracia de dos en uno
solo.
4. Tanto
el PRI en su antigua historia en el poder, como el PRD en su reciente zaga,
tienen manchadas las manos de sangre. El tiempo le dio la razón a Francisco
Ruiz Massieu: El PRD se convirtió en el partido de la sangre, a semejanza del PRI.
El primero no merece gobernar por ser discípulo fiel a las mañas priistas. Permitirle
al segundo hacerlo sería retroceder, porque no ha cambiado en su proceder.
Seguir fomentando esta bi-partidocracia mercantilizada en su forma extrema que fue
la que se enseñoreó de Guerrero, no resuelve su hundimiento, lo ahonda más. Hoy
por hoy, El PRI y el PRD son lo mismo y sirven para lo mismo.
5. Descaradamente
los diputados federales del PRD y del PRI, en complicidad y al parejo, anularon
la comisión especial, creada por la actual legislatura federal, para darle
seguimiento a la masacre de Iguala. Este intento por mantenerse en impunidad
cancelando una investigación en curso, no es más que su confesión pública
vergonzante. Por mucho que hagan no podrán evadir su responsabilidad histórica.
Allá en la capital votan igual y se cubren por igual en sus fechorías. No hay
cambio. No hay diferencia. No hay opción. Son hermanos siameses gracias al
contubernio que el PRI tiene con “los chuchos”, actuales jefes del esquelético
PRD.
6. A
golpe de desapariciones forzadas y de la inanición de las autoridades correspondientes,
quieren nulificar nuestra capacidad de pasmo e indignación. No hemos salido del
trauma social por los actos de lesa humanidad cometidos contra 43 jóvenes
normalistas en Iguala, cuando ya tenemos al menos 13 casos semejantes en otros
jóvenes de Chilapa. ¿Cuánto es el poder acumulado por los cárteles que los
mueven hacer estas aberraciones con la mayor desfachatez e impunidad
recurrente? Chilapa es más grave de lo
que actualmente visualizamos.
7. La
coordinadora de la CRAC de Olinalá, Nestora Salgado García, lleva su reclusión
injusta con dignidad y valentía. La lucha que enarbola la mantiene enhiesta
desde la cárcel, aún a costa de su salud. Su empeño porque la seguridad pública
sea una realidad en los pueblos indígenas es digna de encomio. El Fiscal
General la encierra, pero a otras personas las exime por la misma causa. Son
tiempos canijos y canallas. De temple y resolución.
8. La
Corte Interamericana de los Derechos Humanos dio paso para una probable
sentencia contra el Estado mexicano, por las presuntas ejecuciones
extrajudiciales acaecidas en El Charco, Municipio de Ayutla, en junio de 1998.
Por los elementos aportados a la CIDH todo indica que así será.
PD. A ocho meses de ocurrida la desaparición forzada
de 43 normalistas, la herida aún no cierra o no queremos cerrarla. ¡Que pena!
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