Héctor Manuel Popoca Boone.
Uno de los problemas sociales con el que nos
enfrentamos en el primer año de gobierno de René Juárez Cisneros fue la ya
longeva contaminación ambiental y afectación económica productiva que causaba
el humo arrojado del combustóleo quemado y las alteraciones drásticas de
temperaturas de aguas del Río Balsas, para mover las grandes turbinas de la
termoeléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en la microrregión
de Petacalco, Municipio de la Unión, Gro.
Los productores de mango y los pescadores de la región
llevaban varios años luchando para que la CFE les indemnizara por los estragos ocasionados
a sus actividades productivas. Ésta siempre rechazó la acusación de
contaminación ecológica y por lo tanto también se negaba a indemnizar a los
productores. A ellos no les quedaba remedio más que bloquear, de vez en vez,
las entradas a la planta termoeléctrica como forma de presión ciudadana.
La solución acordada fue que la UNAM realizara un
profundo estudio científico, de carácter multidisciplinario, de impacto
ambiental, durante un año. El costo del mismo lo cubriría la CFE. Todos
acatarían el dictamen que arrojaran los resultados obtenidos. La Secretaria de
Gobernación (federal) y la Secretaria de Desarrollo Rural (estatal) actuaríamos
como mediadores y facilitadores. Transcurrido el tiempo estipulado, la
Secretaria de Gobernación nos citó a todos en la Ciudad de México, para conocer
el dictamen final.
El Coordinador General de Ciencias de la UNAM fue el
único ponente en dicha reunión. Informó que, en base a los estudios realizados,
se concluía que la termoeléctrica sí contaminaba, pero los índices obtenidos
estaban dentro de los márgenes permitidos por la normatividad establecida. Mientras
leía, observé cómo a algunas investigadoras que participaron en el estudio se
les escapaba una que otra lagrima contenida. En otros investigadores sus
rostros denotaban coraje e indignidad reprimida.
Una vez leída la conclusión principal, el Subsecretario
de Gobernación mencionó que no había lugar para indemnización alguna y nos
pedía a todos acatar el dictamen final. Los productores optaron por enmudecer.
Al solicitar la opinión del gobierno estatal mencioné que acataríamos el
resolutivo, pero hice notar que el estudio no negaba que la planta
termoeléctrica sí contaminaba. Por lo que sugería que el Estado Mexicano tenía
el deber moral de establecer un programa integral de desarrollo rural en la
microrregión. Dicha propuesta fue aceptada de inmediato por el gobierno
federal.
Al momento de las despedidas le dije al Director
General de la UNAM que yo también era egresado de la UNAM y tenía siempre
presente el lema que nos inculcaron: “Por mi raza, hablará mi espíritu” y no lo
confundía por aquel que él acababa de exhibir: “Por mi raza, hablará el
dinero”.
PD1. Hace una semana, los dirigentes de la OPIM me
invitaron a una reunión que sostendrían con el gobernador Astudillo para tratar
la solución de diversas demandas no atendidas por su equipo de gobierno.
Acepté, quedando de vernos a las 11.00 horas de la mañana del lunes próximo pasado
en la puerta “tres” de Casa Guerrero. Al dirigirme puntualmente a la cita, me
topé con un bloqueo vial en el centro de Chilpancingo, que me hizo arribar a
las 11.10 am. Al policía de la puerta le informe que acompañaba a los de la
OPIM y que estaba en la lista de asistentes que se había entregado previamente.
Entró a consultar con su jefe si podía pasar. Inmediatamente el jefe salió para
informarme que la reunión ya estaba terminando y no tenía caso que yo pasara. ¡Eran
las once con quince minutos! Al conocer tan inverosímil respuesta me retiré. Después
supe que la reunión había empezado a las 11.35 am. A pesar de estas conductas siguen
pregonando: “Guerrero nos necesita a todos” ¡Simuladores que son algunos!
PD2. Lo bueno de la reunión en la que me impidieron estar
presente, fue que el “maestro incómodo” de Astudillo, dobló la cerviz y empezó
a cumplir una recomendación de la CNDH que tenía obstruccionada por puro capricho
personal. Relativa a las obligadas reparaciones a los familiares de una joven
mujer y su bebe que murieron por negligencia médica en el hospital público de
Copala.
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