Héctor Manuel Popoca
Boone.
Años atrás, el huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel
impactaron el territorio nacional (15/sept/2013), con un saldo de ciento y
medio de muertos, 68 desaparecidos, un millón 200 mil damnificados y daños
estimados en 75 mil millones de pesos. Las mayores afectaciones estuvieron
localizadas en Guerrero.
Acapulco fue la zona de
mayor castigo en asentamientos urbanos. Por supuesto, no fueron aplicadas las
responsabilidades y sanciones respectivas por el indebido otorgamiento de
permisos de construcción en zonas de alto riesgo de inundación y desbordamiento
de ríos. No obstante que el presidente de la República, de aquel entonces,
instruyó que se hicieran las investigaciones correspondientes, cuyos resultados
deberían ser entregados en las siguientes tres semanas, a más tardar.
Dicha investigación
nunca se dio a conocer públicamente; si es que existió. Mucho menos la identificación
de funcionarios y gobernantes de los tres niveles de gobierno, ni de las grandes
e inescrupulosas empresas de desarrollos inmobiliarios, cuyas oficinas matrices
estaban, la mayoría de ellas, fuera de Guerrero.
Algunos políticos y
funcionarios públicos ante la magnitud del desastre y por haber estado
involucrados en corrupciones urbanas de tiempo atrás, sabedores de las
consecuencias de sus malos comportamientos, esgrimieron tan pronto como les fue
posible: “No es hora de buscar culpables” “Son tiempos de mantener la unidad”
“Sumemos y multipliquemos nuestro esfuerzo; no dividamos o restemos voluntades”
“Ahorita lo prioritario es ayudar a los damnificados, ya después veremos lo
demás” Lo curioso es que en la actualidad oigo resonancias de esas
exclamaciones encubridoras de pillerías.
También hubo
instrucciones presidenciales para la formulación y ejecución de un plan de
reconstrucción estatal, donde participaron todas las dependencias federales.
Así nació el Plan Nuevo Guerrero, contemplando la aplicación de 37 mil 715
millones de pesos, para el ejercicio fiscal 2014. Se dio dizque participación a
la sociedad civil para monitorear el Plan a través de un “Consejo Estatal para
la Reconstrucción de Guerrero”. Integrado, a modo, por destacados personajes
del sector privado, social, universitario y eclesiástico, tanto del estado como
del país.
La actuación de dicho
Consejo fue meramente decorativa. Poco a poco salió a flote que la corrupción e
impunidad fueron el sello distintivo en los faltantes de prevención,
construcción y reparación. Tampoco hubo del todo la reactivación económica
regional esperada.
Hago remembranza del
pasado porque no tenemos memoria histórica, que es también causal de nuestro
repetitivo devenir, pletórico de desgracias. Ahora, con las muertes y contagios
por la pandemia, hay parte de culpabilidad humana. Cierto, la prioridad es
salvar vidas y después aplicar responsabilidades que, como bien sabemos, no sucederá
así.
Con el agravante de que,
en la actualidad, algunos quieren achacarle al pueblo la culpa de la mortandad
y contagios acrecentados; cuando es de todos conocido que nuestro sistema
estatal de salud pública y la credibilidad en el aparato gubernamental ha
dejado mucho que desear, de años ha. De nueva cuenta la corrupción, la
irresponsabilidad e intereses personales o de facción de algunos gobernantes, han
marcado nuestro triste derrotero.
Enfatizo que el
combate a la pandemia es una corresponsabilidad compartida del Estado y la
ciudadanía, siempre y cuando el primero vaya por delante. Si el Estado elude o abdica
de proteger la vida de su pueblo, pierde su razón primigenia de ser (Hobbes). Convengo
que cada cual haga lo que tenga que hacer según su responsabilidad; sin que
nadie trate de escabullirse o lavarse las manos.
PD1. En verdad les
digo que, con un mes de retraso, solamente 16 por ciento del fertilizante está
efectivamente en manos de los campesinos. ¡Uf!
PD2. Empezó la época
anual de lluvias. Ojalá estén desazolvadas las barrancas que bajan a la bahía
de Acapulco.
PD3. Cuando una ley
es de suyo injusta, el pueblo está en su derecho, pacífico y legítimo, de no
acatarla. (Gandhi).
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