Héctor Manuel Popoca Boone.
Suceso uno. El domingo pasado, en
compañía de servidores públicos federales y estatales, subimos a las
comunidades de Coapinola y La Concordia del municipio de Ayutla, por invitación
de las autoridades comunales a sus respectivas asambleas comunitarias para
abordar aspectos del desarrollo socioeconómico de esa microrregión indígena. Empezando
la ascensión por la carretera semi-pavimentada, nos topamos con el primer retén
a cargo de la policía comunitaria del CRAC-El Paraíso. Pasamos sin mayor
problema. Grande fue nuestra sorpresa cuando a 250 metros adelante volvimos a
toparnos con otro retén, ahora de la UPOEG-SSC.
Los de la CRAC vestían uniforme gastado
y la mayoría de sus armas de bajo calibre. Los de la UPOEG estaban mejor
avituallados, en todos los aspectos. También nos permitieron proseguir sin
mayor inconveniente. Ya nada más faltó que nos topáramos con los retenes
militares, de la delincuencia organizada y de supuestos guerrilleros para tener
completo el rosario.
Suceso dos. Al llegar a la asamblea en Coapinola,
nos encontramos con representantes de 23 comunidades, además de ciudadanos armados
y uniformados de la CRAC-El Paraíso. Al principio creímos que estos últimos protegían
la reunión ¡pero pronto nos dimos cuenta que tomaban parte activa, opinando y
votando! Cuestión grave, por la intimidación y cohibición indirecta a la libre
expresión y determinación de los comuneros no armados. Juzgamos pertinente no
participar en esas condiciones en la asamblea y retirarnos, trasladándonos a la
asamblea de los bienes comunales de La Concordia, donde nos indicaron que su
principal prioridad era proseguir la pavimentación de la carretera y la
rehabilitación de los tramos mal construidos.
Suceso tres. Por la tarde, de regreso a
la ciudad de Ayutla, platicamos con algunos habitantes y comerciantes citadinos
sobre la situación imperante en materia de seguridad pública. Nos dijeron que
ahora contribuían económicamente a través de tres vías para que hubiera paz, a
saber: Pagar cuota (delincuencia organizada). Contribución para el
“funcionamiento” (policía comunitaria). Y pago de impuestos (policía
institucional).
Reflexión. Al retornar a Chilpancingo y
cavilando en el camino, hice un análisis del origen y naturaleza de las
policías comunitarias y autodefensas que actúan en Guerrero. Coincidió con el
realizado por Zacarías Cervantes y publicado en El Sur del pasado jueves. Solo agregaría
que de excesos, extorciones y corruptelas, no están exentas las autodefensas
ciudadanas. Deben de tener públicas normas auto-regulatorias debidamente
sancionadas y bajo vigilancia de los pueblos.
Concluí que nuestra actual estrategia
gubernamental era errónea al centrar los esfuerzos en contener, controlar y
regularizar a las policías ciudadanas y grupos de autodefensas, amedrentándolas
de vez en vez, en lugar de hacer una fuerte alianza pueblo-gobierno para
combatir juntos la delincuencia de todo tipo, dentro de un esquema de
coordinación y no de subordinación.
Si la violencia imperante nos señala que
los delincuentes se han implantado en diversas regiones del estado para actuar
impunemente (gracias a la corrosión severa e infiltración de nuestros sistemas
policíacos, de una impartición corrupta de la justicia y de un inútil sistema de
rehabilitación social) es hora de reconocer que no la nulificaremos y extirparemos
solo con el concurso de las fuerzas institucionales del estado mexicano. Eso
está a ojos vista constatado, al menos en Guerrero y en otros estados de la
república.
La génesis de los grupos de autodefensa
radica en la supervivencia del pueblo contra los embates de la hasta hoy
imparable delincuencia organizada. El temor y la resistencia institucional a
sumar y conjugar esfuerzos con los ciudadanos, con mutuo respeto, son propios
de gobiernos autoritarios que cifran su existencia en la fuerza institucional y
no en la alianza popular. Es hora de echar mano de la imaginación para ejercer
y respetar el poder que emana del pueblo, de acuerdo a nuestra carta magna.
PD. De acuerdo al presidente estatal del
PRD, si tirotean mi casa los de la “maña” es buena señal del combate que se
está teniendo para abatirlos. ¡Que no manche!
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