Héctor Manuel Popoca Boone.
Con algunos compañeros analistas políticos que nos gusta construir,
destruir y volver a construir el mundo, alrededor de una taza de café, me
espetaron la última vez que tertuliamos: Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es
muy soberbio, autoritario, con inclinaciones caudillistas y de vocación mesiánica
irrefrenable. Él ya no escucha. Eso le impide realizar acuerdos que permitan
sumar fuerzas progresistas para un triunfo en las próximas elecciones
presidenciales del 2018.
Ante eso, les respondí que la mula no era arisca de nacimiento,
sino los palos recibidos -desde muchos años de anterioridad-, del gobierno y de
los dirigentes sempiternos de las otras “izquierdas”, lo habían hecho
reluctante a pactar con ellos; no así con las amplias bases de militantes. La
replica fue que las canicas que tiene no le alcanzarán para obtener el triunfo presidencial
para sacar a nuestro país de la profunda barranca en que lo han hundido la
principal triada traidora de la patria: PRI, PAN y PRD (firmantes de un pacto
contra México).
A continuación, les respondí que, si bien puede haber parte de
razón en sus argumentos, también deben aceptar que, hasta el momento, AMLO es
el único político de oposición que avanza y acumula fuerza electoral en el
curso del tiempo, a lo largo y ancho del territorio nacional. En tan solo tres
años de su nacimiento, Morena, sin estructura electoral, pudo levantar un
millón y medio de votos, sin mercadearlos por la vía monetaria o de las dádivas
en los pasados comicios en el Estado de México. No obstante que contendió con
una candidata a la gubernatura de bajo perfil y teniendo en contra -en forma
ilícita- la apabullante maquinaria gubernamental federal, estatal y parte de los
gobiernos municipales, además de la fuerte persuasión realizada con dinero de
las arcas públicas, el sometimiento de las instituciones electorales que
exhibieron una descomunal ceguera arbitral, dotando de la suficiente impunidad
para que el PRI hiciera sus clásicas y remasterizadas mapacherías
distorsionantes de la genuina voluntad mayoritaria de los electores
mexiquenses.
Les reiteré que no me explicaba cómo en esas circunstancias totalmente
adversas, AMLO y su partido Morena hicieron prácticamente un empate técnico con
el PRI que fue el partido que subrepticiamente ganó y lo tambaleó en uno de sus
fuertes bastiones electorales y cuna de uno de sus principales grupos
denominado “Atlacomulco”
A mi parecer, estamos ante la presencia de una ola sociopolítica
que puede convertirse en un tsunami de aquí a julio del 2018, ya que en las
pasadas elecciones AMLO obtuvo un fuerte posicionamiento político electoral que,
aun habiendo sido derrotado a la mala, ganó mucha presencia regional, lo que le
ha provocado duras invectivas de aquellos líderes políticos que no han
avanzado, están estancados o lo peor, han retrocedido.
Las descalificaciones a AMLO me recuerdan los contenidos clásicos que
sobre la psicología del mexicano plasmaron en sus libros, Samuel Ramos, en “EL
perfil del hombre y la cultura en México”, y Octavio Paz, en “El laberinto de
la Soledad”. A saber: En sus múltiples máscaras poliédricas, los mexicanos no
pueden soportar que su compañero adjunto avance, progrese y triunfe; por lo que
el rencor, la amargura y mezquindad simuladas, los embarga a tal punto que en
el fondo esperan que el que va adelante fracase y vuelva al mismo nivel de
todos. ¡Hay que jalarlo hacia abajo! dicen. ¡O todos o ninguno! Prefieren incluso
aliarse pragmática e impúdicamente con el diablo, en un pacto anti natura, para
detentar el poder por el poder mismo y no mostrar un mínimo de generosidad para
un congénere que está en ascenso, con el que comulgan supuestamente en ideales
y luchas políticas.
PD1.
No desapareció el equipo de espionaje político adquirido en la administración
estatal pasada. Está bajo control del aficionado al juego de la cuadrícula que
afanosamente busca encontrar la redondez de la nada.
PD2.
En México, por cada dólar que invierten las compañías mineras extranjeras, se
llevan tres de ganancia neta, pagan una ridiculez de impuestos y dejan
ecológicamente destruidos los territorios y contaminados ad perpetuam los ríos donde benefician los minerales extraídos.