Héctor Manuel Popoca Boone.
¿Alguien ha visto a
Vicente I. Suastegui Muñoz?
Si no fuera por el monto anual de remesas que recibimos de nuestros paisanos
de allende las fronteras del norte, abríase derrumbado estrepitosamente nuestra
economía local. Junto con el turismo, la minería y los estupefacientes, son las
principales fuentes de ingresos económicos para Guerrero; mismas que apuntalan los
niveles de consumo interno y a la vez contrarrestan la fuga de divisas que
guerrerenses pudientes realizan en sus viajes de turismo al extranjero o resguardan
fuera del estado.
Son las remesas (a nivel nacional frisan un monto total anual de 820-840
mil millones de pesos) oxígeno puro para nuestra maltrecha economía de México,
porque no son expatriables; ya que están destinadas a reforzar, en su mayor
parte, el consumo interno de sobrevivencia, para la satisfacción directa de las
necesidades alimenticias y de habitación familiar de un segmento importante de
la población pobre del país.
Para México, son también un saludable respiro ante los compromisos de pago
de deuda pública, originada por la colocación de “bonos” gubernamentales; y por
la fuga de inversiones extranjeras especulativas que, con el actual nivel actual
de inflación nacional del 6 por ciento anual, empiezan a reorientarse hacia
países con mejores rentabilidades financieras.
De esta forma, se da el fenómeno que, mientras ciertos mexicanos
empresarios multimillonarios y sus pares políticos, sacan su dinero del país
para protegerlo o esconderlo de futuras eventualidades; miles de mexicanos
pobres, trabajadores manuales, envían sus magros dólares, obtenidos con su intenso
trabajo mal pagado en tierras extrañas; además de ser vejados y discriminados
por ser indocumentados. Son valiosas divisas en manos de los pobres que sirven para
resguardar del hambre y de la inanición a sus familias en sus lugares de
origen.
Los primeros, los multi millonarios, son los privilegiados y saqueadores de
este país; los segundos, son los condenados que tienen que migrar para sobrevivir.
Los primeros, desfondan económicamente a México, saqueando sus recursos
naturales y financieros; los segundos, son los aportantes económicos, pero
parias en su propia patria; que tienen que migrar para enviar remesas a efecto
de apuntalar las precarias economías familiares. A los primeros, se les dan
todas las facilidades gubernamentales para que hagan sus sangrías financieras;
a los segundos, les ponen una y mil dificultades para tener trabajo digno en su
patria y sin contar con mayor apoyo institucional en su misión, loable y
heroica, de reforzar la economía regional de sus lugares de origen.
Reminiscencias dolorosas e imborrables, son las que guardo en mi mente de
la primera vez que presencie en Tlapa, el inicio de un viaje de jornaleros
agrícolas indígenas y sus familias a los campos agrícolas del norte del país,
atiborrados en autobuses en no muy buenas condiciones mecánicas, contratados
por “enganchadores”, que a su vez eran subvencionados por empresarios
agroexportadores. Allá iban y siguen yendo los jornaleros agrícolas sin ninguna
protección laboral o médica, para recibir jornales de miseria, haciéndolos
vivir en barracas en condiciones infrahumanas a hombres, mujeres y niños.
También presencie, en aquel entonces, cómo de regreso a Tlapa, después de
levantar y empacar la cosecha, los estaban esperando una caterva de “buitres” -policías
judiciales- para arrebatarles parte o todo, de lo poco que habían conseguido
ahorrar; no habiendo absolutamente ninguna autoridad competente, que detuviera
a esos atracadores con placa policiaca que actuaban, año con año, en la total
impunidad.
A esas 30 mil personas indígenas jornaleras agrícolas y a los cientos de
miles de migrantes indocumentados guerrerenses, se les debe, en mucho, que hoy no
ocupemos el último lugar, sino el penúltimo en materia de pobreza social.
PD1. La amplia ingobernabilidad que estamos padeciendo en nuestra vida
cotidiana, muestra la poca eficacia con la que se desempeñó el “honesto”
gobierno estatal terminal.
PD2. Como Gobernador Moral de Guerrero, afirmo que es una estulticia promover
el regreso a clases cuando: 1) Estamos en máximo riego epidemiológico. 2) Sin
la total aplicación de las vacunas requeridas. 3) Con los centros hospitalarios
saturados y 4) con numerosas escuelas sanitariamente inviables. ¡Ya basta de
muertes y contagios evitables! ¡Ya basta de farsas, mentiras y tranzas
gubernamentales!
porelrescate@outlook.com
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