Héctor Manuel
Popoca Boone.
La masacre de
Iguala representa un momento sin retorno de nuestro sistema de gobierno,
estatal y municipal, sumamente desgastado, disfuncional, corrupto y practicante
de la impunidad.
Hoy en día, tal
y como se encuentra la gobernabilidad en Guerrero ya no le sirve al pueblo. Inseguridad
pública, violencia, carencia de justicia, una economía estancada, desempleo y
una imparable desigualdad y pobreza social son, entre otras cosas, lo que
impera en estas tierras del sur.
Renovar, reformar y rehabilitar el sistema
gubernamental estatal, es una necesidad impostergable. La nueva gobernabilidad empieza por erradicar el mal ejercicio del quehacer público implantado
por gobernantes, políticos y sus partidos políticos carentes de principios
ideológicos que se mueven únicamente, con vil pragmatismo, para buscar el poder
por el poder mismo.
La nueva gobernabilidad
conlleva desprenderla de la telaraña de intereses egoístas de la partidocracia
vigente, que suplanta los genuinos anhelos de la ciudadanía y su derecho a
hacer política popular. La nueva gobernabilidad implica necesariamente volver
los ojos al pueblo para tomar motivo, impulso y orientación para la buena
aplicación del poder público.
Requerimos un
nuevo tipo de acceso democrático al poder en donde no predomine el dinero.
Porque hoy si uno quiere salir triunfante en una justa democrática electoral se
requiere dinero, mucho dinero, para corromper y ser corrupto, en el afán desmedido
de conseguir votos, muchos votos. Por eso los políticos pobres no tienen cabida
en esta democracia pervertida por la narco-política.
La necesidad
de contar con recursos económicos cuantiosos para acceder a conducir las
instituciones públicas es la desgracia de nuestra democracia incipiente,
deformada y viciada. Casi todos los candidatos requieren allegárselos ahí donde
estén (adicionales a los otorgados en las prerrogativas oficiales), o sea:
Del saqueo del
erario público, del dinero de los grandes empresarios y del proveniente del
narcotráfico. Los dos últimos patrocinadores cobraran con creses la factura al
gobernante una vez conquistado el poder. Hoy lo socorrido es obtener dinero-narco
para conquistar y mantenerse en el poder, a cambio de impunidad y cobertura
política para controlar territorios y gobiernos regionales.
La masacre de jóvenes
en Iguala es el ejemplo más atroz del entrelazamiento de los intereses de los
narcotraficantes con los políticos y sus partidos, con legisladores y
gobernantes con sus estructuras policiacas.
Lo más doloroso es que la pobreza y la desigualdad social fertilizan
la violencia delincuencial y sobretodo la incorporación cada vez más rápida de
la juventud al fatal y desalmado sicariato.
PD. En un principio/ asentaron sus reales en
la Sierra y no dijimos nada/ después se expandieron a la Montaña y no
protestamos/ abarcaron la Costa Grande, Tierra Caliente y no apareció el
gobierno/ Se adueñaron de Acapulco, lo mismo que la zona Norte y la Centro, con
la mismísima capital del estado y seguimos indiferentes/ impusieron su reinado
de extorsión, secuestro y crimen/ con horror para infundir terror/ mostrando su
pavoroso poderío/ al desaparecer en una noche/ a cuarenta y tres muchachos normalistas/
de los cuales solo hay verdades a medias/ y así fue que solo entonces/ nos
percatamos que Guerrero era una enorme fosa/ de anónimos asesinados,
descuartizados y calcinados.
h.popoca.b@gmail.com
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