La masacre de 17 estudiantes
de secundaria en la ciudad de Parkland, Florida, EUA; fue perpetrada por un
joven de 19 años con un rifle semiautomático. Seguramente la realizó bajo un
estado de desequilibrio emocional severo. Producto de traumas acumulados en su
temprana experiencia de vida. No es un caso aislado, ya se hizo una recurrente
costumbre este tipo de eventos letales en el seno de la sociedad estadounidense.
Se define trauma, a un choque
emocional que deja una conmoción duradera en el subconsciente del individuo. Se
llama estrés post traumático a una secuela disfuncional de tipo cerebral, producida
por un evento de alto impacto en un individuo, al presenciar o ser víctima de
un acto violento o estar sujeta, durante un tiempo prolongado, a una circunstancia
de violencia.
Los efectos sociales del
estrés post traumático empezaron a resaltar a partir de los comportamientos anómalos,
delictivos, criminales y suicidas de miles de jóvenes soldados que regresaban a
Estados Unidos después de haber combatido en las múltiples guerras de
intervención de ese país.
Los síntomas van desde insomnios
prolongados, angustias, agresividad incontenible, irritabilidad aguda,
nerviosismo permanente, depresiones profundas, auto-aislamiento, insuficiencias
respiratorias o cardiacas, anulación de las capacidades laborales, entre otros
síntomas. Además, provoca desintegración familiar, insanas adicciones y lo que
es peor, empuja a veces a los individuos a cometer actos criminales.
También se presentan en
poblaciones civiles sometidas a sangrientas luchas fratricidas, ya sea de
carácter religioso, étnico, territorial, económico o político. Esos hechos
devastadores en un colectivo social, están en razón directa al grado de
exposición e intensidad de las violencias desatadas. La continua violencia
social es consecuencia también de la pobreza, el desempleo, la desigualdad
social, la mala impartición de justicia, las nulas expectativas de mejoría
individual, el mal gobierno con su corrupciones e impunidades inherentes, la
falta de principios y valores comunitarios. El estrés post-traumático producto
de actos violentos ha quedado anidado en nuestro sistema de convivencia social.
México es un país estructuralmente
violento y corrupto. Desde años atrás, y en forma continua, es sede de actos criminales
de gran barbarie que han pasado a formar parte de nuestra cotidianeidad, misma
que ha agravado la descomposición y desarticulación social que padecemos.
En Guerrero, se dan en
promedio 6 homicidios dolosos por semana. Cuya sumatoria al año arroja 2 mil 160
personas asesinadas. Si una familia está integrada en promedio por 4 miembros,
la estimación de personas que padecen traumas en diverso grado, suma anualmente
6 mil 480 personas. A esas, agréguele las victimas de desapariciones forzadas,
asaltos, secuestros, violaciones y golpizas, entre otros delitos, la resultante
es alrededor de 50 000 seres humanos afectados en diverso grado con estrés post
traumático al año.
México en lo general y
Guerrero en lo particular, es una sociedad emocionalmente enferma. Un miembro
de cada tres familias lleva en su haber un choque psíquico de fuerte impacto sufrido
lo largo de su vida. Se expresa luego en conductas destructivas que derivan en
serios problemas de salud pública.
Este drama social se agudiza cuando
hay escaza infraestructura de atención a la salud mental de la población, aunado
a la carencia de personal médico especializado y medicinas apropiadas. Es
imperativo atender los problemas de salud mental que padecen miles de guerrerenses
en estos tiempos, para evitar funestas consecuencias posteriores.
PD1. Con el lavado de dinero
y evasión fiscal cometida por Ricardo Anaya del PAN, con el desvío del erario
público federal para campañas políticas hecho por José Antonio Mede del PRI, quedan
seriamente lesionadas sus candidaturas a la presidencia de la República.
PD2. Es lamentable que Arturo
Martínez Núñez haya presentado documentación falsa ante MORENA para sus
pretensiones políticas. Lo que mal empieza, mal acaba. No es posible defender
lo indefendible.
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