Héctor Manuel Popoca Boone.
Fue de asombró la primera reacción
que me causó leer la propuesta presidencial del Plan Nacional de Desarrollo
2019-2024. Mismo que fue entregado a la consideración del poder legislativo y
de la opinión pública del país vía internet. El documento se aleja de la
ortodoxia en los tecnicismos clásicos de la planificación, tanto en la forma en
que se presentan los temas, como de su correspondiente tratamiento; así como de
la narrativa empleada. Es más, y con mucho, un documento político que un
compendio de planificación en el sentido estricto de la palabra. No va más allá
de 63 páginas. Pretende hacer historia, en su propósito ya plasmado
institucionalmente de llevar a cabo una cuarta transformación social y
económica del país.
El tema del campo mexicano, al
igual que los temas económicos, sociales, jurídicos y políticos, son tratados a
partir de ejes transversales que permean y matizan el qué hacer público. Por
ejemplo, se menciona que todo lo que se realice para el desarrollo del agro
deberá hacerse con “honradez y honestidad”. Se postula así: en pocas palabras,
porque en el ámbito que nos ocupa, la presencia del aparato de gobierno solo ha
servido para robar a los muchos campesinos y dejar robar a la mayoría de los gobernantes,
como también a los “lucradores sociales” a partir de los moches, las
adquisiciones públicas, las inversiones públicas infladas, la asignación
indebida de apoyos gubernamentales y la solventación, en contubernio, de deudas
económicas y subsidios de gran cuantía favoreciendo a los pocos potentados del
campo. No se diga del uso político electorero de los programas federales,
estatales y municipales. Este eje es la propuesta en contra de la “corrupción
extendida y convertida en práctica administrativa regular. La corrupción ha
sido el principal inhibidor del crecimiento económico. Por eso estamos
empeñados, en primer lugar, en acabar con la corrupción en la administración
pública, no sólo la corrupción monetaria sino la que conllevan la simulación y
la mentira.”
No en balde queda postulado otro
vértice transversal: “No al gobierno rico con pueblo pobre”. O díganme si no
existe la costumbre de ver a la mayoría de políticos y funcionarios del medio
rural hacerse ricos de la noche a la mañana, gracias a la sustracción ilícita
del erario público y de la alteración de las cuentas públicas de los programas
rurales. No ocultan su ostentación de casas, coches y comilonas de lujo, por
mencionar algunos tópicos que expresan su reluctancia de ir al surco y a las
parcelas de los campesinos pobres. Solamente se hacen presentes cuando estos
politicastros van a las poblaciones rurales e indígenas en búsqueda afanosa del
voto político. “Los robos monumentales de recursos públicos fueron acompañados
por el dispendio, la suntuosidad y la frivolidad a expensas del erario y los
gobernantes enriquecidos han sido la insultante contraparte de la pobreza de
millones. El saqueo del presupuesto y los lujos faraónicos de los altos
funcionarios consumieron los recursos que debieron emplearse en el cumplimiento
de las obligaciones del Estado para con la población, particularmente con los
más desposeídos, y en poner fin a los dispendios con una política de austeridad
republicana.”
“Economía para el bienestar” es
otro eje que cae como anillo al dedo para el campo mexicano; ya que actualmente
está sembrado de puras desgracias económicas y de violencias externas y
extremas que no tienen para cuando parar.
“Durante décadas, la élite neoliberal se empeñó en reducir el Estado a
un aparato administrativo al servicio de las grandes corporaciones y un
instrumento coercitivo en contra de las mayorías. Su idea de que las
instituciones públicas debían renunciar a su papel como rectoras e impulsoras
del desarrollo, la justicia y el bienestar, y que bastaba la mano invisible del mercado para corregir distorsiones,
desequilibrios, injusticias y aberraciones, fue una costosa insensatez”.
(Continuará).
PD. Artículo elaborado a partir de la muy recomendable
lectura del proyecto de Plan Nacional de Desarrollo del Presidente Andrés
Manuel López Obrador.
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