viernes, 26 de septiembre de 2014

Un gran empresario neoliberal.

Héctor Manuel Popoca Boone.

Para llegar a ser exitosamente uno de los hombres más ricos del mundo, German Larrea Mota-Velasco (GL), no tuvo necesidad de incursionar por los fatigosos senderos del esfuerzo, de la austeridad, del ahorro y la constancia. Él es de la generación de empresarios crecidos y protegidos a la sombra de los gobiernos mexicanos neoliberales, con los típicos resultados de ser un potentado corrupto, rapaz, inescrupuloso, insensible, frívolo y depredador.

Con origen de pañales de seda, su padre le heredó empresas mineras que logró engrandecerlas gracias a los contubernios hechos, a cambio de redituables favores, con los políticos y funcionarios públicos neoliberales de alto nivel, que tuvieron que ver con las concesiones, permisos y toda clase de trámites para que fluyeran con la mayor rapidez y sin obstáculo alguno la buena marcha de sus múltiples negocios.

La economía neoliberal marcaba el camino: Allanado estaba el sendero para la adquisición de muchas empresas privatizadas que eran antaño propiedad del estado mexicano y que los regímenes neoliberales las subastaron a precios de remate, entre una tercera o cuarta parte de su valor real.

Ha sido este maridaje impúdico, esta alianza entre gobernantes, políticos, tecnócratas y empresarios neoliberales, lo que ha permitido la acumulación de desorbitantes fortunas empresariales en tan poco tiempo, al poner el poder y disponer del patrimonio público al servicio discriminado de los intereses económicos de grandes empresas particulares. Mientras la mayoría del pueblo languidece en su pobreza incontenible.

Hoy, GL es el segundo hombre más adinerado de México, con una fortuna estimada en 15 mil 700 millones de dólares. Sus intereses empresariales están fincados a partir de privatizaciones gubernamentales como ferrocarriles, bancos, minería, cines,... Ahora, lo que absorbe su atención es ser concesionario de uno de los dos canales de televisión pública de alcance nacional, que próximamente el gobierno federal licitará.

Pero es en el negocio minero donde GL posee en mayor cuantía sus activos. Y es donde en forma más descarnada han salido a la luz pública las condiciones precarias y peligrosas, en cuanto a seguridad laboral e infraestructura minera, en las que trabajan los mineros de sus consorcios.

Quién no recuerda la tragedia acaecida en las minas de carbón de Pasta de Conchos, en el estado de Coahuila, donde en un derrumbe quedaron enterrados 65 mineros en el año 2006. De los cuales se rescataron solo 2 cadáveres, porque resultaba incosteable seguir localizando más cuerpos. En ese funesto accidente, las autoridades federales solaparon incumplimientos en las normas de seguridad laboral por parte de la empresa propietaria de la concesión: Grupo México, cuyo socio mayoritario es GL.

El pasado 6 de agosto, nos sorprende de nueva cuenta el consorcio minero Grupo México con la tragedia sucedida en su mina de cobre, a cielo abierto, de Cananea, estado de Sonora; provocando lo que oficialmente se ha denominado “el peor desastre ambiental en la industria minera del país de los tiempos modernos”. Por un descuido criminal de la empresa, se vertieron más de 40 000 metros cúbicos de sulfato de cobre acidulados a los ríos Sonora y Bacanuchi, contaminando, aguas abajo, toda manifestación de vida a lo largo de esas dos cuencas hidrológicas.

En los inicios de este sexenio, el gobierno federal trató de imponer nuevos gravámenes a la explotación de minas a cielo abierto, con el fin de reinvertirlos en la prevención en comunidades con probabilidades de afectación, pero el gran empresario neoliberal GL amenazó con trasladar las inversiones de su poderosa empresa Grupo México a sus concesiones en Perú. ¡Uf!

PD. “Los mineros de Taxco cumplieron ayer siete años en huelga frente a la empresa minera del Grupo México en demanda de mejoras salariales y seguridad, lo que durante todo este tiempo ha sido una lucha de resistencia, una lección ejemplar de dignidad.” (Claudio Viveros Hernández). …“la causa que originó la huelga, tanto aquí en Taxco como en Sombrerete y Cananea, fueron las pésimas condiciones de seguridad e higiene que tenían las minas” (Óscar Alzaga). El Sur, 31/julio/2014. 


h.popoca.b@gmail.com

La corrupción en México.

Héctor Manuel Popoca Boone.

Al seguir analizando los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del Inegi (2013), se desprende que prácticamente la mitad de la población (49 por ciento) considera la corrupción como el principal problema que padece hoy en día nuestro quehacer nacional. Aclarando, de nueva cuenta, que esta encuesta no toma en cuenta la corrupción que se presenta en las áreas de adquisiciones gubernamentales, ni en la esfera de las obras públicas.

La percepción de la corrupción, como forma de vida (correspondiente a la suma de muy frecuente o frecuente), la tiene el 88 por ciento de la población encuestada; en Guerrero la posee el 90 por ciento. La corrupción se siente y está en casi todas partes. Las medidas gubernamentales para combatirla todavía dejan mucho que desear y la transparencia de las acciones institucionales brilla por su ausencia, si no es que está atrofiada, tanto en su función auditora como en la rendición pública de cuentas.

La corrupción es de función dual: mientras haya corruptores habrá corruptos y viceversa. Las hay materiales, corporales, de voluntades, de concesiones y de consciencias. Estas últimas son las peores porque corroen el espíritu de un pueblo. Una sociedad corrupta queda varada en el barrizal de la desconfianza, incredulidad, inseguridad, incertidumbre e impotencia, por la impunidad imperante.
En términos generales, la corrupción del sector privado va al parejo a la del sector público y no se explica una sin la otra. Son fenómenos siameses. Lo que pasa es que una es vislumbrada y ventilada a la luz del día, la otra en la penumbra y con sigilo.

La corrupción varía según el tipo de gobierno (correspondiente a la suma de muy frecuente o frecuente), la gente considera que los gobiernos estatales es en donde más se anida (77 por ciento), inmediatamente seguida de los municipales y el federal (76 por ciento, en ambos casos).
La encuesta arroja que por cada cien mil personas, 24 mil tuvieron experiencias de actos de corrupción en materia de trámites y servicios. Siendo las entidades federales con mayor tasa de incidencia: Chihuahua (44 006), Morelos (41 501) y Puebla (39 890).

El 88 por ciento de los encuestados considera que es intensa su práctica; siendo el área de la policía donde se da más (90 por ciento), seguida por los partidos políticos (84 por ciento), después el ministerio público (78 por ciento), ocupando el cuarto lugar, los diputados y senadores (77 por ciento); y en quinto lugar, los institutos electorales (67 por ciento).

Por primera vez es calculada la percepción ciudadana sobre la deshonestidad en el comportamiento de los partidos políticos y de las instituciones electorales. Las proporciones obtenidas son preocupantes en un país que pregona tener una democracia aseada, inclusiva, sólida, veraz, objetiva y transparente. Tanto en el acto de la votación (por cuanto a la compra de voluntades y de dignidades al emitir el voto); como en las transas económicas al interior de los partidos políticos, así como por sus muchos soportes externos ilícitos con los detentadores del poder político y económico, que son origen, casi siempre, de dispendios extralegales durante las campañas electorales y poco antes de la votación.

La mencionada encuesta ha provocado diversas opiniones: El presidente de la república, Enrique Peña Nieto, aseveró que la causa de la corrupción es eminentemente cultural. Por su parte, intelectuales como Silva Herzog y León Krause, consideran que no es intrínseca a la idiosincrasia del mexicano, puesto que residiendo y trabajando en un medio no corrupto, no somos corruptos. En otras palabras, el corrupto y el corruptor no nacen, se hacen dentro de un régimen político, económico y social específico “fincado en la propiedad privada de las funciones públicas.”, como afirma Gabriel Said.

PD. Difusa, sinuosa y amplia es la especulación política. Clara, directa y cortante es la verdad del poder, en tiempo real.

h.popoca.b@gmail.com


Guerrero, una economía extractiva.

Héctor Manuel Popoca Boone.

A partir del postulado teórico de Paul Baran, donde afirma que el progreso de los pueblos está en razón directa a la manera en que se reparte y es utilizado el excedente económico social generado, es cómo podemos denominar economías extractivas, a aquellas en donde la riqueza social producida es acaparada por unos cuantos y no la revierten para el mayor beneficio de los que la produjeron.

Otros economistas denominan a esto, una inequitativa distribución del ingreso social que deriva en una mayor desigualdad económica entre los entes productivos. El progreso se ve constreñido al pasar por un embudo donde lo socialmente producido es individualmente apropiado.

A grueso modo, la historia de Guerrero podemos caracterizarla por tener desde siempre una economía extractiva. Donde el progreso ha sido extremadamente lento, porque sus excedentes económicos han sido transferidos y aplicados fuera del Estado.

Desde los tiempos prehispánicos, los pueblos establecidos en estas tierras del sur rendían tributos económicos a los aztecas y lo hacían así para el engrandecimiento de los nahuas y evitar con ello el sometimiento total.

Después, en la época de la Colonia, los españoles ampliaron y profundizaron la economía extractiva. Sobresalió la minería en la zona norte, con la explotación de la plata que se enviaba a España. En otras regiones, la Encomienda sustraía la riqueza generada en su ámbito para transferirla a la metrópoli.  La economía extractiva colonial fue parcialmente establecida en la región de la Montaña. Ésta sirvió como zona de refugio de los pueblos indígenas. Por su parte, Acapulco sobresalió como puerto de trasiego de mercancías con otros virreinatos.

Con la independencia nacional y con el establecimiento de un capitalismo liberal, en Guerrero se forman las haciendas micro-regionales, generadoras de productos agropecuarios cuyos excedentes económicos eran transferidos a las principales ciudades para engrandecer las edificaciones urbanas.

La hacienda porfirista también proporcionó el capital semilla para los procesos de agro industrialización, a partir de la molienda de la caña de azúcar en los trapiches e ingenios y la industrialización textil, hoy desaparecida. En el siglo pasado, comienza el saqueo de los recursos forestales del estado. Salían al por mayor los troncones, puesto que las plantas de aserrío eran escazas. Estimaciones arrojan que el 50 % del macizo forestal original se ha perdido. Los intentos por poner industrias forestales fracasaron.

En la época de los 40´se inicia el establecimiento de las plantaciones de cafetales en las zonas serranas y la palma de coco en las regiones costeras. Sus productos: el café, copra  y otros frutales, prácticamente son transferidos a otras latitudes sin mayor procesamiento agro industrial. En la Tierra Caliente, los sistemas de riego son rentados por agricultores comerciales externos, para dedicarlos a la agricultura de exportación; dejando las tierras, en poco tiempo, inservibles por el uso intensivo de fertilizantes y plaguicidas.

Los 50´son el inicio del crecimiento turístico focalizado en tres lugares: Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo y Taxco. Más que polos de desarrollo con capacidad irradiadora regional, se desenvolvieron como enclaves donde el excedente económico generado se traslada a las sedes matrices de los grandes hoteles.

La generación de electricidad es otro ejemplo de industria extractiva en Guerrero. Las presas hidroeléctricas y termoeléctricas no han dejado mayor beneficio socioeconómico permanente. Son enclaves que abastecen del fluido eléctrico a las urbes e industrias del altiplano del país.
Con los casos anteriores podemos asentar que Guerrero no tendrá mayor progreso hasta que no tenga una economía inclusiva, aquella donde el excedente se reinvierta y distribuya, equitativamente, entre los que participan en la generación de la riqueza social.

PD. No es posible imponer que los ricos puedan sobrevivir con seguridad en un mundo de miserables. Horacio Flores de la Peña.
h.popoca.b@gmail.com









martes, 9 de septiembre de 2014

Obras corruptas y faraónicas.

Héctor Manuel Popoca Boone.

La educación básica pública en Guerrero tiene un gran reto, que es disminuir su déficit enorme en infraestructura física y equipamiento escolar. Ocupamos el segundo lugar a nivel nacional en escuelas precarias y sin terminar, donde también carecen de mesas para el maestro, pizarrón o pintarrón y mesa-bancos. Dicho rezago perjudica la educación de los infantes escolares, redundando las circunstancias adversas para el buen aprendizaje de los contenidos educativos.

Que yo recuerde, en estas sufridas tierras del sur, no ha habido los suficientes dineros públicos para abatir tal carencia de aulas dignas, pero también me consta que se ha dedicado una buena parte del erario a obras o servicios que no han sido prioritarios y tampoco han tenido gran impacto o beneficio social, por ejemplo, el recientemente construido y destruido: Puente Bicentenario de Acapulco.

Desde que los tiempos son tiempos, algunos gobernantes en la faz de la tierra, han querido inmortalizarse. No precisamente porque hayan hecho prosperar a sus pueblos, puesto que eso, les ha importado un comino. Se han inclinado por dejar obras “faraónicas o de relumbrón” en las principales metrópolis, sin mayor trascendencia social. Afanosos han estado en construirlas porque les permiten lucirse ante todo el mundo y pretender dejar una huella imperecedera en el tiempo, aun cuando su contenido sea mera tierra, ladrillo, cemento y fierro.

Así, algunos gobernantes emprenden la erección en vida de grandes monumentos, mausoleos, palacios, edificios u obras suntuosas. Mínimamente, en vida, propugnan porque escuelas, calles, avenidas, colonias populares, unidades deportivas, sitios de taxis y demás, lleven su nombre, por los siglos de los siglos.

El finado, Don Alejandro Cervantes Delgado, que fue buen gobernante de Guerrero y que goza de la gran estimación del pueblo, comentaba que él prefería, en lugar de hacer obras faraónicas, orientar los recursos públicos, a las pequeñas y modestas obras comunitarias de gran impacto social, diseminadas por todo el estado. Llámense aulas, agua entubada, alcantarillado, caminos de terracería, centros de salud, canchas deportivas, etc.

Ahora tenemos que hay gobernantes que erigen tremendos edificios de gran costo que ni siquiera los terminan. Los dejan inconclusos. Concretamente me estoy refiriendo al imponente edificio que albergará las oficinas administrativas gubernamentales en la ciudad de Acapulco.

El caso es que la administración de Zeferino Torreblanca, lo dejó a medio construir, con un avance del 60 % y con una inversión aplicada de ¡mil cien millones de pesos! Y para que no quedara como un elefante blanco sin terminar, el actual gobierno estatal se ha visto en el imperativo de comprometer, aproximadamente, quinientos millones de pesos más. Total que el costo de ese armatoste de acero, costará la friolera de ¡mil 600 millones de pesos!, sino es que más.

No debemos dejar de tener en cuenta que las grandes obras públicas pueden también permitir a algunos gobernantes allegarse dineros públicos en forma ilegítima para sus bolsillos particulares, a través de la clásica comisión subrepticia al asignar la construcción de tal o cual obra, a tal o cual compañía constructora, con previa licitación a modo.

Dicha mochada que deben dar las empresas constructoras por debajo del agua, dicen en los corrillos de café que anda alrededor del 20 por ciento del costo total de la obra. Por lo que las obra faraónicas permiten que los montos a sustraer sean significativos y concretados a corto plazo. Ahí está una de las fuentes de la riqueza millonaria “inexplicable” de ciertos políticos y gobernantes.

Ahora bien, si se hubieran aplicado esos 1 600 millones de pesos (sin mochada) a la construcción de dignas aulas, y disminuir las miles que existen de piso de tierra, con techumbres de láminas de cartón y con tres ladrillos como mesa bancos; habríamos dotado a Guerrero de 8,000 aulas escolares nuevas, que estarían dando un buen servicio educativo al menos a 240 000 infantes guerrerenses.

PD. Parafraseando la frase del drama de Hamlet: “Hay algo podrido en Guerrero”

h.popoca.b@gmail.com

 

 

Insatisfacción


Héctor Manuel Popoca Boone.

Del análisis de la segunda Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del Inegi (2013), hecha a  diversos ciudadanos de 18 años en adelante, en varias ciudades mayores de cien mil habitantes de México, sobre la apreciación y/o percepción de la calidad con que reciben -los mexicanos en general y los guerrerenses en particular- los servicios básicos gubernamentales, se pueden obtener los siguientes resultados, entre otros.

De los problemas que más le preocupan al mexicano, el primero destacable es que el 70 por ciento no está satisfecho con el nivel de seguridad pública que tenemos y con la delincuencia que padecemos. Además, el 74 por ciento manifestó descontento con el servicio de policía. Lo cual no es ninguna sorpresa, sobretodo en Guerrero

Sólo los grandes en la política y en las empresas están satisfechos. ¡Y cómo no! ya que llevan, adonde vayan, no menos de cuatro guaruras con armas de alto calibre, en no menos de dos coches blindados. (Conjetura mía, no es dato del Inegi).

El segundo gran problema es el que 51 por ciento de los connacionales dicen estar inconformes con el desempleo imperante, siendo los jóvenes la mayoría de los sin trabajo

En tercer lugar, está el problema de la corrupción (sin contar la que se realiza a través de las adquisiciones y obras públicas). El 49 por ciento de los mexicanos están descontentos con la existencia de este cáncer. Es grave, que la mitad más uno de la población considere como un hecho normal, untarle la mano a un funcionario público -y no precisamente de mantequilla-, para que más o menos atienda la demanda requerida, brinde el servicio ciudadano o haga caso omiso de la infracción cometida. En otras palabras, uno de cada dos ciudadanos, da por hecho que la corrupción es el aceite que mueve todo el engranaje burocrático de la atención gubernamental en tratándose de los servicios públicos.

A nivel nacional la encuesta nos arroja que, en materia de educación pública básica, un 38 por ciento de los ciudadanos perciben como no satisfactorio los servicios proporcionados. En Guerrero, asciende al 48 por ciento.

El 45 por ciento de los encuestados, consideran cierta decepción en los servicios estatales de salud pública o del seguro popular. Preocupante es que poco menos de la mitad de los paisanos lo aprecien así.

Por lo que respecta al servicio de agua potable, el 69 por ciento de los pobladores manifestó su beneplácito por la constancia en el suministro, pero solo un 26 por ciento considera que el agua es potable. De los guerrerenses, únicamente el tres por ciento lo cree así. En materia de calles y avenidas, el 78 por ciento de los conciudadanos mostró su malestar por el mal estado que guardan éstas. En el alumbrado público, los quejosos ascendieron a 65 por ciento. En el suministro y el servicio de la luz del hogar, es el que tiene mas satisfechos a los habitantes de México, con un 78 por ciento de aprobación; claro está, sin tomar en cuenta los frecuentes recibos de pago altos.

Se estima que el 70 de la población usuaria de los servicios públicos de carácter federal, se siente muy satisfecha o satisfecha simplemente. Con los estatales, el 46 por ciento, y con los servicios municipales, baja al 42 por ciento.

En conclusión, podemos decir que el 51 por ciento de la población a nivel nacional, -un poquito más de la mitad del pueblo censado- muestra inconformidad con la calidad de los servicios públicos prestados; y en el caso de Guerrero, aumenta el disgusto al 66 por ciento.  En ambos, los gobernantes, funcionarios públicos y burócratas en general estamos mal parados y peor vistos por la ciudadanía.

PD. En la ciencia política, hay un principio básico que dice: no basta con que los de abajo quieran, sino que también los de arriba no puedan. Hoy, los de abajo no se movilizaron; y los de arriba sí pudieron, a sus anchas, realizar el infame atraco privatizador de los recursos energéticos que teníamos como nación.

h.popoca.b@gmail.com