Héctor Manuel Popoca Boone.
Algo está podrido en Dinamarca. Hamlet (Obra
teatral de W. Shakespeare). Para todos los pacientes sufridores internados en
nosocomios afuncionales.
Al llegar al hospital del ISSSTE en Chilpancingo a
visitar a un buen amigo internado de emergencia desde hace una semana y media, indago
por él y me informan que esa mañana lo habían dado de alta. Me trasladé a su
domicilio y lo encontré recostado en su cama. ¡Es el horror, de verdad que es
el horror! Fue lo primero en exclamarme. Cuéntame tu recién vía crucis le dije,
convirtiéndome así en receptáculo de su necesaria catarsis.
Se me abrió la piel en la entrepierna y me botó la
hernia que tenía en la ingle que ya padecía de tiempo atrás, me dijo;
causándome dolores mayúsculos. Mi esposa me llevó al área de urgencias del
hospital del ISSSTE-Chilpancingo para que me atendieran de inmediato y me
realizaran la intervención quirúrgica correspondiente. Y ahí empecé a padecer
los días y los protocolos de la antesala de la muerte.
Como era diabético, continuó relatándome, los
cirujanos necesitaban antes de operarme la autorización de un especialista en
diabetes, por lo que me trasladaron primero al área especializada; pero como no
había camas disponibles, me retuvieron en la terrífica sala de espera del área
urgencias del nosocomio, atento a que existiera disponibilidad de cama en el
área de nefrología; en medio de mis intensos dolores, producto del tratamiento
suspendido de mi diabetes y en medio de un concierto de gemidos de dolor de
otros muchos pacientes que estaban arribando desde Acapulco, ya que el huracán
OTIS dañó significativamente el hospital del puerto turístico.
Con la ayuda de las enfermeras, realizaba mis
necesarias diálisis cotidianas, sin contar con las medicinas, medicamentos y
consumibles médicos indispensables: ¡en el hospital no tenían catéteres,
jeringas, termómetros, etc.! Por lo que mi esposa se veía en la necesidad de
salir corriendo a comprarlos a la farmacia más cercana y así mantener limpieza de
mi torrente sanguíneo.
Continuo su narrativa y quedé estupefacto cuando me
platicó que, después de tres días de espera abatido en una cama, lo trasladaron
al área de nefrología donde previa revisión médica lo pasarían al área de cirugía
para efectuar la operación de la hernia. Dicha autorización debía venir firmada
por el director del área de nefrología, pero este personaje todopoderoso
¡estaba de vacaciones sin delegar en nadie tal facultad!
Esa era la razón por la que el procedimiento médico a
seguir quedó interrumpido durante esos días, añadió: no me dieron alimento
alguno, más que las gelatinas que compraba mi mujer en la tienda más cercana y,
por supuesto, bebía agua gracias a la compra externa de recipientes del
imprescindible líquido vital. Para ese entonces, yo ya había perdido la
conciencia y empezaba a delirar por la interrupción abrupta de mi tratamiento
de diálisis.
Por fin, al cuarto día, me comentó que el irresponsable
doctor, director del área, regresó de sus vacaciones. Me auscultó personalmente
y me dijo con voz autoritaria que no necesitaba cambiarme a hemodiálisis para
operarme, por lo que quito el catéter que ya había sido instalado en mi cuerpo
y dictaminó que se intensificaran las simples diálisis diarias durante quince
días más, remitiéndome a mi casa.
Mis delirios ya eran frenéticos, rayando la categoría
de premortales, me afirmó. A las 24 horas ya estaba de regreso en el sanatorio.
A mi familia se le acababa el dinero en la compra de medicamentos y otros objetos
instrumentales y consumibles que no eran suministrados por hospital al que no
lo surtía la “Super Farmacia Nacional” que el presidente de la república había
inaugurado recién, para que no faltaran en ninguna parte del país. ¡Uf!
Después supimos que a los familiares de los pacientes
diabéticos derechohabientes del ISSSTE en Chilpancingo, el director de
nefrología, los hacía entrar en desesperación aguda para que solicitaran el
traslado de su enfermo a un sanatorio particular especializado del cual él era
el dueño y como funcionario médico era el único facultado para autorizar la
transferencia de pacientes subrogados. ¡Negocio redondo del chilpancingueño doctor
“Mengele”, exclamó mi amigo! Desde mi llegada inicial al área de urgencias ya
habían pasado de seis a siete días y ningún doctor de ninguna área autorizaba
que entrara a quirófano. Me veían con unos ojos en donde descifraba sus
posibles funestos pronósticos: “Te vas a morir”.
No fue sino hasta que un médico cirujano, al que yo
llamo “mi salvador”, al margen de los procedimientos médicos kafkiano-mortales
que de ordinario practican en ese nosocomio, supo de mi caso y aplicando su
soberana ética e independencia profesional y sin temor a represalias
burocráticas, accedió a operarme de inmediato bajo su responsabilidad personal,
ya que las otras áreas médicas que tenían que ver mi caso, les importaba un
bledo y semi mafiosamente (actuando siempre en equipo cómplice, para eludir
responsabilidades individuales) habían determinado que era un ser humano “no
apto para vida”, es decir, era “un expediente y/o número” desechable, al que no
valía la pena invertir tiempo, recursos y esfuerzos. ¡Doble Uf!
Mi amigo sigue vivo para contar esta dramática
vivencia, al interior de un hospital del horror para el paciente y de terror
para los familiares del derechohabiente convaleciente. Su narrativa vino a
confirmarme lo que ya, desde hace tres décadas, me señalaba un ex trabajador
administrativo del hospital de marras: a saber:
1). Los radiólogos
tiran el líquido revelador (que es muy caro), para que envíen el servicio
subrogado a un centro radiológico particular; moche de por medio. 2). Cuando
algún director quiere poner orden entre los médicos, de inmediato acuden al
sindicato, que está coludido con los funcionarios de la delegación estatal; actuando
en favor de los doctores negligentes. 3). El servicio médico está en el peor nivel,
los doctores ya no auscultan a los pacientes, los colocan a tres metros de
ellos y desde ahí, hacen su diagnóstico, es decir, a “ojo de buen cubero”. 4). Los
pacientes externos acuden a cita médica solo para obtener la receta médica y
los correspondientes medicamentos, pero se topan en el área de farmacia, previa
fila de atención que dura más de una hora, con que les digan que por el momento
“no hay”. 5). En fin, hay infinidad de fallas y faltantes en las áreas de
cocina, almacén, ambulancias, en los instrumentos y consumibles para sanitizar,
en el diésel para encender las calderas, en el indispensable oxígeno, en los
combustibles para los vehículos y en el área de la lavandería, áreas en donde
sigue vigente el sistema: “Corrupción e Impunidad. S.A. de C.V”
porelrescate@outlook.com
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