sábado, 9 de julio de 2011

Así sucedió.


Héctor Manuel Popoca Boone.

En 1983, el gobernador Don Alejandro Cervantes Delgado me nombró titular de la Secretaria de Planeación y Presupuesto (Seplap). No era yo de su círculo íntimo ni siquiera teníamos trato personal.

Cuando me citó para darme a conocer su decisión, le pregunté “¿Porqué sin antes haber trabajado con usted, ni ser su amigo, me da la responsabilidad de aprobar toda la inversión pública estatal”
-Lo hago por su reputación profesional, que espero la siga poniendo al servicio del pueblo de Guerrero. Me contestó.

En ese entonces, la Seplap tenía bajo su competencia el padrón oficial de las compañías constructoras que realizaban obra pública. Eran tiempos donde la voz popular decía que en la contratación de la obra pública y de las empresas correspondientes metía mano el asesor general del gobernador, Francisco León de la Barra, que a su vez tenia como operador al secretario de obras públicas del gobierno estatal. Había pues, una presunta colusión de funcionarios estatales y compañías constructoras, en el marco de un contratismo corrupto e inescrupuloso.

También era rumor público que ante ese fenómeno el gobernador permanecía impasible. Se conjeturaba que su asesor general le había financiado parte de su campaña electoral y estaba cobrando la factura de su inversión con desmesurada ganancia. O de plano, que el gobernador estaba metido también en el negocio. Ya habían transcurrido los primeros tres años de su gobierno.

Por la responsabilidad encomendada, inicié la revisión exhaustiva de la operación de todas las empresas constructoras que tenían contrato gubernamental, junto con Carlos Mateo Aguirre Rivero a la sazón, Director General de Seguimiento y Evaluación de la Inversión Pública de la Seplap.

Después de un mes de trabajo, documental y de campo, identificamos 15 empresas que mostraban serias irregularidades en la ejecución de la obra asignada, ya sea porque no reunían la calidad requerida o porque sus avances físicos no correspondían al dinero gubernamental entregado.

Con los expedientes debidamente integrados y fundamentados, le pedí al gobernador una audiencia de trabajo para darle a conocer el diagnostico realizado y los resultados obtenidos y pedir permiso para proceder conforme a lo indicado en la ley vigente en esa época: dar de baja del padrón oficial a las compañías cuestionadas. Solicité la cita a sabiendas que ponía en riesgo mi permanencia en ese alto puesto gubernamental.

Don Alejandro Cervantes Delgado me invitó a desayunar solos. Después de digerir unos huevos a la mexicana, le mostré los expedientes y la lista de las empresas abusadoras. Acabados de examinar cada uno de los expedientes el gobernador tomó su pipa y se quedó meditando cerca de un minuto. Para mi ese silencio fue eterno y por ende, prefiguré mi salida ineluctable del gabinete. Al cabo, me expresó lo siguiente: “Licenciado, yo no tengo interés de ninguna índole en esas compañías constructoras. Proceda conforme a derecho”.

Dicho lo anterior mi respiración retornó a ser normal y en el camino a mi oficina me dije: “sin lugar a dudas, es toda una distinción y orgullo trabajar con este gobernador.”

En el actual gobierno participamos varios discípulos de Don Alejandro Cervantes Delgado del que obligados estamos a seguir el sendero trazado. ¡Si señor!

PD1. No nos embrollemos. En materia del uso de sus tierras, con los núcleos agrarios todo. Sin ellos, nada.
PD2. No se hagan bolas. A la cenaduría, con Popoca porque ya le toca. Se aceptan invitaciones a cenar. Gracias por las varias recibidas esta semana.










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