A
la memoria de Carlos Reyes Romero, amigo. Luchador social. A dos años de su
fallecimiento.
Héctor Manuel Popoca Boone.
Fueron confirmadas, por estudiantes de nivel superior
del Instituto Salvador Allende (ISA) de Acapulco, las presunciones de
corrupción académica y voracidad económica de parte de directivos de la UAG y
de sus prestanombres, los directivos del ISA, que se enriquecen ilegítima e
impunemente, escudados en una vilipendiada autonomía universitaria.
De acuerdo con el reportaje de Jacob Morales Antonio,
publicado los días 19 y 20 de octubre pasado en El Sur, estudiantes del ISA
bloquearon la Av. Wilfrido Massieu. La protesta pública fue por lo siguiente: Despido
de maestros en forma arbitraria. Los estudiantes acusan que los directivos del
ISA despidieron a siete maestros, porque se negaron a reprobar
injustificadamente a alumnos con el objeto de obligarlos a cursar de nueva
cuenta las materias y perder así la beca que tenían; todo eso, para que el Instituto
obtenga mayores ingresos por pagos adicionales de colegiaturas. También
repudian los altos cobros por la expedición de documentos académicos.
En el plantel educativo de marras, existe hacinamiento
en espacios inapropiados, donde algunos alumnos toman clases hasta en un número
de 70 por aula. Siendo un instituto privado, los alumnos de ciertos sistemas
semi-escolarizados asisten a sus sesiones educativas en ¡instalaciones de la
UAG! El Director del ISA, Fernando Saavedra, es a la vez, Director del Sistema
Abierto en Bachillerato de la preparatoria 7 de la UAG. Su hermano, el Sub Director,
Carlos Saavedra Sánchez, es también coordinador administrativo de la Zona Sur
de la UAG. Es un rumor fuerte y expandido que el dueño a tras mano del ISA es
el actual rector de la UAG, Javier Saldaña Almazán.
Al inicio del ciclo escolar, a los maestros empezaron
a pagarles la hora-clase a 100 pesos, pero luego la bajaron a 70 pesos. A los alumnos
de nuevo ingreso los obligan a tomar un curso extra de inglés con un costo de
24 000 pesos como materia propedéutica. Los que ya dominan la lengua, tienen
que realizar un examen de certificación con un costo de 4 000 pesos. Por
concepto de inscripción cada alumno paga dos veces al año un monto total de 4
000 pesos. Por concepto de colegiatura mensual, empezaron cobrando mil pesos y
después la subieron al doble. Por un certificado parcial de calificaciones el
ISA les cobra 16 000 pesos, por un certificado de técnico en enfermería, 20 000
pesos. El certificado de licenciatura cuesta 50 000 pesos.
Los directivos obligan a los estudiantes a comprar su
desayuno y comida dentro de la escuela. Lo mismo pasa con la compra del
material de prácticas de odontología y química. Es necesario tener en cuenta
que la mayoría de los estudiantes son de bajos recursos económicos que no
pudieron ingresar a la UAG.
Como el ISA no tiene certificación oficial en algunas
de sus carreras de salud, obligan a los alumnos a realizar sus prácticas en
hospitales y centros de salud pública como si fueran universitarios de la UAG,
es decir, usando gafetes, documentos y uniformes con el logo de la UAG. Al
descubrirse tal fraude, los hospitales han tenido que impedir la entrada a los alumnos
del ISA que llegan con dicho camuflaje.
Este muy lucrador instituto, ofrece 18 licenciaturas (de
las cuales la UAG ha certificado solamente cuatro), tres maestrías y 4
especialidades sin especificar certificación alguna. O sea, muchas de ellas son
carreras académicas “patito”.
Extrañamente, todas las negociaciones con los alumnos inconformes
fueron realizadas por funcionarios y directivos de la UAG. Fueron insistentes los
negociadores en dejar claro que el rector de la UAG, Javier Saldaña, no tenía
absolutamente ninguna relación con ese cuestionado Instituto.
Curiosamente al final, los funcionarios de la UAG
dijeron que todas las irregularidades serán investigadas y analizadas por el
Consejo Universitario, que como todo mundo sabe, está en su mayoría domeñado
por preclaros dirigentes universitarios, flamantemente uniformados por la actual
Universidad-partido; quienes están elaborando sus documentos básicos:
Declaración de principios, programa de acción y estatutos. ¡Uf!
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