Héctor Manuel Popoca Boone.
El ejercicio de la planificación como práctica de
gobierno es obligatoria en Guerrero, de acuerdo a la ley estatal en la materia.
Pero al igual que otras leyes, está solo para ser observada, más no para
cumplirla cabalmente.
Casi nunca lo estipulado en un plan estatal de
desarrollo se realiza en su totalidad. Tampoco el plan se convierte en guía y
cause del esfuerzo gubernamental para la promoción del desarrollo y la aplicación
del gasto público. Mucho menos en la implementación de políticas públicas
acordadas con la ciudadanía.
Es un hecho de suyo antiguo que el ejercicio de
gobierno está sujeto a determinaciones discrecionales y personales del
gobernante en turno. Pasan a segundo término las prioridades consensadas con el
pueblo. Frente a vastas carencias y demandas sociales hay una dotación muy limitada
de recursos presupuestales para atenderlas.
De tal manera que el proceso de la consulta popular
y la formulación del mismo plan devienen en ser distractores políticos o
faramallas sociales, para salir del paso y cubrir el expediente legal. Lo malo
es que se generan falsas y frustrantes expectativas en el pueblo. Sabido es por
todos, que no habrá respuesta institucional a mucho de lo que ahí se recoja. La
credibilidad gubernamental volverá a estar por los suelos. Sin embargo, lo
bueno es que en tiempos de crisis de violencia, alentar la manifestación
pública de anhelos de bienestar social es contribuir a edificar la paz.
Para 2016, como lo informó el secretario de finanzas
estatal, el presupuesto de ing
resos para Guerrero se estima en 48 mil 409
millones de pesos, de los cuales el gobierno federal aportará ¡el 96.4 por
ciento!
El grado de dependencia económica que tenemos de los
recursos económicos provenientes de las participaciones fiscales y aportaciones
federales es brutal. Eso reduce en mucho el grado de maniobra del gobierno del
Estado, para implementar con mayor eficacia y cobertura las principales políticas
públicas que sean señaladas en el Plan.
Tal subordinación económica contradice el
federalismo constitucional y descubre un centralismo apabullante. Para colmo, la
inmensa mayoría de los recursos
transferidos para el gasto público estatal llegan de antemano etiquetados para
programas y proyectos previamente definidos por el gobierno federal. Además,
estos recursos están sujetos a reglas y normas de operación estrictas,
definidas por la Comisión Federal de
Mejora Regulatoria para posteriormente ser autorizadas por la cámara de
diputados federal para su acatamiento.
De no hacer lo que indique la federación respecto al
presupuesto público transferido, la Auditoria General de la Federación, por
convenio firmado, puede levantarles a los funcionarios estatales y municipales,
actas de observaciones, pliegos de responsabilidades, sanciones administrativas
o demandas penales, según sea la gravedad de las irregularidades federales
detectadas.
De tal suerte que una verdadera planificación es un
imposible, porque las autoridades estatales y municipales tienen maniatadas las
manos por cuanto a la aplicación de los recursos federales transferidos se
refiere. El lema de un gobierno neoliberal, es que no hay mejor plan que aquel
que no existe. Ahí está la causa de la inoperancia de la planificación, no tan
solo en el nivel estatal o municipal, sino también en el nacional.
Con plan o sin plan, el hecho contundente es que cada
seis años la pobreza se incrementa, el desempleo se expande, la seguridad se
extingue y la paz social está vuelta trizas. Lo único que ha crecido y
prosperado en estas tierras del sur ha sido la maldita corrupción e impunidad.
¿O no?
PD1. El gran error político del ex gobernante
Rogelio Ortega fue haberse metido de lleno, subrepticiamente, a la campaña
electoral para apoyar a la candidata que fue de su preferencia, cuando no era
esa la verdadera e histórica misión que debió cumplir con el pueblo de
Guerrero. ¡Qué lástima!
PD2. Uno que pretende y suspira, por ocupar la
titularidad de la Fiscalía General del Estado, resultó ser todo un caso para la
reflexión, ya que se ha destacado como abogado defensor de poderosos
malandrines y no del pueblo. ¡Sálvese quien pueda!
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