Ciudadanos, ¡a la
política!
Héctor Manuel Popoca
Boone.
Hoy más que nunca se
requiere la participación política de la ciudadanía, para sacar al país del
hoyo negro en donde la han metido los políticos corruptos y apátridas que
militan en el PRI, PAN y PRD principalmente.
Las condiciones crecientes de inseguridad pública y descomposición
social, empujan al ciudadano a buscar espacios más allá de los partidos, sea
cual fueren estos, para manifestar su descontento. Particularmente los jóvenes.
En su inmensa mayoría muestran gran repudio a la práctica de la política, porque
es impunemente corrupta.
Hoy, muchas personas
mayores, nos afanamos porque la juventud tome la estafeta del hacer un buen
gobierno honesto, eficiente y con mucho compromiso social. En contrapeso a los
gobiernos presentes de la mayoría de los partidos políticos que han
privilegiado el pragmatismo y la conveniencia particular.
Lo único que los
distingue es el grado de frivolidad, deshonestidad, hipocresía y cinismo que
muestran en su desempeño. Tiraron por la borda los ideales, los principios, la
ética y la congruencia, como cartas de navegación para llevar a buen puerto y
por el mejor rumbo a ésta nave tremendamente abollada llamada México. Décadas
de nefasto neoliberalismo han dado como resultado tamaña ruindad. Los menos
escrupulosos y los más indecentes han sido los acaparadores de todo, a costa
del patrimonio del pueblo.
Ya no es posible que
la ciudadanía se mantenga pasiva y permita que tomen otros, las decisiones
sobre su destino personal. En ese vacío de participación, los políticos pútridos
y apátridas se solazan para hacer lo que quieren, sin rendirle cuentas a nadie.
Tratan a la ciudadanía como autómatas susceptibles de comprarles su voto
electoral, para que, conquistado el poder, gobiernen con frases mendaces, cantinflescas
y totalmente desubicadas del infortunio popular; dedicándose a saquear las
arcas públicas con una desfachatez que raya en lo grotesco, infame y criminal.
Ya no es dable que la
ciudadanía siga despreocupándose de lo que pasa a su alrededor. En carne propia
sufre ya las consecuencias de su desidia. No intentar explicarse y comprender
el por qué estamos como estamos, provoca que seamos presa fácil de los
malandrines que están afuera y adentro del gobierno, muchas veces en íntimo
contubernio, si de rapacerías y criminalidades se trata.
Parafraseando al filósofo
Fernando Savater: “en una democracia, políticos debemos ser todos”. La política
no debe estar secuestrada y usufructuada por un pequeño grupo de políticos
cortos de miras que son, al final de cuentas, los que deciden todo, con o sin
el parecer ciudadano. Reconozcamos que la partidocracia, en
nuestra onerosa democracia electoral, es producto de la apatía (dejar hacer y
dejar pasar) de la ciudadanía. El repudiar la actual forma de hacer política no
debe ser pretexto para alejarse de ella. A la larga sale más contraproducente y
perjudicial que los políticos sin patria sigan adueñados de ella. Moldean como
les place, a nuestra nación, estados o municipios.
Empoderemos a la
ciudadanía en su deber de diseñar y construir el devenir de México.
Construyamos una ciudadanía con principios y valores, participante y
responsable, con capacidad para discernir y decidir por sí misma. Dejar en el
abandono esa grave responsabilidad, es continuar caminando al desastre social y
económico; llevándonos entre las patas, a las generaciones sucesoras, que han
sido ajenas a nuestras estulticias políticas. Decidir que no queremos
participar, es una posición socialmente suicida.
También hay que estar
conscientes que no se puede enderezar la política a base de pregonar los buenos
deseos. Eso no basta; porque la clase política corrompida no es una hermana de
la caridad y no está dispuesta a dejar sus privilegios y canonjías. Cambiar el
estado actual de las cosas, requiere de la transformación del ejercicio de la
política misma. Recuperar lo que por origen democrático le pertenece a la
ciudadanía. Rescatar aquello de lo que hemos ido abdicando paulatinamente. Y
que otros han usurpado y prostituido para así determinar sobre la totalidad de
nuestros derechos humanos.
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