viernes, 24 de mayo de 2019

Desafíos externos.


Héctor Manuel Popoca Boone.

México no puede existir como ínsula, ni tampoco es autosuficiente en todos los ámbitos; como para darse el lujo de no depender de nadie o evitar situaciones que en la actualidad escapan a su control. Sobre todo, si son fenómenos que se presentan a nivel mundial e impactan de diferente forma a cada una de las naciones. En la medida que podamos sortear con buenas políticas de gobierno los diversos desafíos que frenan nuestro progreso es como mejor librados saldremos de ellos o por lo menos, disminuir a su mínima expresión sus impactos negativos.

La globalización en muchos y diversos aspectos nos obliga a practicar, en cierta magnitud, la interdependencia internacional. En lo económico, en las diversas actividades concernientes a la producción y al comercio lo hemos constatado; desde la fabricación de ropa casual hasta en la extracción masiva de nuestros recursos energéticos con tecnología de punta. Las variaciones en las exportaciones e importaciones de economías como la nuestra están sujetas a las inestabilidades que suceden en los mercados internacionales. De tal suerte que, por ejemplo, los Estados Unidos y China han entablado una “guerra de aranceles” que vuelven atractiva las exportaciones de acero mexicanas y, por consecuencia, la generación de divisas.

La polarización económica (tanto la interna, como la externa) provoca el fenómeno reiterado: pocos con mucho y muchos con poco; encareciendo los bienes y servicios en el mercado y haciendo difícil su acceso a la mayoría de la población; el progreso social mengua y la migración aumenta. Agréguesele a los anterior los factores energéticos (petróleo, gas, agua, etc.) que también entran en la puja por su control económico trasnacional; y son ejes estratégicos para cualquier tipo y magnitud del crecimiento económico ya sea con desarrollo social o sin él porque las buenas y estables cifras macroeconómicas de tipo financiero esconden casi siempre depauperación social.

Las crisis financieras internacionales impactan en mucho los sistemas bancarios y de intercambio de monedas locales, por la interdependencia mundial con que funcionan, además de frenar el crecimiento económico mundial. La inflación y la devaluación de la moneda son mecanismos no deseados pero necesarios que utilizan los países capitalistas para no incurrir en desajustes macroeconómicos, principalmente de deuda pública estancando a las economías nacionales, reduciendo sus capacidades de pago y debilitando sus reservas monetarias.

Efectos perjudiciales de lo anterior son las migraciones transnacionales de hombres y sus familias en búsqueda de paz, trabajo, seguridad y bienestar en otras naciones ajenas a las de su origen. Ejemplo de ello son el desgajamiento de pueblos africanos que se dirigen principalmente a Alemania, Francia y los Países Bajos; los de Europa Oriental y los grupos trashumantes de países árabes por razones bélicas, de carácter territorial, étnico o religioso; y en América el fenómeno migratorio masivo de familias centroamericanas que se dirigen hacia Estados Unidos pasando por México.

Convivir con el gobierno de Estados Unidos le resulta difícil y complejo a México. El presidente Trump no ceja de actuar con prepotencia carente de diplomacia hacia nuestro país, invocando un localismo grandilocuente y recalcitrante al estilo de Mussolini. La inestabilidad económica provocada por la imposición a la alza de aranceles en nuestro comercio regional, ya sea en productos agrícolas o de la industria local, refleja poca animosidad de cooperación internacional multilateral por parte de EUA; así como un fuerte proteccionismo que creíamos nunca jamás adoptaría por ser el país promotor que más participación e intención tuvo en el pasado para establecer el modelo económico neoliberal en aquellos países de los que tiene control financiero a través del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional.

Actualmente en su agenda internacional, México vuelve a enarbolar distinguidamente los principios y posturas de antaño, ante la situación crítica por la que atraviesa Venezuela: Autodeterminación de los pueblos, respeto a la soberanía nacional y solución de los problemas en forma pacífica.



El Plan de AMLO y el campo mexicano. (3)



Héctor Manuel Popoca Boone.

 México no puede permitirse seguir teniendo condiciones precarias en el sector rural, puesto que son las que provocan la expulsión de jóvenes al no encontrar alicientes en materia de salarios y empleos; son prácticamente huidas en falso realizadas en forma permanente, plagadas de incertidumbre económica e indefensión completa. Agréguesele a lo anterior las migraciones encaminadas hacia la delincuencia organizada y a los ámbitos de la violencia de manera constante. De ahí el principio rector del Plan. “No s migración por hambre o por violencia”

No tiene desperdicio alguno el siguiente párrafo del plan propuesto a la nación: “El sector agrario ha sido uno de los más devastados por las políticas neoliberales. A partir de 1988 se destruyeron mecanismos que resultaban fundamentales para el desarrollo agrario; se orientó el apoyo público a la manipulación electoral y se propició el vaciamiento poblacional del agro. Las comunidades indígenas, que han vivido desde hace siglos la opresión, el saqueo y la discriminación, padecieron con particular intensidad esta ofensiva. Las políticas oficiales han favorecido la implantación de los megaproyectos y han condenado al abandono a comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios. Ello no sólo ha resultado desastroso para los propios campesinos sino para el resto del país: actualmente México importa casi la mitad de los alimentos que consume, así como la mayor parte de los insumos, maquinaria, equipo y combustibles para la agricultura.”

 El plan reconoce que hay resultados positivos en el crecimiento de la agricultura mexicana gracias a la producción de productos exportables (hortalizas y frutales) que representan buena cuantía de la riqueza rural generada; pero también explica que el beneficio no ha sido socializado, sino apropiado por una reducida porción de unidades productivas, es decir, de pocos potentados empresarios rurales del occidente y norte del país. Así, mientras el 73 por ciento de las Unidades Económicas Rurales a nivel nacional perciben ingresos netos de no más de 17 mil pesos, otro 8 por ciento obtiene ingresos superiores a los 562 mil pesos por unidad productiva según estadísticas de la Secretaria de Agricultura.

Con las buenas cifras macroeconómicas referidas a las exportaciones de productos agrícolas han tratado de maquillar la postración y la dependencia en la producción alimentaria en general. Afirma el Plan que el esfuerzo económico debe orientarse más a fortalecer un mercado interno que permita la construcción de una “economía para el bienestar” de todos, por todos y para todos. Una economía social y humana.

Hablar del campo mexicano es describir, en buena parte del territorio nacional, el fenómeno de la injusticia rural en lo económico, político, social y de sus consecuencias en materia de inseguridad, violencia y delincuencia. Cortar de raíz las causas y no solo los yerros de ellas es el camino más acertado para reconstruir la cohesión destrozada, la ingobernabilidad, la inhibición de la actividad económica o de plano, la vida de los seres humanos. El principio rector: “No hay paz sin justicia” que marca el Plan es ineludible para la pacificación rural y para establecer bases sólidas para la reincorporación social de la juventud al ámbito de los estudios o del trabajo remunerado.

Estipula el Plan: “El país requiere una democracia vigorosa basada en instituciones y mecanismos, democráticos tanto representativos como participativos; asegurando así que la población se erija como el timonel del destino nacional” Para los mismos efectos y como otro paradigma de política, el Plan establece que “La democracia significa el poder del pueblo”. Por tanto, es relevante la importancia que adquieren en este sexenio las asambleas comunitarias rurales, como instrumento de programación y designación de apoyos gubernamentales a productores rurales.

PD1. Guerrero, bañado en sangre, violencia y delincuencia; corrupción y mentiras; donde campea el dolor y la ingobernabilidad. “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”, así dice un canon en el Plan presidencial.





martes, 14 de mayo de 2019

El Plan de Amlo y el campo mexicano. (2)


Héctor Manuel Popoca Boone.

Uno de los principios rectores y transversales de la propuesta de Plan Nacional de Desarrollo, entregado a la Cámara de Diputados para su aprobación por el actual Presidente de la República es: “No dejar a nadie atrás, no dejar a nadie fuera”. Tiene como propósito permear y tamizar, programas y acciones gubernamentales, tanto urbanos como rurales para verdaderamente disminuir el eterno problema histórico de la discriminación y la exclusión social por carencias materiales, entre otras más.

Desde la época prehispánica, los habitantes de los territorios, hoy nacionales, conocieron tales subyugaciones a manos del dominio azteca; después, todos los pueblos indígenas y criollos padecieron el yugo hispano, donde fueron tratados como habitantes de segunda y tercera clase. Tampoco en la época de la independencia nacional, ni en el período de la Reforma o de la Revolución Mexicana de 1910 tuvimos los mexicanos, en la vida cotidiana y en el transcurrir de los años, la oportunidad de erradicar, en forma sustantiva, esas formas de relaciones humanas que son insostenibles y vulnerables. La explotación, discriminación y exclusión humana por sus mismos congéneres es un sello indeleble y constante en nuestro devenir nacional.

Históricamente, la acumulación de bienes materiales y su posesión es la principal razón de ser y hace la diferencia en términos mundiales; y produce rezago a los integrantes de un grupo, una sociedad o entre países; fenómeno que se da en cualquiera parte de mundo donde exista intercambio de productos u otro tipo de valores mercantilizados acumulables; y esa diferencia que marca lo económico se agudiza según sea la ubicación, raza, piel, lengua o creencia, entre otras especificidades.

En México, significativos grupos de pueblos indígenas tanto en sus comunidades de origen como en las zonas suburbanas paupérrimas que habitan, son los que padecen aguda discriminación, acentuada desigualdad y son los pobres dentro de los pobres; situación que ha sido causal histórica de cíclicas explosiones sociales.

Derivado de los anterior, se inscribe otro propósito presidencial: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Es de primer orden en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2025. Debido a que buena parte de los pobres -y dentro de éstos, los pueblos indígenas- merecen mayor atención de la que se les ha dado a lo largo de la historia. Es muy amplia la brecha socioeconómica de la pobreza entre la ciudad y el campo; y en lo rural, la brecha se agudiza entre los indígenas y demás pobladores rurales.

Los motivos de la pobreza en los hogares rurales, por tanto, es la carencia de ingresos y el bajo desarrollo del capital humano, causas fuertemente interrelacionadas con la actividad extractiva minera, agropecuaria y artesanal; ya que las familias rurales se encuentran dentro de un círculo de pobreza: los bajos ingresos no les permiten acceder a los servicios de salud, educación, capacitación y alimentación, generando con ello permanentes insuficiencias monetarias; trayendo como resultante baja productividad, baja producción y, por lo tanto, una baja retribución del esfuerzo aportado que perpetúa el círculo de la pobreza en el campo.

El círculo de la prosperidad rural está focalizado en unos cuantos empresarios agropecuarios, mientras que la pobreza está ubicada en una gran mayoría de productores rurales. Tenemos un reducido segmento de unidades productivas prósperas, de buena productividad y competitividad en los mercados y un amplio número de unidades productivas pequeñas sin articulación entre sí, estancadas prácticamente en el autoconsumo o están en el abandono total. Se presenta, por tanto, una profunda dualidad productiva que marca su asimetría económica a nivel nacional: es acentuada la inequidad en la retribución del esfuerzo productivo en el sur-sureste del país.

En el sexenio que terminó había demasiados programas institucionales, exceso de gestión interesada y una robusta burocracia central, que tuvieron en la realidad sus propios objetivos, beneficiarios y reglas de operación lo que provocaba que en algunos casos se duplicaran esfuerzos y beneficiarios, incluso se contraponían estrategias y objetivos específicos.








El Plan de AMLO y el campo mexicano (1)


Héctor Manuel Popoca Boone.

Fue de asombró la primera reacción que me causó leer la propuesta presidencial del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Mismo que fue entregado a la consideración del poder legislativo y de la opinión pública del país vía internet. El documento se aleja de la ortodoxia en los tecnicismos clásicos de la planificación, tanto en la forma en que se presentan los temas, como de su correspondiente tratamiento; así como de la narrativa empleada. Es más, y con mucho, un documento político que un compendio de planificación en el sentido estricto de la palabra. No va más allá de 63 páginas. Pretende hacer historia, en su propósito ya plasmado institucionalmente de llevar a cabo una cuarta transformación social y económica del país.

El tema del campo mexicano, al igual que los temas económicos, sociales, jurídicos y políticos, son tratados a partir de ejes transversales que permean y matizan el qué hacer público. Por ejemplo, se menciona que todo lo que se realice para el desarrollo del agro deberá hacerse con “honradez y honestidad”. Se postula así: en pocas palabras, porque en el ámbito que nos ocupa, la presencia del aparato de gobierno solo ha servido para robar a los muchos campesinos y dejar robar a la mayoría de los gobernantes, como también a los “lucradores sociales” a partir de los moches, las adquisiciones públicas, las inversiones públicas infladas, la asignación indebida de apoyos gubernamentales y la solventación, en contubernio, de deudas económicas y subsidios de gran cuantía favoreciendo a los pocos potentados del campo. No se diga del uso político electorero de los programas federales, estatales y municipales. Este eje es la propuesta en contra de la “corrupción extendida y convertida en práctica administrativa regular. La corrupción ha sido el principal inhibidor del crecimiento económico. Por eso estamos empeñados, en primer lugar, en acabar con la corrupción en la administración pública, no sólo la corrupción monetaria sino la que conllevan la simulación y la mentira.”

No en balde queda postulado otro vértice transversal: “No al gobierno rico con pueblo pobre”. O díganme si no existe la costumbre de ver a la mayoría de políticos y funcionarios del medio rural hacerse ricos de la noche a la mañana, gracias a la sustracción ilícita del erario público y de la alteración de las cuentas públicas de los programas rurales. No ocultan su ostentación de casas, coches y comilonas de lujo, por mencionar algunos tópicos que expresan su reluctancia de ir al surco y a las parcelas de los campesinos pobres. Solamente se hacen presentes cuando estos politicastros van a las poblaciones rurales e indígenas en búsqueda afanosa del voto político. “Los robos monumentales de recursos públicos fueron acompañados por el dispendio, la suntuosidad y la frivolidad a expensas del erario y los gobernantes enriquecidos han sido la insultante contraparte de la pobreza de millones. El saqueo del presupuesto y los lujos faraónicos de los altos funcionarios consumieron los recursos que debieron emplearse en el cumplimiento de las obligaciones del Estado para con la población, particularmente con los más desposeídos, y en poner fin a los dispendios con una política de austeridad republicana.”

“Economía para el bienestar” es otro eje que cae como anillo al dedo para el campo mexicano; ya que actualmente está sembrado de puras desgracias económicas y de violencias externas y extremas que no tienen para cuando parar.  “Durante décadas, la élite neoliberal se empeñó en reducir el Estado a un aparato administrativo al servicio de las grandes corporaciones y un instrumento coercitivo en contra de las mayorías. Su idea de que las instituciones públicas debían renunciar a su papel como rectoras e impulsoras del desarrollo, la justicia y el bienestar, y que bastaba la mano invisible del mercado para corregir distorsiones, desequilibrios, injusticias y aberraciones, fue una costosa insensatez”. (Continuará).

PD. Artículo elaborado a partir de la muy recomendable lectura del proyecto de Plan Nacional de Desarrollo del Presidente Andrés Manuel López Obrador.