Héctor Manuel Popoca
Boone.
Años atrás, el que era
entonces gobernador del Estado de Guerrero, Zeferino Torreblanca Galindo (ZTG),
emitió su frase pública, tristemente famosa: “Ni quiero, ni puedo” combatir a
la delincuencia organizada. Y de ahí “pal real”. La “Cosa Nostra” en Guerrero
dominó y reinó y la situación devino de mal en peor. Hasta estar como estamos:
en la vil zozobra ciudadana, con algunos gobernantes exhibiendo sus impotencias
e incapacidades para frenar la delincuencia y las violencias que le son concomitantes.
Como gobernador, ZTG abdicó públicamente de uno de sus principales deberes para
con la ciudadanía: salvaguardar su integridad física y patrimonial. Brindarle
seguridad pública. Para eso, y no
para otra cosa, tenía mando legal sobre varios cuerpos policíacos.
Ahora, un émulo, en el
municipio de Acapulco, vuelve a emitir, de nueva cuenta, una declaración
insensata por disparatada. El adulto joven, Evodio Velázquez Aguirre, en su
función de presidente municipal de Acapulco -una de las cabeceras municipales
con mayor violencia del país-, asevera que “no es su papel” combatir a la
delincuencia organizada, porque eso les corresponde a otras instancias de
gobierno. ¡Tamaña irresponsabilidad de zafarse con suma impudicia del principal
problema por el que atraviesa Acapulco es sencillamente inaudita! ¡Qué papelón hizo
con esa declaración!
Si es su voluntad no
enfrentarla en la modalidad preventiva, entonces para qué carajos quiso ser
gobernante. ¡Por qué no lo dijo antes! ¡Por qué no lo expuso así en su campaña
política, cuando afanosamente buscaba conquistar el voto de los electores! Por
lo menos hubiéramos sabido a qué atenernos. Cierto es que el narcotráfico es un
delito federal, y en primera instancia le corresponde al gobierno federal
afrontarlo. Pero el gobierno estatal y los gobiernos municipales tienen el
deber constitucional de auxiliarlo, de cooperar, de coadyuvar, de coordinarse y
de aportar acciones concurrentes, con sus respectivos cuerpos policíacos.
No puede eludir su deber
el munícipe de Acapulco. Su obligación, legal y moral, es participar activamente
en la prevención de toda clase de delitos. Si no, para qué entonces sirve la
policía municipal. ¿Para que estén al servicio de los malosos? ¿Para qué se
hagan de la vista gorda con el narcomenudeo” ¿Para servir de halcones? ¿Para facilitar la extorsión?
¿Para que sean un peligro andando los policías municipales no certificados?
Su temeraria afirmación,
da pie a que se le preste atención a Rubén Figueroa Smutny cuando dice que
Evodio vendió la plaza. Y al político de la otrora poderosa dinastía de
Huitzuco, se le podrá acusar de todo, menos de no tener información privilegiada.
Al parecer, Evodio está atrapado y sin salida. Si siente que le queda grande el
saco gubernamental, entonces, le pido por
favor, a nombre de muchos acapulqueños, que solicite permiso y se retire para
el bien de la ciudad y del municipio que tiene alrededor de ¡un millón de
habitantes! que, en estos momentos,
pasan por un verdadero pánico escénico colectivo, más peligroso que transitar
por la saturada vía escénica.
Pero hay que ser justos.
No todo lo está haciendo mal. Me parece que la convocatoria que realiza a la
ciudadanía para que participe en barrer la basura de sus calles domiciliarias
es loable, para que esta ciudad turística por antonomasia no siga convertida en
un muladar. También es de reconocerse, su llamado a los ciudadanos para darle
una fachada colorida y artística a los muros de los condominios que habitan. Eso
concita empatía. Al menos así, los acapulqueños podrán morir en un entorno
limpio y decorado.
En fin, si los
gobernantes abdican de combatir a los delincuentes de la salud pública, como lo
han hecho los del PRI y el PRD, entonces hagamos maletas, tomemos la carretera
o el avión y ¡sálvese quien pueda!
PD. La corrupción y la
impunidad imperante, son los principales cimientos de los males estructurales de
Guerrero. La iniciativa legislativa que presentó la fracción parlamentaria
local del Movimiento Ciudadano para que se apruebe la ley anticorrupción, “3 de
3”, es a todas luces, pertinente, oportuna y de obvia resolución.
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