A
la memoria de Berta Cáceres, líder indígena hondureña, asesinada por defender
el patrimonio de los recursos naturales de su pueblo.
Héctor Manuel Popoca
Boone.
Pues todo un chivo en
cristalería resultó ser el Fiscal General del Estado, Javier Olea Peláez. Desde
que el congreso local analizaba su posible nombramiento, suscitaba fuertes
dudas para que fuera la persona más idónea de asumir tamaña responsabilidad.
Además, que yo sepa, nadie lo certificó.
En su pasado tenebroso, como
abogado penal litigante, defendió a personajes de triste fama pública nacional,
como lo fueron, entre otros: el “Negro Durazo”, que se enriqueció exponencialmente
como jefe de la policía metropolitana y a Juan Rafael Moro Ávila, quien participó
en el asesinato del relevante periodista Manuel Buendía. No para ahí la cosa. Nuestro principal fiscal
estatal tiene una averiguación previa, abierta por la Procuraduría General de
Tabasco, como presunto cómplice de tracalerías con los actualmente presos, ex
gobernador Andrés M. Granier Melo y su ex tesorero, José M. Saiz Pineda.
Ante el congreso local
para expresar sus aspiraciones al puesto, no tuvo empacho en decir que los
agentes ministeriales de Guerrero eran unos cobardes y el resto, servían de escoltas
o de personal de servicios a funcionarios. Respecto a los agentes del
ministerio público, los tildó de zánganos e incapaces. Ya en plenas funciones
oficiales, dijo en una entrevista radiofónica a nivel nacional: “Sé muy bien que me
saqué la rifa del tigre, pero yo la busqué arduamente” ¿La buscó, buscando a
Manuel Añorve y a Manlio Fabio Beltrones para que lo apadrinaran ante el
gobernador del estado? O pregunto.
En el caso de Nestora Salgado, encarcelada injustamente porque no fue
observado el debido proceso, nuestro flamante fiscal estatal afirmó, con
sadismo cruel, que si salía de la cárcel podía ser de nuevo re-encarcelada por
que hay otras ordenes de aprehensión en contra de ella. Además, aseveró que si
se le diera la libertad sería por cuestiones políticas.
Metido a procónsul ególatra de la procuración y administración de la
justicia manifestó: “Yo, Xavier Olea Peláez, estoy en contra de los juicios
orales. Les quiero decir que, a partir del 18 de junio, en Guerrero habrá más
impunidad, porque no tenemos la capacitación de los ministerios públicos,
aunque por ahí digan los jueces que sí, pero esto es completamente falso". Por otra parte, al ser cuestionado
que en el ministerio público cobraban las copias de las denuncias que se interponen,
el fiscal general estatal lo justificó diciendo: "es parte de un acuerdo
para tener ingresos para darle gasolina a esos servidores públicos, porque no
hay dinero"
Aún hay más. Su más reciente escándalo de locuacidad irrefrenable, fue
cuando se lanzó con todo, contra las fuerzas armadas del país, al criticar irónicamente
los rondines que llevan a cabo en la franja turística de Acapulco; sugiriéndoles
hacerlos también en otros lugares del puerto en donde las cosas se ponen
"feas y siguen los muertos". En otras palabras, los califico de
simuladores y cobardes.
Su última monería consistió, en pasados días, a manera de vil
provocación, meter a la cárcel a un compañero de la Organización de Pueblos
Indígenas Me Phaa de Ayutla (OPIM), justo cuando también la Secretaria General
de Gobierno y la Secretaria de la Mujer, de manera confabulada y soterrada,
quieren impedir que las mujeres indígenas de esa organización, participen en la
coadministración del Centro Comunitario de la Mujer Indígena de Ayutla,
prescripción obligada de cumplir por mandato de sentencia de la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos, como reparación colectiva a las mujeres
Me Phaa.
PD. Los diputados locales del PRI y del PRD fueron quienes con su voto
mayoritario aprobaron el nombramiento de Xavier Olea Peláez. Cuánta razón
asistió al diputado Ricardo Mejía y demás bancada de Movimiento Ciudadano y de
Morena al emitir su voto en contra. Con la catadura del fiscal de marras y la
sumisión de los partidos políticos señalados al principio, nunca jamás
saldremos del inmenso y profundo hoyo negro de la ignominia en que estamos inmersos.
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