domingo, 22 de mayo de 2011

El soborno.


Héctor Manuel Popoca Boone.

En México es el lubricante por excelencia que mueve los engranajes de la administración pública, terguiversa las políticas públicas, inclina la balanza de la justicia, tuerce la labor legislativa, profundiza la desigualdad y delincuencia, otorga plazas de trabajo y expande negocios empresariales lícitos e ilícitos, entre otras cosas.

No se diga de su presencia en los procesos electorales, en la compra del voto, en las transas económicas al interior de los partidos políticos con el dinero de las campañas electorales donde a veces señorea un dispendio corruptor.

El soborno está en todas partes. Se filtra como la humedad. Las medidas gubernamentales para combatirlo todavía dejan mucho que desear y la transparencia de las acciones institucionales brilla por su ausencia si no es que está atrofiada.

Existe una correlación entre la debilidad de las instituciones que no cumplen sus funciones y el fortalecimiento del soborno; de ahí la precaria solidez de los mecanismos de información pública, transparencia, control y rendición de cuentas; así como una escasa participación ciudadana como entidad observadora. Gobierno que no rinde cuentas es espacio para que los políticos y gobernantes, mercaderes y mercenarios, públicos y privados, de toda ralea y origen, se apropien del erario público. Es parte del saqueo de Guerrero.

El soborno es sinónimo de corrupción. La corrupción del sector privado y social corren parejas a la del sector público y no se explica una sin las otras. Todas son prohijadas y protegidas por el manto de la impunidad.

La corrupción es un binomio como sistema de vida: mientras haya corruptores habrá corruptos y viceversa. Corroe el espíritu de un pueblo. Una sociedad sobornada queda varada en un barrizal de desconfianza, incredulidad, inseguridad e impunidad. Es la impotencia que da el siempre poderoso caballero don dinero.

Lamentablemente, el peso mayor de la carga económica del soborno recae en los pobres. Son extorsiones que les exigen autoridades abusivas o para acceder a apoyos gubernamentales. Mientras que los ricos, empresarios y políticos, dedican al soborno dinero que desean multiplicado por miles. Esta es otra cara de la desigualdad social.

PD1. Teniendo como base las declaraciones públicas del priista Ernesto Velez Memije, los presuntos culpables de la brutal golpiza propinada a Guillermo Sánchez Nava durante la campaña estatal electoral pasada, fueron brigadistas del PRI. Luego entonces es de sentido común y de lógica elemental que se llame a declarar a los principales priistas protagonistas de dicha campaña para el adecuado esclarecimiento de los hechos. Lo contrario es abogar por la impunidad y nadie debe quedar afuera o por encima de la ley, cuantimás si son políticos y gobernantes.

PD2. Sabás, Sabás. ¿A dónde vas? Con ese costal que llevas atrás. Convengamos que decirse de izquierda, en Guerrero, no es siempre sinónimo de honestidad. ¿O sí?

PD3. No nos hagamos tontos. Sacar de Acapulco el tianguis turístico fue decisión presidencial, a petición de parte de los turisteros nacionales, ante los graves niveles de inseguridad pública y de corrupción policíaca que padece el puerto. Para que dar tanto brinco estando el suelo tan ensangrentado.

PD4. ¿Es fatalidad del destino que el pueblo guerrerense pague, recurrentemente, por el garrote que lo golpea, la codicia que lo saquea, la corrupción que lo carcome, la prepotencia que lo somete o el crímen generalizado que sufre por la feroz disputa de las plazas?

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