Héctor Manuel Popoca Boone.
¿Alguien ha visto a Vicente Suastegui
Muñoz?
Aun cuando sus méritos históricos
fueron, sin lugar a dudas, mucho más grandes que sus yerros, Benito Juárez (BJ),
férreo defensor de nuestra patria, deseaba reelegirse como Presidente de la
República, por cuarta ocasión en 1871. Los periodos presidenciales eran de
cuatro años y él llevaba ya ostentando el máximo cargo gubernamental 14 años
-con severas interrupciones y exilios forzados de facto-. Sabedor de su
personalidad triunfante en las guerras de Reforma y contra el imperio galo y su
fallida invasión a México, BJ solicitaba recurrentemente a la Cámara de
diputados, facultades extraordinarias y prorrogas a su mandato presidencial. La
Constitución de 1857 que estaba en vigor, no permitía la reelección
presidencial.
En las primeras ocasiones,
los legisladores se las aprobaban a BJ dada la pronunciada anarquía social, la
gran inestabilidad política y la endeble seguridad nacional prevalecientes. No
así sucedía en el año de 1871, cuando había asentado sus reales en todo el
país, la “República Restaurada”. Sea dicho que, en su último período de vida, BJ,
se aferró al poder presidencial con excesiva y manifiesta ambición, Nadie pudo despojarlo
de esa investidura, más que la muerte que le sobrevino por infarto agudo de
miocardio.
Para las elecciones
presidenciales de 1857, se presentaron tres fuertes aspirantes: Ellos eran: el
propio Benito Juárez, Porfirio Díaz y Sebastián Lerdo de Tejada; los tres
fueron destacados liberales. Juárez con zorruna antelación a su intención de
reelegirse, inició el “conven$imiento” de diputados a su favor, manteniendo fuerte
control político sobre la mayoría de ellos para tener un ambiente que fuera amigable
a su propósito en el poder legislativo. Sabía bien que para esa renovada
permanencia en el poder presidencial no contaría con todas las simpatías
populares, ni del ejército, ni de algunos dirigentes y militantes del Partido
Liberal.
En una carta sobre los
diputados, que le dirigió el 16 de agosto de 1867, Felipe Buenrostro -cronista
del poder legislativo de aquella época- a Benito Juárez, ya le expresaba: “Está
compuesta en su mayoría por hombres que no hacen sino lo que se les manda” Y como a BJ le contrariaba que existieran
disidencias públicas a sus pensamientos y ordenanzas, siempre procuró tener domesticados
a los legisladores -al menos a los del Partido Liberal-, quienes no tenían
permitido contradecirlo o externar opinión contraria; más que solamente brindar
y exhibir públicamente su respaldo incondicional. Así fue el inicio de una seudo
democracia sobornada y semi autoritaria que llega a nuestros días.
La ventaja electoral en
1871 la poseía, de ante mano, BJ. Ya que tenía a su disposición el erario
público y podía destinarlo a doblegar conciencias y comprar votos de
legisladores; además, contaba con un importante apoyo popular y de una porción
del ejército liberal, puesto que otras partes de los militares y del pueblo optaron
por inclinar sus simpatías a los otros dos competidores: Porfirio Díaz y Lerdo
de Tejada. “No había piso parejo” en la competencia electoral.
En ese marco de creciente
polarización entre los mismos liberales, el editor del periódico “El Siglo XIX”,
el historiador liberal, Julio Zárate, manifestaba públicamente: “¿A cuenta de
qué quiere Benito Juárez prolongar su mandato?”, dentro de cuatro años, con los
mismos argumentos (consolidar la república restaurada) querrá volver reelegirse
y la democracia será entonces una eterna mentira y las instituciones
republicanas una cruel parodia.”
Fue reñida la contienda
electoral de 1871. El mandato constitucional indicaba que ganaba las elecciones
presidenciales quien lograra obtener la mitad de votos emitidos más uno; esto
es, no con simple mayoría. Ninguna de las tres “corcholatas” los obtuvo. De los
12 266 votos totales emitidos, Benito Juárez tuvo 5 837; Porfirio Díaz, 3 555 y
Lerdo de Tejada, 2 874. Por tanto, fue la Cámara de diputados quien nombró al
presidente de la República entre los dos candidatos que lograron el mayor
número de votos y estos fueron: Benito Juárez y Porfirio Díaz. (Continuará)
PD1. Como Gobernador
Moral de Guerrero sostengo que, con la masacre ocurrida en la comunidad de El
Durazno, Municipio de Coyuca de Catalán; en la formalizada y conflictiva octava
región de Guerrero, se abrió la caja de pandora en la disputa por la creación
de los nuevos municipios que, inopinadamente, habrán de formarse a costa de territorios
de otros municipios ya establecidos, a excepción de Tlacotepec (Heliodoro
Castillo). Cuántas masacres y homicidios más concitaran en esa zona, la
Gobernadora Constitucional, los diputados locales, algunos líderes regionales y
ciertos universitarios, interesados. La cruda realidad prevalecerá de nuevo. Al
tiempo.
PD2. Durante este mes, a
la fecha, el número de casos activos de Covid-19 en Guerrero, se incrementó en
casi dos veces más, pasando de 188 a 335 personas. Las autoridades estatales
permiten al 100 por ciento los aforos en cualquier lugar y para cualquier
evento. Los principales municipios con casos activos, son los turísticos. Se
estima que para fiestas de fin de año habrá un millón de turistas. ¡Uf!
*Artículo elaborado a partir de la lectura
del libro “La otra historia de México. Díaz y Madero”. Editorial Diana. Autor:
Armando Fuentes Aguirre